miércoles, 29 de noviembre de 2017

NOTICIA: Los personajes del tío Ful: Pedro Delgado, campanero

PERSONAJES "Tocar a niño muerto es muy duro".

Pedro Delgado, campanero.
Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza /25/11/2017
lanuevacronica.com
Estar aquí arriba, que se divisa todo el pueblo, y ver salir de una casa un féretro blanco con un niño y sus hermanos llevándola, es el momento más duro que he vivido; y creo que el de cualquier campanero. Tener que tocar te encoge el corazón pero...». Es el único momento en el que Pedro Delgado, El campanero de Villabalter, parece perder las ganas de tocar las campanas de su pueblo, ésas a las que lleva haciendo hablar desde hace casi ochenta años.

- 80 años será mucho decir.
- No lo es. Tengo 85 y todavía era un niño cuando mi padre, que también era campanero, me subía hasta las campanas por esas mismas escaleras por las que subimos hoy... algo menos estropeadas, pero las mismas.

Y heredó orgulloso el cargo de campanero. Y no es una figura literaria decir que son 80 años haciendo hablar a las campanas. «Se podría decir, porque con los toques diferentes que hay se habla a los vecinos para que vayan a la hacendera, al concejo, a un entierro, a casa quemada; a las fiestas patronales, que se hace volteando; a tente nube, que junto a niño muerto es la única que tiene letra... 

- ¿Que tiene letra?
- La tiene. Claro, con el toque va diciendo la letra de ‘tente nube, tente tú, que Dios puede más que tú’...

Mil historias. Como que todas tienen un toque común inicial «menos el toque de casa quemada, a fuego, que empiezas a tocar directamente y a gran velocidad para congregar rápido al pueblo, que va haciendo una cola con calderos hasta la presa que atravesaba el pueblo... y tú sigues tocando para que se sumen más vecinos. Alguna vez me tocó hacerlo».

Y sigue hablando el hombre que hace hablar a las campanas.

NOTICIA: Más allá de la lluvia crece la música de Barja

MÚSICA Ángel Barja Iglesias falleció en 1987, hace treinta años que se fue este músico "silencioso e infatigable". El paso de los años, los recuerdos de sus amigos, la magnitud de su obra agranda su figura, demasiado olvidada.

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Fulgencio Fernández | 27/11/2017

La madrugada del 12 de febrero de 1987 se fue Ángel Barja Iglesias. Entonces demasiado en silencio y con rabia de muchos amigos. «A este hombre, que personificaba la beatitud bíblica y pacífica, se lo llevó el destino, sin ningún derecho, por la puerta falsa; y eso subleva el coraje, porque si el destino puede ser cosa de los dioses, no es menos cierto que son los hombres los encargados de escribirlo. Y a Barja se lo escribieron con caligrafía tosca y provinciana. (...) Si se me disculpa la exageración fue León quien empezó a matar a Barja, aunque su final lo rubricara un parte clínico», escribía Pedro Trapiello en La Crónica de León el 13 de febrero, en su obituario. 

Juan Luis P. López, crítico de música en el mismo periódico, reparaba en que sólo en la hora de su adiós le llegaran los reconocimientos, que ya eran tardíos. «Resulta paradójico que alguien como Barja, dedicado íntegramente a la música en todas sus facetas durante quince años, salte a la palestra precisamente ahora, como si hubiera sido un perfecto desconocido durante todo este periodo».

Fue un hombre sensible que trabajó en condiciones casi siempre adversas
Ahora, en el años del treinta aniversario de su muerte y mientras se celebra una 29 edición de su Memorial que extrañamente ni tan siquiera ha sido presentado, es bueno reconocer que su figura siguió agrandándose después de su fallecimiento con el Memorial y con las palabras de tantos amigos que se rebelaron contra el olvido de este gran músico y hombre bueno. 

Antonio Pereira decía que «temprano madrugó la madrugada para el acorde final de la vida de Ángel. Sonó el teléfono y fue un dolor, pero no fue ninguna sorpresa. Habíamos alimentado las esperanzas del amigo, que eran nuestras propias esperanzas, como si así pudiéramos anular unos presagios que se anunciaban inexorables. Ahora todo se ha consumado y quedan la admiración y el recuerdo».

Samuel Rubio también incidía en la peripecia vital del amigo. «Ante todo fue un hombre sensible, con lo que conlleva eso; luchó con un drama interno muy profundo, en el sentido de que durante toda su vida luchó por conseguir tranquilidad para trabajar, que no siempre logró, pues las circunstancias que le rodearon le fueron frecuentemente adversas. Estoy convencido de que su enfermedad fue producto también de esa lucha interior. Para el mundo de la música supone una pérdida vital».
Marga Merino escribía: «Hablaré del personaje con mayúsculas, del que supo ser siempre generoso con quienes nada le daban y todo le quitaron invadiendo tu espacio de quietud para la propia obra, porque fuiste un hombre acurrucado en un estrecho hueco, un hombre que se atrevió a pasar de puntillas por su tiempo difícil arropándose en la humildad que sólo son capaces de asumir los verdaderamente grandes».

Antonio Gamoneda le envió una ‘carta sin fecha’ con un poema que comienza «más allá de la lluvia crece la música de Ángel Barja» y una postdata que finaliza: «No eres más que memoria y, por eso mismo, hay que tratarte con especial cuidado. Que digan de tí quienes te amaron y te escucharon, a condición de que sientan vergüenza. Que te honren unos y otros en lo que queda de tí: en tu música, en tu mujer, en tu hija. Pero que nadie quiera sacar provecho de las honras, porque la generosidad, como la música, debe hacerse desde el silencio».

A mis ocho años, con mi amigo Manolo, juramos solemnemente que seríamos músicos
Se podría seguir y seguir... Parece evidente que con lo recogido es suficiente para imaginarse la magnitud de la figura de este músico nacido en Santa Cruz de Terroso y que dejó otro documento humano impagable, su propia biografía escrita para la revista de la Casa de León en Madrid. «Para dar una visión global de mi vida debo remontarme a los primeros años de mi vida, a los cinco o seis años, cuando me escapaba de casa apenas oía sonar la Banda por las calles de mi pueblo. Me metía entre los músicos y miraba sus partituras con asombro y felicidad», recuerda de su infancia, para añadir un entrañable ‘juramento musical: «Tenía yo un amigo que se llamaba Manolo y cierto día, a nuestros ocho o nueve años, practicamos un rito inolvidable. Nos fuimos a un prado alejado del pueblo, nos cogimos de las manos mirándonos a la cara y después de haber pronunciado en voz muy alta todos los tacos que sabíamos, juramos solemnemente hacernos músicos».

