José Mari ‘El cestero’ de Corniero, es uno de los clásicos de esta artesanía, a la que se dedica en cuerpo y alma en la soledad de su pueblo de montaña. Tampoco son buenos tiempos para este oficio y él lo resume con humor: "Vendemos sonajeros".
José Mari, ‘el cestero’ de Corniero, rodeado de algunas de las piezas que crea: papeleras, cestas de todos los tamaños, sonajeros. | MAURICIO PEÑA |
Fulgencio Fernández | 16/10/2016
lanuevacronica.com
Dedicaba Toño Morala el último de sus preciosos reportajes semanales a los artesanos cesteros, en general, y los derivados a los que se vienen dedicando estas buenas gentes.
Leyendo a Toño, recorriendo las vidas de estas gentes, recordamos que en el almacén de las gentes que te vas encontrando por el camino dormía un ejemplo que ni pintado para el reportaje, José Mari, ‘El cestero de Corniero’, un artesano a tiempo completo y más desde que un grave accidente trabajando en la presa del pantano de Riaño le impida otros trabajos de más exigencia física. «En realidad lo mío siempre había sido la cestería, la artesanía, pero no siempre estás cosas te dan para vivir y había que andar a otras cosas, pero yo donde realmente estoy a gusto es en mi taller, con mis cosas».
- No siempre fueron buenos tiempos para la artesanía, ¿lo son ahora?
- No, ni mucho menos. Ahora es muy complicado darle salida a estos cestos grandes que ves por ahí, o a estas papeleras grandes. Igual vendes una al año, vamos tirando con estas cosas pequeñas para recuerdos o cestos para los huevos y, sobre todo, para ir a setas, que hay mucha afición a cogerlas. Lo que mejor salida tiene son los sonajeros, parece una broma pero es la realidad. No son caros y ya se sabe que para los niños se escatima mucho menos y lo lleva mucha gente para regalos, para detalles...
- La vida es como los tiempos, de sonajeros.
Sonríe y otro artesano con un puesto cercano en una feria abunda en darle la razón y remata con un refrán: «Ya se sabe, gente de Oviedo, gaita y tambor».
- No son de Oviedo los malos.
- De los chinos ni hablamos.
Y ahí coinciden en su sonrisa cómplice. No son tiempos de buscar el trabajo bien hecho y bien rematado, cuidado, a mano, con tiempo... «Nunca falta quien te diga aquello de estos en los chinos cuesta 4 euros».
- Y en el todo a 100... pues 100 pesetas, aunque ya no las haya.
No son los tiempos de alas gentes que entienden la vida con la tranquilidad y la paciencia que la afronta José Mari, ‘el cestero’ de Corniero, un artesano que ha convivido con el oficio desde niño, cuando iba al río o a los arbustos del pueblo a hacerse con juncos para seguir todo el proceso. «Ahora ya los compro, me sale más rentable porque el río está impracticable, no te puedes acercar porque es un bosque y, además, ahora está prohibido todo, no se puede cortar nada en la orilla». Lo dice y hace un gesto como de no entender nada. Realmente no lo entiende pero hay muy pocas cosas que parezcan sacar de quicio a este cestero de Corniero.
Cuando sí tuerce el gesto y su rostro se entristece es al preguntarle por una fecha y un lugar, el pantano de Riaño, las obras de construcción de la presa que anegó el valle. «Fui a trabajar allí, como tanta gente de esta comarca y tuve un accidente terrible, caí desde el alto y creo que paré en un andamio pero ya a muchos metros... No sé cómo no me maté».
Da apuro hacerle hablar de ellos. Las lesiones fueron muy graves, las secuelas también, estuvo sin conocimiento...
Pero lo cuenta, regresó a su pueblo, a su gente, a sus conversaciones y paseos y allí fue recobrando las ganas de volver a trabajar, de ser nuevamente «el cestero de Corniero». Y lo es.
El verano ha sido la época de mayor actividad. Hay un buen número de ferias y mercados de todo tipo en los que José Mari es un habitual , en estas fechas ha ido participando en las últimas ferias que «el invierno ya se viene asomando por detrás de La Pintas».
- ¿Ventas?
- Vamos tirando, ya te lo dije, son tiempos de sonajeros.
Llegan los días de tranquilidad en Corniero, de paseos cuando lo permite el tiempo y, sobre todo, de horas de tranquilidad en el taller, el portalón o lo que sea. Sólo interrumpidas por las conversaciones, que José Mari siempre tiene la puerta abierta, la conversación dispuesta y las explicaciones a punto sobre los misterios de ese viejo oficio artesano de cestero.
- Pero, ¿no serían sólo lo chinos?
- Claro que no, fue la vida, la responsable fue la vida ¿Tu ves ahora a alguien recogiendo las patatas con los cestos de toda la vida? Sólo para ese trabajo hacíamos muchísimos cestos, más de los que salen ahora en años y años.
Y, mientras tanto, el que sigue ahí es el artesano, el cestero, ese hombre tranquilo al que llaman José Mari, ‘el cestero de Corniero’.Porque lo es.