La naturaleza siempre ha sido buena
con los tiempos y las escaseces; siempre tuvo una mano tendida a todos los
seres vivos. Como siempre, el ser humano, por llamarnos de alguna manera, ha
roto esa cadena cadenciosa y tranquila, de tiempos y estaciones, de roces con
la vida y va pasando factura, se ha cansado de tanta estupidez y oprobio, de tanta
dejadez para la nada. Los grandes ríos, esas formas ganadas a la tierra y donde
algunas tribus y grandes poblaciones se atrincheraron a sus orillas para
sobrevivir…naturalmente. Este olvidado sur de León, este Esla inconmensurable y
repartiendo aguas abajo, toda la vida que es capaz en unas condiciones nada halagüeñas. Este gran río
Esla lleno de aguas sabias, de orillas de pobladores de mirada limpia en su
mayoría, y de grandes hombres y mujeres que en otros tiempos supieron dejar
raíces y vida en condiciones muy malas y oprimidas. Aquí, es donde nuestros
personajes de hoy han recurrido a un gran sacrificio y esfuerzo, y a una gran
parte de benevolencia.
Ceferino
Villafañe, su tío Domingo, Kiko y otros mozos en el agua a punto de lanzar la garrafa. |
A parte de los regadíos, de los
puertos, de los molinos, de los aserraderos, de la electricidad…a parte de
calmar la sed y alimentar al ganado, a
parte de los bosques de ribera, de lavar las ropas de la pobreza y algunas de
la riqueza…a parte de la poesía y la melancolía de su propia vida, los ríos y
su racionalidad para la sobrevivencia,
han dejado un poso natural del
cual los que ahora lo contamos, se lo debemos. Todo parece sencillo y humilde,
como sacado de un cuento, pero la realidad manda y desde primeros de agosto
hasta las crecidas de los ríos por los desnieves de las montañas allá por
primavera, hubo pobladores que se ganaron la vida y la repartían entre sus pueblos con pescado de río. Hombres y mujeres que trabajaron
nuestros ríos a su orilla y en sus
corrientes. El trasmallo y garrafa o sacadera, el barco de las ganas de
prosperar, de alimentar a los hijos con espinas de por medio. Una de las
formas más humildes y dignas de ganarse
la vida. Barbos, bogas, carpas, marijuanas,
portugueses, escallos, truchas, tencas, angulas…incluso ancas de rana, y
otros que seguro se nos olvidan. Nombres como Domingo Villafañe, su hijo
Ceferino, su tío Melchor Villafañe, Pablo Diez, Benicio San Juan, su hermano
Adolfo, y Juan Rodríguez “Barril” y parte de sus hijos Nicanor, Germán y Miguel, todos habitantes de Mansilla de las
Mulas. Entre los años cuarenta y cincuenta es donde más pescadores y barcos
hubo en el río Esla en el termino de
Mansilla; hasta cuatro se repartían las zonas de pesca y siempre se respetaron.
El barco, el Esla, la soledad y
el frío en invierno, las humedades, las alegrías cuando de un buen lance
salían hasta más de cincuenta kilos de
peces. “¡¡Madre…Madre, traiga las cestas que Padre trae el barco lleno de
Barbos!!”. El siguiente paso era venderlos por las calles de Mansilla, otras
coger la burra o la bicicleta y venderlos por Reliegos, Villamarco, La Estación
de Santas Martas. Ahí, había ferroviarios y tenían algo más de dinero.
También bajaban hasta Puente Castro. No
había hielo ni forma de conservar la pesca, de ahí la necesidad de vender lo
más rápido posible los peces. El varal con el rejo al final para mover el barco
medía unos cinco metros y servía también para levantar la pesca después de
lanzar la garrafa o de cercar con el trasmallo una parte del río hacia la
orilla. El trasmallo tiene que tocar el fondo del río; tiene varias capas de red con diferentes medidas,
y se usaba más de verano. La garrafa o sacadera es una red cónica, un artilugio
de pesca muy práctico para sacar los
peces del río. Cuentan que había que conocer muy bien el río y sus pozos, saber
de los escondites de los peces en cuevas y entre las piedras, en las mangas, había que ser muy precisos en
las tiradas de la garrafa. Así y todo el
río se llevó la vida de varios pescadores, entre ellos la del padre de Benicio
San Juan en Villanueva de las Manzanas. En verano salían más bogas que otras
especies, pero la gran pesca era de Barbos. Hubo inviernos de poco caudal del río Esla, y se
llegaba a helar, y en esas condiciones los
pescadores salían; movían el barco de un lado a otro y así partían el
hielo, o con la punta de hierro del varal. Cuenta Ceferino Villafañe que allá
por finales de los años cincuenta, vino el Ingeniero Jefe de Valladolid, los
contrató para sacar del río Porma todos los peces que pudieran para repoblar
los ríos en Valladolid; estuvieron dos días y sacaron más de ochocientos kilos
de peces, habían traído un camión con botellas de oxígeno para que los peces
llegaran vivos a su destino.
Pablo Diez con el varal y Ceferino Villafañe con la garrafa en la mano para un lance en el
río Esla.
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Otro de los trabajos duros que hacian las gentes del río era construir
los puertos para que entrara el agua en las presas para molinos y demás; las
estacas eran de roble, así como el várgano. Las clavaban en el fondo del río y
entrelazaban el várgano, luego ponían piedras detrás para asegurar un buen
puerto y que embalsara agua suficiente y con nivel para las presas. Estos
trabajos los pagaba el dueño del molino.
El barco pagaba su matrícula y los
pescadores su licencia en La Venatoria, en León. En más de una ocasión,
eran multados por los guardas del río, pues había épocas que no se podía pescar
determinadas especies, dice riéndose Ceferino “…que solían ser buenos”. Era
fácil ver las redes colgadas en los postes de los soportales donde vivían los
pescadores para su reparación. Pescador con
barco y trasmallo y garrafa para una
sobrevivencia llena de avatares y miles de anécdotas para contar. Unos hombres
y mujeres que supieron ganarse la vida entre las venas de la tierra, nuestros
ríos que hay que cuidar.
Hermosos y necesarios relatos estos con los que nos regala Toño Morala sobre oficios y costumbres de otras épocas. Nos hace comprendernos mejor y entender y valorar a las gentes que nos precedieron.
ResponderEliminarJ.C.Pajares
Una delicia de evocación del pasado, Toño.
ResponderEliminarv
Muy buen artículo Antonio. Me suena un poco ya que mi padre, ya muy mayor, fue un gran pescador. Muchas gracias. Saludos. Concha.
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