Y Ángel Barja cumplió su juramento, completando una impresionante biografía musical que, en su caso, es mucho decir que «pareja» a la humana. Y, por suerte, hoy más conocida aunque aún demasiado olvidada.

martes, 21 de noviembre de 2017

PIEZA DEL MES: NOVIEMBRE 2017

 “LA DULZAINA. Una dulzaina valenciana en León”.

Investigador: D. Pedro Gómez García
Grado en Historia del Arte. Universidad de León. Becario MEPL. Dulzainero

Sábado, 25 de noviembre de 2017. 17:30 h.

Animación musical: Pedro Gómez. (Dulzainero)
                                   “Tolo” Cardeñoso. (Dulzainero)
                       Sara Gómez. (Percusión)

Patio Espacio Peregrino. Planta Baja.
Museo Etnográfico Provincial de León. Mansilla de las Mulas.
Actividad Gratuita



El Museo Etnográfico Provincial de León perteneciente a la Diputación de León, en su programa de Actividad “Pieza del Mes”, ha programado para este mes de noviembre, aprovechando la cercanía del 22 de noviembre, día de Santa Cecilia, patrona de la música, la charla sobre un instrumento musical con gran calado festivo en el sentir popular, la dulzaina, pues ha servido para alegrar las fiestas de los pueblos de nuestra provincia, esta pieza procede de León capital, pero de origen valenciano.

 Será Pedro Gómez García, Grado en Historia del Arte, Becario del MEPL y dulzainero quien  nos haga un estudio histórico de la dulzaina en la provincia de León, así como su origen en la península y su desarrollo en nuestra cultura popular y tradicional.

Este instrumento, o más bien su familia, la de los Oboes, tienen un largo recorrido dentro de la cultura occidental, teniéndose muestras de ello ya en época romana y siendo reintroducido posteriormente en época medieval por árabes o por pueblos centroeuropeos. Hay presencia de dulzaina en múltiples fuentes documentales y en la mayor parte del territorio, como es toda la zona mediterránea, Aragón, Cantabria, Castilla o Navarra. Su realidad y estudio puede estar plagada de polémicas en muchos momentos debido a un grave problema semántico, pues en muchas ocasiones se denomina también como Gaita.

La dulzaina tiene un recorrido corto pero intenso en la provincia. Las fuentes primarias nos confirman la presencia de dulzaina –tal y como hoy la conocemos, aunque sin llaves-  de una manera asentada en la capital a mediados del siglo XIX, posteriormente, durante la Guerra Civil y la dictadura franquista, sufre un duro retroceso con la pérdida de una importante parte del patrimonio inmaterial que rodeaba a este instrumento. Desde los años 70 y 80 en adelante se ha llevado una importante labor de recogida y recuperación de este patrimonio, así como una labor de formación de nuevos dulzaineros que mantienen viva la tradición.

La ponencia será finalizada con la interpretación de varios temas de dulzaina propios de la provincia de León, de grupos como Los Mayos, Los Clarines o Los Cirolines, de la mano del propio ponente y del reconocido dulzainero leonés “Tolo” Cardeñoso, acompañados por la percusión de Sara Gómez.

De esta forma el Museo quiere rendir un homenaje a los músicos tradicionales con esta pieza y otras tantas que se muestran en su colección permanente dentro del área específica dedicada al ciclo festivo, donde se explicita la diversidad provincial en este tipo de manifestaciones y en donde se podrán admirar además otros tipos y formas de instrumentos (chifla y tamboril, tambor tradicional, matracas y carracas, etc.) y los diferentes tipos de bailes y danzas tradicionales leonesas.

ACTIVIDAD REALIZADA

Francisco Javier Lagartos (Técnico del MEPL) y Pedro Gómez, (Dulzainero)
Pieza del Mes de noviembre. "La Dulzaina".

Pedro Gómez, Dulzainero, Investigador de la Pieza del Mes
 de noviembre en el Museo Etnográfico Provincial de León.

Pedro Gómez y Tolo Cardeñoso (Dulzaineros)
  Sara Gómez (Percusión).

Pedro Gómez García, (Dulzainero).

Tolo Cardeñoso y Pedro Gómez (Dulzaineros).


miércoles, 15 de noviembre de 2017

ACTIVIDADES MUSEO ETNOGRÁFICO PROVINCIAL DE LEÓN MES DE NOVIEMBRE 2017

PRESENTACIÓN LIBRO:

“LA HUIDA DEL TIEMPO”.

Autora: Charo de la Fuente Mar

Sábado, 18 de noviembre 17,30 h.
Patio Espacio Peregrino. Planta Baja. Museo Etnográfico Provincial de León
Mansilla de las Mulas. Actividad Gratuita



La Diputación de León a través del Museo Etnográfico Provincial de León en colaboración con la autora Dª. Charo de la Fuente Mar, organizan la presentación del LIBRO:

“LA HUIDA DEL TIEMPO”

El próximo sábado día 18 del presente mes de noviembre, tendrá lugar en el espacio Patio Peregrino del Museo Etnográfico Provincial de León, sito en Mansilla de las Mulas, la presentación del libro “La huida del tiempo”, contando con la presencia de su autora Dª. Charo de la Fuente Mar.

El libro que nos presenta,  “La Huida del Tiempo”, según la autora, es un viaje poético por la propia existencia personal de cada uno, pues hace un recorrido y nos acerca a los momentos cotidianos de la vida, aquellos que ocurren mientras se nos pasa el tiempo de la misma y que nos hacen ser lo que somos, conducir nuestra vida como lo hacemos, evitar aquello que no queremos, o asumir lo inevitable…

Se para en cada instante y congela las vivencias que ocurren en ese imaginario viaje. No permite, como es lógico, que viajemos en el tiempo, eso sólo es ciencia ficción, de momento, pero nos permitirá ver cómo se enredan las variables espacio y tiempo en la vida y la existencia personal, y lo hará de un modo poético, mientras pretende hacernos pensar en el “mientras tanto”, en los momentos vividos, aunque la conclusión sea siempre, en todos los casos y para todos,  que el tiempo pasa, inexorable, y nada podemos hacer por cambiar tal realidad, salvo vivir cada momento que se nos regala…

Lo que la autora quiere, con esta obra, es que antes de “esa huida”, disfrutemos “este particular viaje por el tiempo”…

Al mismo tiempo la autora también hará un recordatorio de su libro anterior dedicado a León, titulado: Tierra de raíces y de amores”. Consta de dos partes diferenciadas. En la primera parte, pinta la tierra y sus raíces y, por ello, sus poemas son un canto a sus orígenes, a lo recordado, a lo acostumbrado, a lo importante y más valorado de ellas. La segunda parte es una vuelta a la vida interior, a los sentimientos, al amor adolescente, al amor a la familia, a las vivencias que marcan y, también, a la esperanza de seguir pisando la misma tierra, manteniendo las raíces y  los mismos amores.

