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El Día de Todos los Santos es la fiesta mayor de una larga serie de ritos y tradiciones muy enraizados en la convivencia con la muerte.
Una imagen de ‘la España que convivecon la muerte’. CRISTINA G. RODERO |
Fulgencio Fernández / León
No hace muchos años que los niños de esta provincia podían verse en medio de un gran velatorio, rodeados de los vecinos y al lado de un féretro, viendo al muerto y escuchando la larga noche de conversaciones, con comida y algunas bebidas mezcladas con los rezos y las anécdotas.
No hace muchos años que un monaguillo puede recordarse recorriendo las oscuras calles del pueblo en plena noche, acompañando al cura en la administración del viático al enfermo cuya muerte se anunciaba como cercana. Este monaguillo tocaba la campanilla (antes habían sonado las campanas del pueblo en el llamado ‘toque para dar Dios’, por lo que los vecinos ya estaban avisados). Pronto se sabía quién era el enfermo terminal, los vecinos se fueran sumando a la comitiva que acompañaba al sacerdotehastala casa del moribundo.
Los vecinos llevaban velas encendidas, seguramente para el rito y para la oscuridad; otros dos monaguillos caminaban con los faroles a los lados del cura, quienes se cruzaban con la comitiva se arrodillaban .
El viático. Era el culto a la muerte. Los ritos de la muerte de una tierra que siempre ha convivido con ella.
Si la enfermedad no era repentina los familiares iban preparando la casa para este rito del viático (la extremaunción) y otros posteriores, la mortaja, el velatorio... Ya tenían preparadas las sábanas blancas en las paredes, alfombras nuevas, colchas en las ventanas y unamesa con un crucifijo y lámparas a modo de altar para el sacerdote. Agua bendita de la que se recoge en la noche del Sábado Santo y rezos también específicos de este acto, como el llamado Rosario de la Buena Muerte, ese que repite el estribillo de ‘danos, Señor, buena muerte, por vuestra pasión y muerte’.
Son sólo algunos ejemplos. Hay muchos más que tienen su fiesta mayor en la jornada que se acerca, el Día de Todos los Santos, que no en vano va seguida en el calendario por el Día de los Difuntos. Incluso, apunta el profesor Alonso de Ponga, los ritos del Día de los Santos “son más del Día de los Difuntos, visitas al cementerio, flores a los muertos y otros hechos de muerte”.
Y recuerda el investigador leonés, y profesor en la Universidad de Valladolid, que también los ritos del Día de Todos los Santos iban más allá de lo que son en la actualidad.
Las tradiciones de esta fecha comenzaban un día antes del 1 de noviembre, cuando los mozos del pueblo hacían sonar a muerto las campanas, a las doce de la noche. También había una procesión específica de este día, la llamada del ‘Recorderis’.
Era el día del recuerdo y el comienzo del mes de las ánimas, en el que también se celebraba el novenario de las ánimas y otras muchas tradiciones populares.
Entre las más singulares está la de Oseja de Sajambre, la llamada ‘Limosna para las ánimas’,según la cual “las campanas tocaban a muerto al atardecer y los mozos recorrían el pueblo pidiendo limosna para las ánimas. El más joven llevaba un saco para los donativos. Al día siguiente se celebraba un Concejo en el que se subasta el maíz y con el resto los mozos tendrán una cena festiva, unos días después, ya superada la fecha de los Santos”.
El investigador Pedro Javier Cruz señalaba en el ciclo sobre religiosidad popular de la Hullera Vasco Leonesa que “los ritos, todos los ritos, forman parte de una especie de teatro, que le ha ayudado mucho a pervivir a través de los tiempos. Toda esa parafernalia convirtió los ritos en tradiciones casi teatrales”.
