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El calendario festivo de muchas zonas de Europa occidental, especialmente de aquellas que fueron pobladas por celtas en la Antigüedad, tiene como relevantes el primer día de los meses de febrero, mayo y noviembre, que, como ya se adelantó, se corresponden con antiguas festividades del calendario celta, pero que fueron debidamente reinterpretadas por el cristianismo por medio del culto a los santos o a la Virgen. El origen de estas celebraciones puede ser más antiguo que los propios celtas y tal vez sus raíces haya que buscarlas en el Neolítico, como proponían los ingenieros y arqueoastrónomos Alexander y Archivald Thom en base a su estudio de los monumentos megalíticos de las islas británicas.
En el León rural esas fechas también tuvieron cierta importancia que no se ha perdido del todo hoy en día. Así, el mismo día en que se celebraba la fiesta celta de Beltaine, el primero de mayo, se mantiene todavía la costumbre del árbol «mayo» en bastantes lugares leoneses y en la que los mozos talan un árbol en la víspera de ese día, lo despojan de su ramaje y lo colocan en la plaza del pueblo. Relacionada con la fiesta de Todos los Santos, que se corresponde con el Samain celta, tenemos en León numerosas tradiciones y creencias de entre las que interesa destacar ahora la «machorra», costumbre propia del suroriente leonés desaparecida en la que los mozos celebraban una merienda de hermandad consumiendo carnero la víspera del primero de noviembre, para hacer repicar después las campanas de las iglesias de manera incesante durante toda la noche. Las cofradías o sociedades de mozos de las zonas rurales leonesas, que tanto intrigaron a Julio Caro Baroja, tenían antaño gran protagonismo a la hora de mantener y ejecutar las tradiciones vinculadas los mayos, a Todos los Santos y también a la fiesta de Santa Brígida, el primero de febrero, con la llamada fiesta de Santa Brígida, y era frecuente que durante estas fechas se aprovechara para aceptar a nuevos miembros de estas organizaciones moceriles.
Santa Brígida en León
La fiesta de Santa Brígida, de la que ya se ha tratado anteriormente («La santa tormentera», Diario de León, 26 de enero de 2014) se desarrolla el mismo día en el que los celtas irlandeses conmemoraban Imbolc, festividad dedicada a la diosa Brigit cuyo culto tenía tanta pujanza en la Irlanda pagana que fue cristianizada como Santa Brígida, quien supuestamente vivió entre los siglos V y VI y fue abadesa del monasterio de Kildare. Los detalles de las numerosas biografías que se le dedicaron, junto con el propio nombre de la santa o el día en que se celebra su festividad nos remiten a un culto sincrético entre una deidad pagana y una figura cristiana. De hecho, éste es quizá uno de los ejemplos más claros y mejor documentados de sincretismo religioso llevados a cabo en la Europa tardoantigua pues no hay constancia de que esta Brígida cristiana existiera realmente, a pesar de su enorme popularidad en Irlanda donde se la considera patrona junto con San Patricio. El culto a Santa Brígida fue llevado por peregrinos irlandeses por toda Europa, aunque su importancia decayó pronto a excepción de en su isla natal. Como nos recuerda David Gustavo López, Santa Brígida es patrona de unos pocos pueblos leoneses: Fresnellino del Monte, Valdemorilla y Villafer; la celebración de Las Brígidas en Cea, desplazada al 2 de febrero, también hay que ligarla a esta santa. Pero tan exiguo culto en León es engañoso porque en torno a esta figura apócrifa y al primero de febrero hubo un importantísimo elenco de tradiciones populares que sorprendentemente nos remiten a las tradiciones folklóricas irlandesas que hasta hace pocas décadas tenían lugar en esa misma fecha festejando a la misma santa. No sabemos cuándo y cómo llegó el culto popular a Santa Brígida a nuestra tierra, aunque sus orígenes, como los de otras fiestas de invierno, parecen ser muy antiguos. Curiosamente, la devoción a Santa Brígida en Extremadura parece haber sido llevada a esa región por repobladores leoneses, tal y como sugiere el escritor José Luis Rodríguez Plasencia.
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