Así pues, les esperamos en esta tarde dedicada a la poesía con una autora de nuestra tierra, que bien seguro llevará a los presentes a pasar una deliciosa velada llena de sentimientos.


ACTIVIDAD REALIZADA


Dª. Charo de la Fuente Mar,
en la presentación de su libro "La huida del tiempo".

Presentación del libro de Dª. Charo de la Fuente Mar, "La huida del tiempo",
en el Museo Etnográfico Provincial de León.




NOTICIA: ¡Estamos en la gloria! La calefacción radiante más antigua

Las glorias, ese sistema económico de entrar en calor durante los fríos inviernos en el sur de la provincia de León y que tanto recuerda a abuelos... "Ande yo caliente, ríase la gente".


Toño Morala | 13/11/2017
La tarde se echaba encima en aquellos inviernos tan terribles de frío; la abuela ya andaba detrás del abuelo desde hacía rato…-¡Anda, prende la glorieta, que los más pequeños ya van teniendo frío! El abuelo sonreía, abría la puerta de la cocina y, justo allí, en el pasillo, levantaba la trapa de madera y se ponía a arrojar la gloria… de un cesto grande a los ojos de un niño, el abuelo sacaba restos de manojos de las viñas, una poca de paja trillada, y con una de aquellas cerillas hacía una lumbre pequeña, luego le metía más paja y un manojo grande de los palos de las viñas, lo empujaba con una especie de pala… y el decrepitar del fuegocon aquel tiro al fondo y las llamas, empezaba lentamente a calentar el suelo de aquellas primeras baldosas. Todo un rito que previamente nada quedaba al azar; en la cuadra, pajar, o panera, esperaban los manojos de las viñas podadas en febrero; al lado, la paja trillada esperaba al cesto de mimbre; todas las mañanas, también se prendía el hogar y se ponía la trébede para hacer desde el desayuno, hasta la larga comida. Luego, al mediodía, el abuelo dejaba en el portalón, justo a la entrada de la casa, el cesto lleno para arrojar la glorieta a eso de media tarde; en los días más fríos, la glorieta se prendía por la mañana también. Al momento, todos los chavales nos sentábamos repartidos por toda la cocina, con la advertencia de la abuela… - ¡cuidado con las posaderas que luego se ponen fastidiadas!, decía entre risas. De todas las maneras, en la cocina, ya desde temprano, el hogar, la horneja, estaba prendida todo el día con el pote lleno de agua caliente para lo que fuera menester. Se hacía de noche casi a media tarde, el frío fuera era tremendo, las calles del pueblo estaban vacías, la abuela y madre escuchaban la radio, una de aquellas radionovelas que duraban años, mientras el abuelo y padre iban a la cuadra a dar de comer al ganado y a ordeñar. La hora de la cena temprana, aquellas sopas de ajo y alguna tortilla con lo que hubiera, y el pan, el magnífico pan de masa madre, de hurmiento que hacían las vecinas, cada semana o cada quince días, en una casa diferente. De nuevo un último arrojo a la gloria para mantener parte de la casa algo caliente, y para la cama… camas que ya estaban precalentadas con aquellos ladrillos que se ponían en la trébede… el resto era dormir tapados hasta la nuca con aquellas sábanas de lino y aquellas mantas de lana que picaban la intemerata, hasta hacer calor entre todos los que dormíamos en aquellas camas de uno cinco de ancho y colchón de lana. Pero no vamos a desviarnos de la cuestión que hoy nos ha traído hasta estas líneas. La gloria, la glorieta, la de frío que ha quitado en estas tierras del sur de León, y en otras partes; pero, además, por aquí, el combustible de madera era muy escaso; en mi pueblo, allá en el vallejo y, como plantados por el viento, apenas una hilera de olmos medianos, daban algo de sombra a los pastores en el duro verano de calor intenso; el resto era paja, manojos, rastrojos varios… y con eso se calentaba el personal y se atizaban los hogares para hacer las comidas tan repitadas durante años. 


La gloria, «el sistema más económico de calefacción», consta de tres partes fundamentales: el hogar o boca por donde se introduce y ‘arroja’ la paja, escoba, madera o sarmientos que sirven de lento combustible (se sitúa generalmente en la cocina o en el pasillo que comunica la vivienda con el corral; muchas glorias, también tienen la entrada por el exterior de las casas); una serie de galerías que recorren, bajo el suelo de la casa, las principales dependencias,–la mayoría solo la cocina y parte del pasillo–; y una chimenea o humero recibida en el muro del final de la estancia, por donde sale el humo. Las galerías o conductos subterráneos se hacen a nivel algo superior al del hogar, y constan de una canal principal o cañón que une otros secundarios, precisamente los que llegan a las partes más frecuentadas de cada estancia (las glorias, en las casas más viejas, no recorren todas las estancias de la casa, si no que caldean la cocina y poco más). El canal principal termina en una chimenea, que sube, vaciada en el muro o adosada a él, hasta el exterior; tiene ésta una chapa (el ‘tiro’ de la gloria) que sirve de cortafuego y que se cierra al tiempo que la trampilla del hogar, una vez encendida la gloria, para conservar el aire caliente.

