Santos Rafael Ramírez es recibido con flores y confetis cuando sale a saludar a los numerosos vecinos después de su primera misa. /MAURICIO PEÑA |
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Fulgencio Fernández |
27/12/2015
Prioro es una isla en lo referente a las tradiciones. Es
otra historia, allí viven casi todas y allí las viven casi todos. Las misas
nuevas, las rondas, pedir los quesos, los aluches... Todo.
Este sábado revivían una de estas tradiciones, una misa nueva, la fiesta de un
misacantano, seguramente una de las más repetidas pues Prioro, además de cuna
del Cea es cuna de curas, no en vano se decía aquello de «Prioro, o cura o
pastor... y luchador».
Y volvieron a organizarlo todo como saben, como siempre se ha hecho: el arco
de flores para recibirlo, el besamanos al final de la misa nueva, la salida en
trono de la iglesia, subir el mayo por los jóvenes más valientes de la comarca,
coplas con el coro del pueblo, bailar la rosca y comerla con chocolate. Sólo
faltaron los aluches, que no los luchadores, que allí estaban tocando el tambor
o llevando a ‘Don Santos’ en procesión, rodeado de cientos de vecinos de toda
la comarca.
El nuevo cura miraba entre asustado y emocionado.
- Don Santos está flipando el hombre;decía Juanjo Díez, amigo de todas las
tradiciones y más de las de su pueblo.
Y es que ‘Don Santos’, Santos Rafael Ramírez, no es de Prioro. Llegó a este
pueblo para hacer ‘las prácticas’ como seminarista y a la hora de elegir un
lugar para cantar misa pensó en Prioro. Él viene de lejos, de El Salvador, cuya
vida cantaban en coplas las mujeres del lugar:«Palomita, palomita /nacida en El
Salvador / elegiste cantar misa /en un pueblo de León. //(...) Muchas misas se
han cantado /en los pueblos de Montaña /y ésta consigue por fin / que la sequía
acabara». Y es que ya hacía quince años que no había misa nueva en Prioro, pese
a la tradición. Por allí andaba el protagonista, don Raúl, ahora destinado en
el País Vasco.
Y por allí andaba quien había subido al mayo, la tradición más arriesgada, en
la misa nueva de un hijo del pueblo, Julio Hompanera, hace cuarenta años. Es
Mari Mar. «Tenía 13 ó 14 años, y subí como un gato», explicaba. El mayo de este
año, de más de 30 metros, presidía la estampa. Impresiona. Se hacen apuestas
sobre quién lo podrá subir y se tiene confianza en Víctor, el luchador de
Valderrueda, o Peque, el de Riaño —«ser soy de Salio, pero me he quedado sin
pueblo»—, un especialista, pese a sus 45 años, pero le han visto calentar. «Os
digo que sube», apuesta un ilustre de la comarca y primo de Peque, el
irrepetible Tasio, El Gato de Taranilla.
Pero nos hemos ido al final. A las once y media llegó Santos Rafael Ramírez a
la entrada del pueblo, las jóvenes le reciben con el arco de flores, las
mujeres cantan su historia, Rodri y Toño a la percusión: «Del Salvador a
Pamplona /de Pamplona a Zaragoza /a don Guillermo debemos /que al fin llegara a
esta zona(...)//Don Froilán le necesita / con tanto pueblo a su cargo /al
obispo le pedimos / que le deje a nuestro lado».
- ¡Qué más quisieran!;susurra uno de los muchos curas que por allí andan. Diez
concelebraban la misa.
El sermón del nuevo cura fue breve y de evidente contenido social, con
pocas referencias a su persona más allá de las palabras iniciales:«Hoy es un
día grande, de esos que dejan huella en la historia de las personas»,
reconoció, para apostar después por la Iglesia comprometida:«Ser sacerdote es
sanador de enfermos, de pobres y olvidados por esta sociedad materialista.
Debemos llevar la ley del amor a los que sufren guerras, a emigrantes,
desterrados...».
Un largo besamanos, pasó casi todo el mundo, precedió a una salida entre
cánticos, flores y confetis. Subió al trono y desde allí bajó al esperado
torneo de subir el mayo. Treinta y tres metros de mayo. Parecía una tarea
imposible. Las mujeres cantaban, las gentes animaban... y el primero en
apuntarse fue el joven Sergio Pérez, Sergiño, del cercana Velilla del Río
Carrión, en tierras hermanas de Palencia. Sube con mucha técnica en la
colocación de las piernas y las manos. Descansa en el momento oportuno.
- No es la primera que sube.
- No, sube todos los años en el pueblo, que pinamos un mayo;explica un
orgulloso amigo.
El siguiente en apuntarse despierta los aplausos nada más aparecer. Peque, Juan
Carlos Prieto, el primo de Tasio, al que no le faltó una de las suyas:«A la
familia mía nos pones una botella de orujo y subimos al cielo».
No subió al cielo, pero sí al alto del mayo. Impresionante, a pecho descubierto
y en piernas, «en taparrabos», decía un vecino. Bajó con sangre en las piernas,
el pecho en carne viva... «Ahora no siento nada, también de la emoción, pero
cuando esto enfríe va a ser duro, pero orgulloso, que ya tengo 45 años y esto
no lo hace cualquiera», explica Peque, que ya hace siete años realizó una gesta
similar en su tierra de adopción, Riaño, «pues yo seguiré siendo de Salio».
También subió otro riañés, Héctor, el hijo de Manolo El Asturiano.
Y el cantamisanos los abrazaba a todos. «Don Santos está flipando».
Y sus abuelos, llegados desde su tierra, aún mucho más.
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