Aníbal Díaz y su
familia de Babia, toda la vida con ovejas. Y los esquiladores de Montaña de
León.
Autor: Toño Morala
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Chozo en Babia, donde se guarecían y
resguardan los pastores en las noches.
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Hoy si cabe ese estado bucólico, esos
maravillosos poemas pastoriles de Gabriel y Galán y sus famosas églogas. Cabe
una tierra soldada a la belleza como Babia, esa comarca llena de encantos y de
buenas gentes trabajadoras y luchadoras, que como nadie han sabido resolver su
subsistencia a base de tomarle la medida a la tierra donde uno ha nacido,
explotarla muy racionalmente, y saber de las estaciones y los tiempos para
sobrevivir. Como acariciando y sonriendo a los largos inviernos, y a ese cielo
que se mece entre sus montañas. Pero no todo es literatura, ni mucho menos; las
manos de los hombres y mujeres de Babia, encierran miles de historias y miles
de silencios compartidos en las noches de chozo y sueños limpios. Esa forma de
vivir los pastores y ganaderos de la Babia trashumante, ese ganarle la batalla
a la vida llena de duro trabajo, pero también con esa tranquilidad que las
cosas bien hechas resuelven. Y en ese magistral entorno ha nacido Aníbal Díaz García
(Pinos) y su familia; en Genestosa de Babia, donde viven; pueblo de ganados,
agua y verde.
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Aníbal Díaz, su hija Ana, su mujer
Manuela su cuñada Carolina en la majada de Malillos;
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Aníbal, su mujer Manuela y su hija Ana tienen un ganado de ovejas
merinas desde que Aníbal ya con cuatro años salía a cuidar las vacas, los
caballos bretones, las cabras, y algunas ovejas de la casa familiar. Ya de niño
aprendió en las ferias de toda la montaña leonesa, y ya de zagal, hacía la
trashumancia a tierras extremeñas, y
desde años, la trasterminancia, una forma pequeña de trashumancia. En este caso,
y desde hace unos diez años, Aníbal y su familia, así como su ganado, tardan
unos cuatro días a pie en bajar de los puertos de Babia hasta Malillos, pueblo
cercano a Mansilla de las Mulas, allá por octubre y hasta la primavera, que
vuelven a subir a Babia.
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Manuela con una lana entera de una
oveja.
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Tienen un ganado merino muy bien cuidado; unas 650
cabezas componen su medio de vida, y todo
se mueve alrededor del ganado y su cuidado. Actualmente la trashumancia
de Babia y Luna es una reliquia de lo que constituyó el esplendor de la Mesta,
desde que Alfonso X en 1273 instituyera “El Muy Honrado Concejo de la Mesta de
los Pastores del Mío Reino”.
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Ana y
Julián envasando lana en la
envasadora, un artilugio muy bien pensado… hay que pisarla para que coja más en
la saca.
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Los
pastores y ganaderos de Babia y Luna son el último exponente de la vida
pastoril caminante que cruza la provincia en primavera y otoño. El ganado ovino
está íntimamente ligado al aprovechamiento de los pastos de altura conocidos
como “puertos pirenáicos”. Puertos, rebaños y pastores forman la trilogía
dinamizadora de las cumbres serranas en los períodos estivales. Tres
modalidades de pastoreo coexisten en Babia y Luna: la “vecera” o rotación de
los vecinos por “velanda”, según el número de cabezas, la “trasterminancia”,
cuando el recorrido apenas supera los 200 Km., y la trashumancia cuando el
recorrido es mayor de esos 200 Km. Aquí en nuestra provincia la trasterminancia
cobra un valor muy significativo. Los ganaderos como Aníbal, pasan el duro
invierno en las riberas de los ríos, o bien, en alguno de los pueblos del sur
de León. La antigua organización de la cabaña, estructurada de forma jerárquica
desde el zagal, persona, ayudante, compañero, rabadán, hasta mayoral, se ha ido
borrando. La “excusa” o número de ovejas que le correspondía llevar a cada
pastor pervive tenuemente. La “collera” o suministro de alimentación que se
envía al chozo se transporta de distinta forma. En este caso que nos ocupa,
Aníbal y su familia se reparten el trabajo, así como cuentan también con sus
fieles perros careas y mastines. Pero por principios de mayo, y dentro de las
innumerables labores de los pastores, hay una que llama la atención por su
tradición y su trabajo; hay que esquilar a
las ovejas merinas, pura lana virgen, para un mercado muy cambiante.