Tenemos una amplia descripción de las glorias de finales del siglo XVIII, según la cual, se desprende que las actuales han simplificado sus formas: «A lo largo de la sala más capaz y cómoda de la casa se construye un poyal hueco de bóveda deladrillo, y de cuatro o cinco palmos de altura, que corre arrimado a la pared. En medio de este poyal y al frente, se abre una boca en arco de tres cuartas de alto y casi la misma anchura, cuyo centro forma una especie de hornilla, que en la parte superior tiene un respiradero, esto es, un cañón embebido en la pared o tapia de la espalda y que penetrando por ella, sube hasta buscar el aire libre. El hogar está en el suelo de esta hornilla, y el modo de hacer el fuego se reduce a encender en él unos sarmientos e ir echando encima capas de paja trillada, ni tan lentamente que se consuman del todo, ni tan deprisa que se sofoque y apague la lumbre. De tiempo en tiempo se aprieta la paja y se continúan con las capas. Ese montón se rocía por encima con agua y se cubre y aprieta con piedras para que el fuego se concentre más y más y quede del todo cobijado». Aquí queda esto de aquellos años. Una de las razones de ser de este sistema de calefacción, radica, principalmente, en la utilización de combustibles no leñosos; por ello, es en las zonas desarboladas, como la de Tierra de Campos, donde más abunda. Además, en verano, la gloria es recorrida por una corriente de aire que refresca las estancias. En casas de varias plantas, el inconveniente es obvio, dado que la gloria no calienta los pisos superiores. Generalmente, las glorias se hacen de adobe o ladrillo, y sus techos, o sea los suelos de la casa, suelen ser de baldosas o piezas cerámicas que conservan el calor durante mucho tiempo. Se cree que las glorias pudieran ser estructuras derivadas del hipocausto romano. El hipocausto; es preciso dar algunas pistas históricas para comprender la morfología y el funcionamiento de este gran invento. Tras la Reconquista Cristiana, llegó la Edad Moderna con la repoblación de un territorio cada vez menos arbolado, más cerealista, más modificado por el hombre. Mucho influyeron las grandes deforestaciones que alimentaran los astilleros en la expansión colonialista española, a partir del Siglo XV. Los hipocaustos ya milenarios seguían allí, con su conocida capacidad de combustión lenta por regulación del flujo de aire... el sistema se perfeccionó para prescindir de la leña, cada vez más escasa, y así, quemando paja, ramas finas y desechos agrícolas, este sistema de suelo radiante rebautizado en castellano como gloria ha servido durante siglos para paliar la crudeza de los inviernos. Existe también un pariente menor de la gloria: la trébede, que además de calefacción servía de hogar para cocinar. El vocablo deriva del latín ‘tripĕdis’, trípode de hierro que facilita la cocción de alimentos elevando la olla sobre el fuego: precisamente la trébede es una elevación parcial del suelo de la habitación, con el hogar en la misma dependencia, donde se combinan cocina y gloria. Es una solución más económica pero igualmente funcional. Lo cierto es que, hasta la segunda mitad del siglo XX, la gloria y la trébede conformaron el sistema de calefacción y cocina por nuestras tierras, junto al hogar tradicional. En palabras de un vecino: «era la calefacción que se usaba en la habitación común de la casa, la cocina, donde nos reuníamos todos después de trabajar: el padre en el campo, la madre en la casa, los críos en la calle y escuela…» Y recuerden… «Ande yo caliente… ríase la gente…». Góngora nos sigue.

sábado, 11 de noviembre de 2017

NOTICIA: Agroalimentación, arte y maquinaria se unen en Mansilla

La muestra contará también con música, teatro y la tradicional degustación de bacalao.

La feria volverá a congregar a cientos de personas este sábado en Mansilla.
 JESÚS F. SALVADORES -
P.R.B. | REDACCIÓN
Desde tiempos inmemoriales, las ferias han contribuido desde siempre al sostenimiento y desarrollo de Mansilla de las Mulas. La del tomate —durante la etapa estival— marca un antes y un después en cuanto a calidad de los productos y ventas, pero es cada 11 de noviembre con la de San Martín cuando la villa alcanza sin duda su máximo esplendor. Una muestra multisectorial que crece con cada edición donde hay cabida para todos los sectores —en la explanada de La Fragua— y en la que se hace grande una de las mejores exposiciones de maquinaria agrícola de la provincia —en la avenida de la Constitución. Lo que comenzó como una feria ganadera es ahora el mejor escaparate posible para el comercio.

Y aunque como tal sólo se celebra cada día 11 de noviembre, al coincidir en fin de semana le acompaña un programa de actividades extenso —viernes, sábado y domingo— en el que no faltarán la música, la tradicional degustación de bacalao, el campeonato de mastín leonés o las representaciones teatrales, entre otras muchas cosas.

Las puertas de la feria abrirán de forma oficial el sábado a partir de las 12.00 horas con la recepción de autoridades, aunque ya habrá actividad desde mucho antes. Como suele ser habitual, el recinto ferial se concentra en el entorno de la avenida de la Constitución, en dos espacios diferenciados: una parte de la feria bajo carpa con más de cuarenta stand de productos agroalimentarios y artesanales; y otra parte al aire libre donde se expone la maquinaria agrícola, a lo largo de más de cuatro mil metros cuadrados. A ello hay que añadir el mercadillo multitudinario repartido por las calles y plazas de la villa. Por otra parte, este 2017 se cumplen 100 años de la celebración de las ferias mensuales en Mansilla. Por tal motivo, hasta este viernes puede visitarse la exposición de fotos relacionadas con las ferias de Toño Ceballos y Félix Llorente en la Casa Cultura, de 18.00 a 20.00 horas. Visitar Mansilla de las Mulas este fin de semana es conocer a fondo lo mejor de la artesanía, de la maquinaria y de la gastronomía, entre otras.

miércoles, 8 de noviembre de 2017

VISITA TEATRALIZADA: NOVIEMBRE 2017

“Un paseo por la Feria de San Martín a través de las piezas del Museo”.

Recreador histórico: Pedro J. Mora Barrientos

Sábado, 11 de noviembre a las 17, 30 h.

Museo Etnográfico Provincial de León. Mansilla de las Mulas.
Actividad Gratuita

El Museo Etnográfico Provincial de León de la Diputación de León, por celebrarse en la Villa de Mansilla de las Mulas desde época medieval cada 11 de noviembre la Feria de San Martín, se suma a ésta con una actividad lúdico didáctica relacionada con la interpretación histórica y de cultura inmaterial sobre la importancia de las Ferias y Mercados.

Esta actividad especial se desarrollará en la sede del museo en forma de Visita Teatralizada a las 17:30 h. del día 11 y estará a cargo del recreador histórico, Pedro J. Mora Barrientos encarnando la figura de un mercader, quien nos contextualizará las reuniones mercantiles a través de las áreas del Museo que tienen relación con ferias, mercados, venta ambulante, tiendas de ultramarinos, etc.