El jefe del Servicio Territorial de Cultura publicó el pasado año un curioso libro en el que también los ritos de muerte estaban muy presentes. Se trata del estudio titulado ‘Nacimiento, matrimonio y muerte en León y su provincia’. “Son datos obtenidos de la famosa encuesta que el Ateneo Madrileño realizó en 1901, con el fin de investigar los ritos de paso en nuestro país. Los datos que se obtuvieron con ella, se conservan hoy en el Museo Nacional de Antropología y de la provincia de León se cuentan 1.445 fichas, de las cuales 255 se refieren al nacimiento, 734 al matrimonio y 456 a la muerte”, explicaba entonces Jesús A. Courel, quien recordaba que“algunas de estas prácticas que recojose encuentran ya entre los Neandertales. No existe grupo, por arcaico y primitivo que sea, que abandone a sus muertos sin los rituales convenientes para ese tránsito. Los Koriaks de Siberia, por ejemplo, arrojan a los cadáveres al mar, quedando confiados al océano pero no desamparados”.
Sobre lo recogido en nuestra provincia, señala Courel que había de todo. “Desde las disposiciones que contemplaban la compra de la mortaja y demás accesorios (en Villablino se daba el caso de alguno que tenía el féretro debajo de la cama) hasta las habituales cofradías de las ánimas o similares. Hay datos muy curiosos sobre los testamentos, toques de campana, entierros y hasta comprobación de la muerte: Se le ponía al muerto una cerilla encendida en la nariz o un espejo”.
Hechos que pueden resultar muy extraños con los ojos de hoy pero que nos recuerdan unos tiempos en los que la convivencia con la muerte llegaba a extremos que nos podrían parecer incomprensibles. Hechos como que en determinadas épocas las madres se hicieran una foto con su hijo muerto o cualquier familiar pidiera un fotógrafo para inmortalizar a un fallecido al que acababan de amortajar.
La cultura de la muerte.
Los vecinos llevaban velas encendidas, seguramente para el rito y para la oscuridad; otros dos monaguillos caminaban con los faroles a los lados del cura, quienes se cruzaban con la comitiva se arrodillaban .
El viático. Era el culto a la muerte. Los ritos de la muerte de una tierra que siempre ha convivido con ella.
Y recuerda el investigador leonés, y profesor en la Universidad de Valladolid, que también los ritos del Día de Todos los Santos iban más allá de lo que son en la actualidad.
Las tradiciones de esta fecha comenzaban un día antes del 1 de noviembre, cuando los mozos del pueblo hacían sonar a muerto las campanas, a las doce de la noche. También había una procesión específica de este día, la llamada del ‘Recorderis’.
Era el día del recuerdo y el comienzo del mes de las ánimas, en el que también se celebraba el novenario de las ánimas y otras muchas tradiciones populares.
Entre las más singulares está la de Oseja de Sajambre, la llamada ‘Limosna para las ánimas’,según la cual “las campanas tocaban a muerto al atardecer y los mozos recorrían el pueblo pidiendo limosna para las ánimas. El más joven llevaba un saco para los donativos. Al día siguiente se celebraba un Concejo en el que se subasta el maíz y con el resto los mozos tendrán una cena festiva, unos días después, ya superada la fecha de los Santos”.
El investigador Pedro Javier Cruz señalaba en el ciclo sobre religiosidad popular de la Hullera Vasco Leonesa que “los ritos, todos los ritos, forman parte de una especie de teatro, que le ha ayudado mucho a pervivir a través de los tiempos. Toda esa parafernalia convirtió los ritos en tradiciones casi teatrales”.
Sobre lo recogido en nuestra provincia, señala Courel que había de todo. “Desde las disposiciones que contemplaban la compra de la mortaja y demás accesorios (en Villablino se daba el caso de alguno que tenía el féretro debajo de la cama) hasta las habituales cofradías de las ánimas o similares. Hay datos muy curiosos sobre los testamentos, toques de campana, entierros y hasta comprobación de la muerte: Se le ponía al muerto una cerilla encendida en la nariz o un espejo”.
Hechos que pueden resultar muy extraños con los ojos de hoy pero que nos recuerdan unos tiempos en los que la convivencia con la muerte llegaba a extremos que nos podrían parecer incomprensibles. Hechos como que en determinadas épocas las madres se hicieran una foto con su hijo muerto o cualquier familiar pidiera un fotógrafo para inmortalizar a un fallecido al que acababan de amortajar.
La cultura de la muerte.