Para ello es necesario una ayuda extra de la familia, también colaboran Julián,
José Antonio, Toño y Carolina. Cada oveja
merina de media produce unos 4 kg. de lana. Se envasa en grandes sacas que hay
que ir pisando hasta el llenado y que
vienen a pesar unos 80 kg.
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Una de las cuadrillas de esquiladores de Montaña de León.
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El tiempo de esquilar antiguamente duraba varios
días, pero hoy en día y gracias a la mecanización de este viejo oficio, en
muchos casos con un día es suficiente.
Esquiladores Montaña de León, es una empresa creada por Alfonso Suárez e
Ignacio Fidalgo en 2002, dos ganaderos de la zona que decidieron vender su
ganado y dedicarse a esquilar vista la carencia existente en dicho oficio.
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Esquiladores Montaña de León, recorren toda España esquilando desde febrero
hasta octubre.
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El
primer año comienzan con tres personas, esquilando 25000 cabezas. A partir de
entonces el crecimiento de la empresa ha sido progresivo, contando actualmente
con más de 50 trabajadores de diversas nacionalidades: Argentina, Uruguay,
Nueva Zelanda… Para la última campaña se espera alcanzar las 500.000 ovejas
esquiladas. Una de las principales filosofías de la empresa es dignificar esta
profesión, para lo cual todos los trabajadores tienen su documentación en
regla, contrato laboral, alta en la Seguridad Social y los seguros necesarios.
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Uno de los esquiladores en plena
faena.
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En el año 2009 se ha comenzado a ofrecer a los ganaderos de ovejas y cabras
sobre todo estabuladas, un nuevo servicio consistente en el corte de uñas. Para
este nuevo servicio usan un sistema de manejo cómodo para los animales; el
volteador hidráulico. Como ven, la mezcla de tradición y modernidad no está
discutida. La campaña comienza en febrero y finaliza en octubre. Esta empresa
leonesa con ese bonito nombre… “Esquiladores Montaña de León”, tiene varias
cuadrillas de trabajadores que recorren todo el país; llevan sus tableros para
esquilar, las maquinas necesarias y un montón de recambios de cuchillas,
aceites, jabones para desengrasar los “fierros” como lo llaman los esquiladores
de la Pampa que estuvieron esquilando las ovejas de Aníbal en Malillos. Los
números asustan…en posición nada correcta de espalda, estos seis buenos hombres
llegan a esquilar en un día 700 ovejas merinas; si son de leche, casi el doble,
pues dan menos lana, unos 2 kg por oveja. Uno, que estuvo de testigo mudo en el
duro trabajo se sorprende de la manera tan simple y sin aspavientos de tratar
al ganado. Con una simpleza y maestría manifiesta; cogen al animal tranquilamente, no lo atan de manos, no se
mueven y en un par de minutos largos, esquilan al animal, y le quitan ese peso
para el duro calor del verano.
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Los fieles perros Careas “Pinche y
Rubio” que cuidan el ganado como nadie.
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Y qué podemos contar de los fieles perros carea y mastín leones y
criados en Babia. “Pinche y Rubio” y la mastina “Teka”, los perros de Aníbal
saben a la perfección su trabajo, siempre atentos al silbido del pastor.
Según los expertos, el Carea se caracteriza por su austeridad y fortaleza. Se
muestra inalterable en su trabajo, incluso con las condiciones climáticas más
adversas y variables. Posee una disposición innata para las exigencias del
pastoreo. Tiene gran capacidad de atención y aprendizaje. Se muestra incansable
en el trabajo y siempre está pendiente de su dueño. Pueden encerrar
perfectamente el ganado ellos solos en las majadas o cerramientos. En un
momento de descanso, se tumban los perros, se acercan tres ovejas… y parece ser
que se han invertido los papeles, ahora son ellas las que velan por el descanso
de los carea.
Esta es la herencia ancestral que estos
pastores han recogido de sus antepasados trashumantes, y la que dejarán a sus
generaciones venideras. Si durante siglos la mesta y la explotación natural de
los recursos han sido muy bien cuidadas, y se ha convivido en armonía y paz,
que nadie ni nada lo malogre. Me
comenta Ana, la hija de Aníbal y Manuela, que escriba mucho de su tierra, de
Babia. Le pregunto sobre cosas importantes como el chozo, las leyendas de los
lobos y los osos, le pregunto sobre si va a seguir con el ganado cuando se
jubilen sus padres, me sonríe, y me dice: “¡ahora estoy estudiando…” y con una
carcajada socarrona y limpia, me espeta… “¡Tendré que buscar un novio al que le
guste Babia, el ganado y yo…!”
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Las ovejas merinas ya esquiladas, y
después del recuento, salen al corral.
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