Los Mercados históricos de algunas localidades de León se documentan ya desde el siglo XI, acaparando la mayor actividad mercantil y comercial de la época. Poco más tarde, a principios del siglo XII, surgieron de forma estable las Ferias, que poseían un dominio comercial espacial y material más amplio que los Mercados, siendo posiblemente en la provincia la Feria de Sahagún (alrededor de 1152) la que posea mayor antigüedad constatada.

Mercados y Ferias comercializaron toda clase de productos (granos, legumbres, hortalizas, tocino, fruta, pan, aceite, manteca de vaca, queso, ultramarinos, escabeche, paños, lino, linaza, lienzos del país, loza, alfarería, madera, aperos y artículos de lujo). Protegidos por la realeza, en el siglo XIII algunos de estos mercados y ferias consiguieron ser francos, es decir, libres de pagar impuestos. Esta herencia, sirvió para potenciar la productividad y las relaciones económicas que se desarrollaron exponencialmente hasta finales del Antiguo Régimen y previo al desarrollo de los nuevos medios de comunicación (trenes, viarios, explotaciones, nuevas demandas, etc.), que hicieron que a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX hubiera un nuevo empuje de nuevos mercados y ferias, que en gran medida han sobrevivido hasta nuestros días.

A principios del siglo XIX en la provincia se celebraban ferias en 27 localidades, lo que suponía 33 convocatorias al año, a las que hay que sumar 15 mensuales de los feriones del entorno berciano, de los que queda actualmente la feriona de Villablino. El motivo principal era la compra-venta de ganados, que podían variar según la fecha del año.


La Feria de Mansilla de las Mulas se suma a las históricas y de protección real, puesto que aparece citada ya en la primera mitad del siglo XV y en 1485 los Reyes Católicos ya reconocen su importancia y apoyo decidido en oposición a la de León ciudad, puesto que ambas compartían sus fechas a mediados del mes de noviembre, siendo fundamentalmente las transacciones de ganado de lo que en las dos ferias se trataba. La feria mansillesa fue afamada sobre todo por las transacciones de ganado caballar y mular, razón que produjo incluso la incorporación al nombre de la Villa. 

ACTIVIDAD REALIZADA

Pedro J. Mora en varios momentos de la visita teatralizada




SEMINARIO DIDÁCTICO: NOVIEMBRE 2017

“LA PIANOLA: Enróllate y Toca”.

Investigador: Fernando Pariente Arias.
Pianista, Profesor del Conservatorio Profesional de Música de León

Viernes, 10 de noviembre 17 h. Taller Didáctico
Actividad gratuita

Patio Espacio Peregrino. Planta Baja. Museo Etnográfico Provincial de León
Mansilla de las Mulas.


La Diputación de León a través del Museo Etnográfico Provincial de León, este mes de noviembre junto con el Conservatorio de Música de León han programado un Seminario Didáctico dedicado a la música, será D. Fernando Pariente Arias, Pianista y Profesor del Conservatorio Profesional de Música de León quien realice este taller con los alumnos del conservatorio acercándoles a la pianola, instrumento musical desconocido para muchos al ser utilizado solo durante un pequeño periodo de tiempo desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la aparición del gramófono. Esta actividad está abierta para quienes quieran asistir como público general hasta completar el aforo.

La pianola con la que cuenta el museo es un depósito realizado por Dª Consuelo Valle Fernández en el año 2014, anteriormente, en el año 2010 había donado más de 800 rollos de pianola.

La pianola o piano mecánico es un instrumento musical que incorpora el mecanismo del piano al que se agregan elementos mecánicos y neumáticos para permitir la reproducción automática de la música perforada en un rollo de papel. El rollo o cinta de papel se desliza sobre el lector –barra metálica– que consta de una serie de orificios, denominados “flauta de pan”, dispuestos horizontalmente, y unidos a unos tubos que conectan con el mecanismo. El lector tiene tantos orificios como notas tiene el instrumento. La entrada de aire se origina a partir de dos pedales, accionados por el ejecutante, llega a los fuelles donde se almacena y éstos aportan la cantidad de aire necesaria para la producción del sonido y para impulsar el movimiento de la cinta programada sobre el “lector”.

Los rollos que posee el museo contienen adaptaciones de música de baile como valses, tangos etc,  música docta y de salón como habaneras, mazurcas y reducciones para piano de conciertos,  también cuenta con sinfonías y suites de óperas y de música popular.

Así pues les invitamos a conocer el ingenio de la pianola. A descubrir una forma diferente de interpretar música. Con un solo movimiento de pedal la música irá surgiendo como por arte de magia, será una manera diferente de pasar la tarde del viernes que nos transportará a las épocas cuando la música solamente sonaba en grandes salones de casas magníficas hasta la aparición del gramófono cuando la música ya llegó a todas las clases sociales.

ACTIVIDAD REALIZADA

Fernando Pariente y público en un momento de la actividad

Fernando Pariente y alumnos del Conservatorio.

Fernando Pariente mostrando cómo funciona la pianola

NOTICIA: Monjes, boticarios y herbolarios

Monasterios y conventos han servido de dispensa para muchas curas gracias al buen hacer de sus inquilinos, quienes siempre han sido grandes conocedores de las bondades de lo natural.

Los monjes han ofrecido históricamente curas a base de hierbas
en los hospitales que regentaban a lo largo del Camino de Santiago.

lanuevacronica.com
Toño Morala | 06/11/2017
Siempre me han llamado la atención esas pócimas, hechizos, brujería, hierbas que curan… esa mezcla de espiritualidad, fe, tradición, cultura en los hábitos de curar las enfermedades del ser humano y, también la de los animales domesticados, que al fin y al cabo, era de las mejores medicinas para curar el hambre, quizás la peor enfermedad a la que han llevado a millones de humanos, otros «humanos» en pos de enriquecerse para morir igualmente. El egoísmo, esa patria de la naturaleza; esa actitud de la que se puede huir, pero que tan difícil es esquivarla a lo largo de la vida, ha tenido su parte de culpa en los grandes avatares de la sobrevivencia de los pueblos y las tribus.


