Ejemplo
único del laboreo del hierro en la era preindustrial, la Herrería de Compludo
recupera su esplendor y se abre a las visitas bajo la mano experimentada de la
cuarta generación de la familia de herreros de Compludo. El fuego de su fragua
aviva la historia de una ferrería asentada a orillas del río Meruelo.
SUSANA VERGARA PEDREIRA
Completamente
accesible desde hace tan sólo unos días después de su cierre temporal, la
Herrería de Compludo —uno de los pocos ejemplos de fragua anterior al
desarrollo industrial que aún conserva un rudimentario mecanismo medieval en
España— ha agregado a su amplia biografía un epílogo caligrafeado por la cuarta
generación de la familia de herreros que desde los primeros años del 1900 se
han hecho cargo de su laboreo. Son las manos del biznieto del primer herrero de
Compludo, Amadeo Sánchez, las que actualmente modelan la forja, eso sí, con un
enfoque turístico. Manuel Sánchez ha tomado las riendas de la vieja ferrería
por encargo expreso de la empresa que hoy día ha hecho posible su despertar en
el marco del proyecto cultural Vita, Natura et Legenda, con el que Mayfer
quiere dinamizar una zona rica en patrimonio natural e industrial, recoveco de
leyendas eremíticas y de sagrado retiro que fue abadía y tenencia monacal de
San Fructuoso.
No en
vano, los orígenes de la Herrería de Compludo —declarada Monumento Nacional en
el año 1968 y enclavada en la Tebas berciana— se asocian al primitivo
monasterio fundado por este santo en el siglo VII, aunque los estudios más
recientes localizan su construcción en los primeros años del siglo XIX. Sea
como fuere, la ferrería enclavada a orillas del río Meruelo, en la confluencia
de éste con el arroyo Miera, es una joya patrimonial insólita en el presente
que permite tener una idea clara y tan real como certera de cómo se trabajaba
el hierro en el pasado.
Ahora
más que nunca su escenificación es sincera, pues tras la instalación del nuevo
mazo pilón de roble que ha sustituido al ya deteriorado mazo de fresno
anterior, colocado en 1988, y la puesta a punto que necesitaban tanto la fragua
como la rueda hidráulica o rodezmo, se podrán hacer demostraciones con forma y
no vacías como las que se venían practicando hasta hace tan sólo unas semanas.
La
Herrería de Compludo es un ejemplo más de que hay futuro en el pasado, de que
lo antiguo importa a las generaciones de hoy y de que conocer la historia es
fundamental para entender el presente y para no olvidar, nunca, cuál es el
origen de todo. Manuel Sánchez no lo olvida, por eso sigue impertérrito ante el
fuego de la fragua, manteniendo viva la llama de su propia familia y la labor a
la que se propio padre dedicó medio siglo de su vida.
Una
rueda hidráulica mueve el mazo pilón de la herrería más famosa del Bierzo y la
trompa catalana de su fragua inyecta el aire necesario para avivar la llama.
Las aspas, impulsadas por el agua, giran entorno a un eje de levas junto a una
viga de grandes dimensiones que hace de palanca para el martillo pilón que, a
su vez, golpea el yunque en el que se trabaja el hierro. Su mecanismo es
ejemplo del modo de aprovechamiento hidráulico más primitivo que se conoce para
la fabricación de metal. Si esta peculiaridad no fuera suficiente, el enclave
natural en el que se localiza este legado medieval acrecenta su atractivo a
ojos de cualquiera. Es fácil perder la mirada y hasta el espíritu en la
inmensidad de la Tebaida y dejar dormir al oído al son del confortable sonido
del agua. La herrería es sólo un aliciente, un diamante en bruto al que han
sabido sacar brillo y en el que se refleja una experiencia mucho mayor.
Disfrutarla es tan fácil como viajar al Bierzo, conocer lo que ofrece el
entorno rural de Ponferrada y dejarse llevar por el silencio.
Abierta
al público de miércoles a domingo, de 11.00 a 13.00 horas y de 15.30 a 18.00
horas, la vieja herrería medieval de Compludo ampliará sus horarios el próximo
mes y será accesible de 11.00 a 14.00 horas y de 16.00 a 20.00 horas. El agua
vuelve a dibujar una franja de vida entre sus muros de piedra y el fuego
acompasa la escena, contrarrestando la corriente del líquido elemento. Todo
ello a cinco kilómetros desde la localidad de El Acebo (Molinaseca) y a un paso
de la capital del Bierzo.
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