miércoles, 29 de agosto de 2012

COLABORACIÓN: EL GRAN RÍO ESLA, la pesca a trasmallo y garrafa en barco en Mansilla de las Mulas.

Autor: Toño Morala

Domingo Villafañe, el tío Tecles y Melchor Villafañe oteando  la pesca desde el barco; detrás el puente medieval  a principio de los años treinta, en plena segunda República, y parte de las Murallas de Mansilla de las Mulas.
La naturaleza siempre ha sido buena con los tiempos y las escaseces; siempre tuvo una mano tendida a todos los seres vivos. Como siempre, el ser humano, por llamarnos de alguna manera, ha roto esa cadena cadenciosa y tranquila, de tiempos y estaciones, de roces con la vida y va pasando factura, se ha cansado de tanta estupidez y oprobio, de tanta dejadez para la nada. Los grandes ríos, esas formas ganadas a la tierra y donde algunas tribus y grandes poblaciones se atrincheraron a sus orillas para sobrevivir…naturalmente. Este olvidado sur de León, este Esla inconmensurable y repartiendo aguas abajo, toda la vida que es capaz en unas  condiciones nada halagüeñas. Este gran río Esla lleno de aguas sabias, de orillas de pobladores de mirada limpia en su mayoría, y de grandes hombres y mujeres que en otros tiempos supieron dejar raíces y vida en condiciones muy malas y oprimidas. Aquí, es donde nuestros personajes de hoy han recurrido a un gran sacrificio y esfuerzo, y a una gran parte de benevolencia.
Ceferino Villafañe, su tío Domingo, 
Kiko y otros mozos en el agua a punto de lanzar la garrafa.
A parte de los regadíos, de los puertos, de los molinos, de los aserraderos, de la electricidad…a parte de calmar la sed y alimentar al ganado,  a parte de los bosques de ribera, de lavar las ropas de la pobreza y algunas de la riqueza…a parte de la poesía y la melancolía de su propia vida, los ríos y su racionalidad para la sobrevivencia,  han dejado un poso natural  del cual los que ahora lo contamos, se lo debemos. Todo parece sencillo y humilde, como sacado de un cuento, pero la realidad manda y desde primeros de agosto hasta las crecidas de los ríos por los desnieves de las montañas allá por primavera, hubo pobladores que se ganaron la vida y la repartían entre sus pueblos  con pescado de río. Hombres y mujeres que trabajaron nuestros ríos  a su orilla y en sus corrientes. El trasmallo y garrafa o sacadera, el barco de las ganas de prosperar, de alimentar a los hijos con espinas de por medio. Una de las formas  más humildes y dignas de ganarse la vida. Barbos, bogas, carpas, marijuanas,  portugueses, escallos, truchas, tencas, angulas…incluso ancas de rana, y otros que seguro se nos olvidan. Nombres como Domingo Villafañe, su hijo Ceferino, su tío Melchor Villafañe, Pablo Diez, Benicio San Juan, su hermano Adolfo, y Juan Rodríguez “Barril” y parte de sus hijos Nicanor, Germán y  Miguel, todos habitantes de Mansilla de las Mulas. Entre los años cuarenta y cincuenta es donde más pescadores y barcos hubo en el río Esla en el termino  de Mansilla; hasta cuatro se repartían las zonas de pesca y siempre se respetaron.
El barco, el Esla, la soledad y el frío en invierno, las humedades, las alegrías cuando de un buen lance salían  hasta más de cincuenta kilos de peces. “¡¡Madre…Madre, traiga las cestas que Padre trae el barco lleno de Barbos!!”. El siguiente paso era venderlos por las calles de Mansilla, otras coger la burra o la bicicleta y venderlos por Reliegos, Villamarco, La Estación de Santas Martas. Ahí, había ferroviarios y tenían algo más de dinero. También  bajaban hasta Puente Castro. No había hielo ni forma de conservar la pesca, de ahí la necesidad de vender lo más rápido posible los peces. El varal con el rejo al final para mover el barco medía unos cinco metros y servía también para levantar la pesca después de lanzar la garrafa o de cercar con el trasmallo una parte del río hacia la orilla. El trasmallo tiene que tocar el fondo del río;  tiene varias capas de red con diferentes medidas, y se usaba más de verano. La garrafa o sacadera es una red cónica, un artilugio de pesca muy práctico para sacar  los peces del río. Cuentan que había que conocer muy bien el río y sus pozos, saber de los escondites de los peces en cuevas y entre las piedras,  en las mangas, había que ser muy precisos en las tiradas de la garrafa. Así y todo  el río se llevó la vida de varios pescadores, entre ellos la del padre de Benicio San Juan en Villanueva de las Manzanas. En verano salían más bogas que otras especies, pero la gran pesca era de Barbos. Hubo  inviernos de poco caudal del río Esla, y se llegaba a helar, y en esas condiciones  los  pescadores salían; movían el barco de un lado a otro y así partían el hielo, o con la punta de hierro del varal. Cuenta Ceferino Villafañe que allá por finales de los años cincuenta, vino el Ingeniero Jefe de Valladolid, los contrató para sacar del río Porma todos los peces que pudieran para repoblar los ríos en Valladolid; estuvieron dos días y sacaron más de ochocientos kilos de peces, habían traído un camión con botellas de oxígeno para que los peces llegaran vivos a su destino.


Pablo  Diez  con el varal  y Ceferino Villafañe  con la garrafa en la mano para un lance en el río Esla.
Otro de los trabajos duros  que hacian las gentes del río era construir los puertos para que entrara el agua en las presas para molinos y demás; las estacas eran de roble, así como el várgano. Las clavaban en el fondo del río y entrelazaban el várgano, luego ponían piedras detrás para asegurar un buen puerto y que embalsara agua suficiente y con nivel para las presas. Estos trabajos  los pagaba el dueño del molino. El barco pagaba su matrícula y los  pescadores su licencia en La Venatoria, en León. En más de una ocasión, eran multados por los guardas del río, pues había épocas que no se podía pescar determinadas especies, dice riéndose Ceferino “…que solían ser buenos”. Era fácil ver las redes colgadas en los postes de los soportales donde vivían los pescadores  para su  reparación. Pescador con barco y  trasmallo y garrafa para una sobrevivencia llena de avatares y miles de anécdotas para contar. Unos hombres y mujeres que supieron ganarse la vida entre las venas de la tierra, nuestros ríos que hay que cuidar.  


Benicio San Juan con el trasmallo, su hermano  Adolfo y un amigo
con peces  en sus manos a la orilla del Esla. (1958).


3 comentarios:

  1. Hermosos y necesarios relatos estos con los que nos regala Toño Morala sobre oficios y costumbres de otras épocas. Nos hace comprendernos mejor y entender y valorar a las gentes que nos precedieron.
    J.C.Pajares

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  2. Una delicia de evocación del pasado, Toño.

    v

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  3. Muy buen artículo Antonio. Me suena un poco ya que mi padre, ya muy mayor, fue un gran pescador. Muchas gracias. Saludos. Concha.

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