Ese mensaje tan solemne de las diferentes escrituras teológicas con mandamientos, reglas, memorándums y otros por el estilo, han estado muy bien para aquellos que siguieron y eligieron una vida monástica llena de silencio y precariedades. Poner una vida al servicio de los diferentes dioses, que al final , parece ser que todos son el mismo, ha sido una de las fuentes de sabiduría a lo largo de los siglos, y en ese transcurrir del paso del tiempo, el ser humano tuvo un montón de dolencias y enfermedades que se tuvieron que ir curando con remedios de muy alta estima en muchas ocasiones; en otras, no tanto, pero se fue paliando y atrasando la muerte. Y en estas cosas, parece ser que la fe, también ha ayudado; pero sin lugar a dudas, el conocimiento sobre la observación de la naturaleza y sus ventajas, la botánica, y dejarlo en el boca a boca, en un principio, para luego, con la escritura, dejar las recetas y fórmulas en buenas manos para el estudio y la inventiva de los más pacientes y abiertos a la sabiduría; y aquí entran las monjas y monjes, los monasterios, los conventos… las huertas sagradas de las hierbas y plantas que curaban y siguen ahí. 

Hoy nos vamos a muchos siglos atrás, para contarles la hermética vida de aquellos monjes boticarios que concentraban todas sus fuerzas en generar nuevas pócimas y fórmulas, con aquellos morteros y pilones que tan sabiamente manejaban y que recetaban tanto a los miembros de las congregaciones, como a los habitantes de los pueblos y aldeas más cercanos a los monasterios, prioratos y conventos. 


Y aquí entra esta «farmacia monástica», aquellas boticas donde se preparaban los ungüentos, pócimas, pomadas, fórmulas secretas que guardaban celosamente los boticarios monjes y que se pasaban de congregación en congregación como salvavidas de los más necesitados. Y en el Camino de Santiago, por todas sus rutas, se fueron creando en la mayoría de los monasterios y conventos, hospitales y boticas para curar las enfermedades de los peregrinos que iban o regresaban de Santiago, así como para uso interno y para los habitantes de los pueblos cercanos a ellos; y en esas boticas, monjes y mancebos se fueron formando en el gran arte de la farmacia. Muchas de estas fórmulas venían del mundo romano o se aprendieron de los musulmanes y judíos. Así ocurrió con la botica del monasterio de Santo Domingo de Silos que se fundó en 1705 a petición del pueblo de Silos. A lo largo del Camino de Santiago se difunden y preparan entonces medicamentos diversos; existían los mismos en Jaca, Pamplona, Estella, Nájera, Burgos, Frómista, Carrión, Sahagún, León, Foncebadón, Villafranca del Bierzo, el Cebrero, Portomarín y finalmente en Compostela, entre otros muchos que también quedaban un poco apartados del camino, pero que también tenían botica. La vida de Fray Benito Curiel, un monje boticario en Silos ha sido muy importante para esa comunidad. 


Durante siglos, las boticas de los monasterios situados a lo largo de las rutas jacobeas, (como lo fue Sobrado, situado en el denominado Camino del Norte), ofrecieron ayuda, alojamiento y alimento, a los peregrinos que se dirigían a Compostela. A lo largo del Camino son varios los hospitales que prestaron sus servicios a los caminantes, como el de Roncesvalles, San Marcos de León y O Cebreiro y numerosos son los cenobios que acogieron tradicionalmente a los peregrinos, como sucedió en Sobrado y Oseira. Varias abadías benedictinas en Galicia contaron, también, con una botica para atender a caminantes y enfermos pobres, como las de San Martín Pinario, Samos, Celanova o Ribas de Sil y otro tanto hicieron las cistercienses de Sobrado, Meira, Montederramo y Oseira. En cuanto al utillaje de la botica, pues imaginárselo tiene su aquel, menudos tiempos… Pero fue numerosa la existencia de piezas: balanzas (de dos tipos: la romana y la propia de botica, utilizada ya en el siglo XVIII), tamices, retortas, pildoreros, pesas, espumaderas, baños (de arena, de María, de reverbero, de vapor), crisoles (de hierro fundido, plata o porcelana), otros (manga de Hipográs para el filtrado grasero, de papel de estraza), embudos, matraces (de forma redonda con caños más o menos alargados), prensas para exprimir (normalmente la de tornillo), tamices, vasos (de vidrio, cobre o hierro), peroles y cazos, alambiques (numerosos y de diferentes tamaños, formas y materiales, como vidrio o barro vidriado), morteros (de piedra, madera, vidrio, cobre o bronce) o espátulas y, como elemento de mayor identidad de la botica, el conjunto de botes o «botamen».

Las boticas de los monasterios a lo largo del Camino de Santiago ofrecían cura  a los peregrinos
A lo largo de la Edad Media la instrucción del monje boticario se llevaba a cabo por medio de formularios de medicamentos, los denominados Hortus sanitatis, auténticas joyas, muchas veces adornadas con interesantes dibujos y gráficos. En el transcurso de los siglos, el aprendiz de boticario se incorporaba a un monasterio de la Orden en que hubiera botica, en la cual, llevaba a cabo un período de estudio y servicio a las órdenes del monje boticario. Y para ir cerrando esta pequeña historia de los monjes boticarios, lo hacemos con dos apuntes. El primero sobre la botica del Monasterio de San Benito de Sahagún. Como monasterio situado en el Camino de Santiago, contaba con hospital desde el siglo XI. En el siglo XV, en la villa de Sahagún había hasta cuatro hospitales, y una leprosería en las afueras (seguramente todos pertenecientes al enorme abadengo de San Benito, que comprendía diferentes prioratos, parroquias y monasterios en las provincias de León, Palencia, Santander, Zamora y Valladolid). En 1794 se incrementó el número de camas y aunque se conocen pocos datos, la existencia de la botica debió correr en paralelo. Algunas de estas noticias: en 1614 el monje boticario era fray

Diego de Seada; el Catastro de Ensenada de 1751 recoge que la botica está administrada por el seglar Nicolás Calvo Nistal y tres mancebos; en la segunda mitad del XVIII el responsable era fray Remigio Pérez, natural de Fuentes, diócesis de Astorga; fray Romualdo Escalona, monje de San Benito, describe que a la botica se accedía por la esquina del claustro que cae entre Mediodía y Poniente. Finalmente en el mes de mayo de 1834 un gran incendio destruyó gran parte del monasterio, lo que unido a la Desamortización provocó que en 1837 la botica fuese vendida a un boticario de Valencia de Don Juan. Y el de San Pedro de Eslonza. Cuentan que el Padre Feijoo (1676-1764), benedictino, gran filósofo, naturista, botánico, cuando vivió en el Monasterio de San Pedro de Eslonza, estuvo varias veces en Valduvieco (1706), recogiendo plantas medicinales para la botica del monasterio y descubriendo fuentes. Tiene varios escritos sobre las propiedades del agua, y relata algunas costumbres. 

