"La Económica". Homenaje a las Cocinas de Carbón.
Autor: Toño Morala
Al abuelo le gustaba levantarse por la mañana y sacar del horno las zapatillas calientes. La noche, siempre fría en invierno, no dejaba nada al azar; al revés...siempre había que pensar como engañarla en todos los sentidos.
Los rituales nunca se cambian. La madre encendía la cocina después de limpiarla. El hervidor con la leche estaba al lado del tanque de agua caliente...la ventana de la cocina se cerraba después de que empezaba a rugir el papel y la madera; al echarle carbón, la cosa se serenaba y pequeñas explosiones acompañaban al desayuno.
A la escuela abrigados de miradas lacias...a que nos enseñaran la piel de toro, a escribir poco, y a leer menos...miedo les daba que fuéramos listos; eso sí...el cara al sol y a formar que no faltase.
Ya de vuelta,cuando entrábamos en la casa, el olor era vida entre tanta miseria. La madre era capaz de hacer un guisote con cuatro cosas y una espléndida sonrisa.-¡Guapa...más que guapa!!!, le resoplaba el padre casi al oído...-¡Quita.. que están los niños...! y a comer. Manjar de dioses si es que existen. La olla roja de San Ignacio llena de patatas con laurel y algo de costilla, había estado al costado de la número siete durante toda la mañana...según la necesidad del guisote...la madre la acercaba o la alejaba del calor. El abuelo siempre comía en silencio...y nosotros , los niños, no hablábamos en la mesa. La tarde moría con la sintonía de Elena Francis en la radio.
Es sábado y toca baño...el balde de Zinc grande...éramos tan delgados que casi cabíamos los tres a la vez. Otro ritual que duraba minutos...que habilidad la de la madre para bañarnos, ponernos encima de la trébede...secarnos...vestirnos , darnos la cena...y a dormir entre sueños de galletas .
El badil de hierro tenía brillo de tanto usarlo. La tapa del tanque de agua era de bronce y la barra y el pomo del horno brillaban como espejos...la chapa de la número siete se llevaba unos refregones de arena blanca y estropajo...que ya quisieran los hierros pudientes.
Morían los días y las noches entre sonrisas y lágrimas de silencio.
-¡Padre...no trabaje tanto, que la luna se cela de sus nobles brazos...y la dulce niebla le quiere perder!
¡Madre...no llore...que la número siete se apaga sin su respirar, y nos morimos sin cielo...!
-¡No lloro hijos..solo que la tristeza inunda las casas buenas...las nuestras...las que nada debemos a la vida...y somos sus esclavos!
Finales de año de 2010-Toño Morala.
Una Fantástica descripción de la en sus dias popular cocina de carbón que nos hacer rememorar
ResponderEliminartiempo pasados y en ocasiones muy felices.
Enhorabuena Toño.
JOSEVILLAMAR
Excelente relato Toño, muy Dikensiano, entrañable y con sentimientos.
ResponderEliminarUn abrazo
Estabas hablando de mi niñez, no?... ;)
ResponderEliminarBuscando imágenes de cocinas económicas me he encontrado con esta y... ¡si es la cocina de mi abuelo! Vamos, idéntica, hasta la cocina económica pintada de gris, los azulejos blancos y las paredes amarillas.
ResponderEliminarGenial el blog.
Saludos
Bonito artículo.Las cocinas, creo, eran todas negras, lo que pasa es que en cuanto se ensuciaban, le arreábamos una mano de purpurina y hala, como nuevas.Precioso recordatorio.Un saludo.
ResponderEliminar¿No las llamaban también 'bilbaínas'. El combustible dependía de las comarcas, y era el espontáneo forestal de los respectivos montes, si bien en las zonas mineras era el carbón natural o el islam, que era el poso posterior al lavado de aquél. El charco negro y soleado, para evaporar el agua, dejaba un combustible de calidad. Y la jarra de barro llena de vino tinto, calentada en una orilla de la cocina, convertía al caldo en un combustible ideal para combatir el frío...El problema era, como siempre, el abuso si el estómago no estaba debidamente suministrado por no haber echado 'las diez', el almuerzo,o 'las cinco'. Si no era así, entonces no fallaba el dicho de ¡Ay, vinín, vinín, que dan las verdes matas; que te subes a la cabeza y haces burla de las patas!
ResponderEliminarAsí que, ojo. "La 'asperencia' es la madre de la 'cencia' "...