En su Teatro de mundo, obra VIII, dice: «Un buen régimen para la salud es la siesta. Mis monjes la practican y no gozan de peor salud que el resto». Otra: « Si quieres vivir sano, la ropa que traes por el invierno, tráela por el verano». Dice también que los labradores de la zona empleaban la Piedra Lipis, Vitriolo azul de cobre, para rociar las semillas antes de sembrarlas. El P. Feijoo, dice que hasta los burros de por aquí son listos. Cuenta que la acémila del monasterio sabía leer el calendario, pues todos los jueves iba a León cargada de recados; y si no la ataban el martes, al miércoles desaparecía.

NOTICIA: Nace la asociación de artesanos Concha Casado

Villar del Monte acoge esta iniciativa que tendrá sede en dos pajares de teito restaurados.

Restauración de un pajar en Villar del Monte. LÓPEZ SASTRE -


ANA GAITERO | LEÓN
El alcalde Francisco Simón, tuvo palabras emotivas hacia a Concha, y recordó como luchó por la conservación de los pajares mediante la técnica tradicional de teitar con cuelmos de centeno. Uno de estos pajares ya fue recuperado con fondos de la Junta de Castilla y León, a instancia de Concha Casado, aunque necesita nuevas reparaciones.

La asociación albergará una exposición con los productos artesanales de las personas asociadas. Por ahora cuenta con especialidades como madera, instrumentos musicales, alfarería, mosaico romano, pasamanería, encajes, bordados, tejidos con paja de centeno, tejidos a telar, hilados, carátulas para máscaras, cuero y cestería de mimbre.

En el encuentro participó Jesús Antonio Martínez Lombo, responsable del registro artesano de la Junta en León y explicó los detalles de la ley de artesanía de Castilla y León, tipos de carnets artesanos, etc.

Su padre Jesús Martínez Hernandez, con una memoria prodigiosa, fue un invitado de excepción como testigo directo del funcionamiento del molino de arder al que llevaban la linaza varios pueblos de Cabrera, como Corporales o Valdavido.

En la jornada hubo también una muestra artesana en la plaza Concha Casado y un cuentacuentos abarrató el salón de actos de la Asociación Villar del Monte. La jornada tuvo una gran acogida tanto de parte del público local de Cabrera como de personas que llegaron desde Madrid, Barcelona, León y hubo hasta algún asistente de Estados Unidos.

El plato fuerte se reservó para la anochecida. En una gran hoguera, con un asador de castañas gigante, manejado hábilmente por los mozos cabreireses se inició el magosto acompañado de abundantes viandas, regadas con buenos vinos y exquisitos postres.

La música que aportaron los gaiteros de Quintanilla de Yuso puso la guinda a este encuentro en el que el lema más repetido fue: «Todos unidos lo conseguiremos todo», subraya Nati Villoldo, presidenta de la Asociación Cultural Villar del Monte: Vida, Costumbres y Tradiciones y directora del Centro Didáctico Museo del Encaje de Tordesillas que cuenta con una delegación en el pueblo caibrerés.

Villoldo resalta que las asociaciones culturales de Cabrera unidas, luchan por la recuperación de su cultura y patrimonio. Son gente de acción que no se para en los lamentos. Una de las las jornadas de esta fiesta de otoño la dedicaron a sembrar de centeno las zonas quemadas por el devastador incendio que asoló La Cabrera el pasado verano «con el fin de que sus raíces puedan contener las tierras de la erosión».

COLABORACIÓN; TELEFONISTAS: ¡Dígame…aquí Mansilla!

Autor: Toño Morala

Menuda tela…aquí la operadora tenía trabajo a mansalva.

La implantación del teléfono se produjo casi simultáneamente con su invención. La llegada de los ferrocarriles, del telégrafo, del propio teléfono, de los coches y otros avances, transformó y modificó los espacios locales, regionales y nacionales. Las innovaciones tecnológicas tuvieron un papel fundamental para la industrialización y el comercio, pues permitieron la disminución de las distancias existentes entre los diferentes puntos del territorio. Uno de los inventos más necesarios fue el del teléfono, pues la comunicación entre las personas para hacer negocios, o esa necesidad de comunicarse a través de la voz, esa calidez y cercanía, no la tenían las cartas, y mucho menos los telegramas.

La simpatía y buena educación eran primordiales
 a la hora de trabajar de telefonista.

 Y de estos avances nacieron nuevos oficios, nacieron nuevas formas de expresión y cultura; nacieron las Telefonistas. Mujeres que al frente y de frente a una centralita, rodeadas de cables, clavijas, con los auriculares colgados, una simpatía a prueba de malas leches y malos humores, conectaban a los usuarios de varios pueblos o ciudades. Cuando se inventó el teléfono no existía un método automático de conectar las líneas. Antes de que aparecieran las primeras centrales mecánicas el oficio de telefonista era respetado, pero con el perfeccionamiento de los aparatos telefónicos y de las centrales, esto ya no ocurrió y la operadora cortaba la comunicación cuando el abonado le enviaba una señal. El proceso era simple: los aparatos telefónicos estaban conectados a la central telefónica por uno hilo, el aparato tenía una manivela que el abonado movía para llamar a la telefonista en la central, y ella hacía la conexión. Al terminar, el abonado movía la manivela en sentido contrario y la telefonista recibía la señal de desconectar. Con el aumento del número de abonados fue necesario dividir las centrales por sectores geográficos y, consecuentemente, aumentar el número de trabajadoras.

Línea de unas señoritas telefonistas en plena faena.

Las telefonistas en España aparecieron en 1881, cuando la empresa de telefonía comenzó a utilizar las centrales manuales. En los primeros años este trabajo fue realizado por hombres, que fueron rápidamente sustituidos por mujeres. Las primeras telefonistas trabajaban de pie, frente al cuadro de comunicación y eran supervisadas por otra persona; normalmente la supervisora sabía de memoria el nombre y el número de todos los abonados, y cuando no lo sabía lo tenía apuntado en una libreta. 

A finales del siglo XIX, y las jefas de operadoras
 vigilando el tinglado.

Con la modernización de las centrales telefónicas las telefonistas pasaron a trabajar sentadas. Las primeras telefonistas no necesitaban ser especialmente hábiles, ya que solo habían de hacer un trabajo repetitivo, conectando y desconectando los cables. Tenían que ser, en cambio, extremadamente discretas, pues eran las únicas personas que conocían todo lo que se hablaba por teléfono. Eran ellas las que realizaban la conexión entre los abonados; la persona llamaba a la telefonista, informaba con quien le gustaría hablar, y a través de los cables de la mesa la operadora conectaba con el otro aparato. Las primeras telefonistas no sabían cuando la persona terminaba de hablar y era habitual que intervinieran en medio de la conversación.

Menudo lío de cables y clavijas.

Los centros telefónicos en las áreas rurales aparecen como una articulación entre el mundo urbano y el mundo rural. El teléfono permitía este contacto, pero resultaba demasiado caro conectar solamente una línea de un punto a otro; era preciso crear mecanismos que facilitasen las comunicaciones y que no fueran costosos para el propietario. La solución encontrada fue la construcción de centrales telefónicas rurales que estarían conectadas a la central telefónica en el núcleo urbano. La telefonista de las centrales rurales tenía el mismo régimen de trabajo que la de las telefonistas urbanas, pero como atendía a pocos abonados, muchas veces ella era la fuente de información del pueblo; informaba de los resultados de las elecciones, de la avería del coche de línea, de la llegada de los trenes; funcionaba generalmente como si fuera la radio. Muchas veces las telefonistas rurales tenían la central telefónica instalada en una habitación de su casa, y los horarios y el ritmo de trabajo eran realizados de acuerdo con la cantidad de llamadas, por lo que era más libre y flexible. Tenían una buena consideración social y su retribución en general, aunque peor que en los puestos similares de la C.T.N.E. era superior al del resto de las ocupaciones femeninas de parecido cometido.

Dando línea a un pueblo desde la cabecera de comarca. 

A principios de los años 30 las encargadas ganaban 300 ptas. al mes, las telefonistas de segunda 250 ptas. y las de tercera (locutorios sin abonados) 150 ptas. En un principio, para trabajar en las empresas telefónicas las mujeres habían de ser solteras, tener entre 16 y 26 años de edad, además de tener agilidad en los brazos para alcanzar los números de la parte alta de la central telefónica. Las compañías telefónicas pedían un certificado de buena conducta expedida por la autoridad local; certificación facultativa expedida por dos médicos, constando que la interesada no tenía ningún defecto físico que le impidiese cumplir los deberes de su cargo, exhibir la cédula de identificación personal y la indicación firmada por alguna familia pudiente, lo que llevó a muchas señoritas de las clases medias a trabajar como telefonista, pues tenían una buena educación; sabían leer, escribir y hablar algún idioma. Al contrario de las telegrafistas, normalmente en las centrales telefónicas no existían las cuotas para las viudas, hijas y hermanas de los funcionarios o con grado de parentesco, y muchas telefonistas eran despedidas al contraer matrimonio. Cuando la llamada duraba tres minutos, la telefonista avisaba al abonado (salvo en los casos que él pedía que no se hiciera), reiterándole la advertencia a los 6 minutos y así sucesivamente cada vez que transcurría este intervalo de tiempo.

En la centralita de la casa…
y con el Telefunken en la mesa.

En los pueblos la cosa era de otra manera. El conocerse todos los vecinos, los hijos e hijas emigrados que llamaban de vez en cuando a los padres y hermanos, sobre todo por navidad, o cuando además pedían unos dineros, pues o bien se había acabado el trabajo, o bien los pedían para volver. La cuestión era fácil, una llamada conferencia para que dieran aviso al vecino; la telefonista mandaba aviso por alguno que pasara en el momento, o se acercaba un guaje hasta la casa con el recado que en media hora llamaban del extranjero…y algún que otro enamorado que estaba también fuera y llamaba a la novia.

Maruja y su madre Claudina en la inauguración de la Centralita
 de Teléfonos de Mansilla en 1955. Hermana y madre
 de Jesús Fernández Salvador, el carnicero ilustrado.

En Mansilla, la central telefónica se inauguró oficialmente en 1955, en un principio la llevaban Claudina y sus hijas Maruja y Pilar, pero dado el inmenso trabajo de telefonía, rápidamente tuvieron que contratar a operadoras para atender la gran demanda de más de 22 pueblos, los negocios y los particulares. Todo un rosario de nervios y emociones a través del teléfono.

En el centro Lucia, a la derecha Carmina
 y al fondo Pacita, tres de las operadoras de Mansilla.

Lucia con los auriculares y Orencio Cuesta, el celador 
de la Comarca de Telefónica.

Y no olvidemos el cortejar a las telefonistas…esta historia es verdadera…"Don Emiliano, adorador de Rosita, la telefonista, era un hombre ancho de espaldas, cuellicorto, algo apoplético y más bien calvo. Tenía unos cincuenta años y llevaba unas gafas con montura dorada, de mucho aumento. Estaba en La Robla desde hacía un año, como representante de una compañía de minas asturiana. Era viudo y sus dos hijos de dieciocho y veintidós años, estudiaban en Oviedo, donde vivían con sus abuelos maternos. La telefonista se daba cuenta de la pasión que había encendido en el corazón del cincuentón. El buen señor se pasaba todo el día solicitando conferencias, cuanto más complicadas mejor, lo cual le facilitaba una excusa para permanecer horas enteras sentado en una banqueta, delante de la ventanilla, viendo cómo su adorada Rosita manipulaba las clavijas con sus ágiles dedos. Todo el pueblo se había dado cuenta de lo que ocurría en el teléfono, pero Rosita se hacía la ingenua y se dejaba obsequiar continuamente por el asturiano. Al principio, los regalos eran de poca importancia: unos caramelos traídos del famoso Diego Verdú, un pañuelo con un pajarito bordado, un alfiletero de hueso a través de cuya tapa, cerrando un ojo, se veía la imagen de la Macarena, una cajita de cartón cubierta de conchas..." 

Una simpática operadora de una villa ya grande.

Una de las que trabajaron de telefonista fue Clara Campoamor, la defensora de los derechos de la mujer y principal impulsora del sufragio femenino en España logrado en 1931, y ejercido el derecho en las elecciones de 1933.