Desde 1920 vendiendo todo tipo de cestería… única en su género en León. |
Aún recuerdo los carriegos en la bodega del abuelo; a los ojos de un niño eran gigantes, y a veces, nos metíamos dentro de ellos con la consabida bronca de los mayores, pues se podían estropear. La de ellos que andaban por las tapias de las bodegas esperando a los carros que traían otros carriegos llenos de uva allá por el tiempo de vendimia. Y venga aquel ajetreo de carros y carriegos, y venga las mujeres con pañuelo y sombrero de paja, y aquellas sayas… mientras los hombres cargaban a la espalda los carriegos y los vaciaban, tan pronto por los zarceros de la bodega, tan pronto bajaban y descargaban sobre el hueco del pilón.
¡Cuántas horas de silencio y radio del artesano llevan en sus adentros las modestas cestas.
Todo era cestería y canastas por todos los lados, pequeñas, grandes… todo útil que hiciera hueco o cuenco se usaba en aquel trajín de aquellos días de vendimia. Cansados llegaban a las casas los vendimiadores, y además tenían que dar de comer al ganado aquellos cereales que guardaban celosamente en los escriños fabricados con paja de centeno y zarza. Y luego, más tarde, se lavaban y dejaban en un gran cesto la ropa sucia para llevarla en el carro de madera al lavadero, o al arroyo o río se lo hubiera. En realidad estos envases de varias medidas, tamaños,de diferentes tipos de materiales según las zonas y las comarcas; durante siglos y siglos fueron y sirvieron de gran ayuda en las casas, y no solo del mundo rural, también en las ciudades se utilizaban para casi todas las labores que uno se pueda imaginar. El rico léxico de nuestra lengua, tiene también bonitas palabras para estos artesanos y estos útiles que sirven para casi todo. Y si escribimos algo sobre los abuelos y las madres, cuando en el invierno los trabajos eran más tranquilos, pues se enzarzaban en arreglar algunos cestos y canastas, en repasar los escriños más viejos, en fabricar otros nuevos; casi en todas las casas siempre había alguien enredado y fabricando con balsa y palera, mimbre, zarzas, escoba, y paja larga de centeno, entre otros materiales; hay que recordar que también hay buena cestería en el Bierzo, con materiales tan nobles como el castaño, cerezo y avellano.
Durante siglos y siglos fueron y sirvieron de gran ayuda en las casas, no solo del mundo rural.
Tradicionalmente, el hombre ha venido utilizando para elaborar las cestas los materiales vegetales que le ofrecía el medio geográfico en el que habitaba. Así, en el norte de España (Galicia, Asturias, Santander, País Vasco, León…) las cestas se hacen y hacían fundamentalmente de madera de roble, castaño y avellano, mimbre, balsas, palera, paja de centeno… árboles y plantas que abundan por estas tierras comentadas. En nuestro caso, los cesteros emplean y emplearon materiales; unos plantados para hacer cestos y canastos y otras referencias, y otros aprovechados de la naturaleza viva y siguiendo las estaciones naturales; dependía de las zonas, entre ellos, cabe destacar el mimbre… La mimbrera se planta en estaquilla, es decir, se clava un trozo de mimbre o raigón en la tierra, dejando una distancia de unos 45 cm. de planta a planta. El mimbral debe ser regado con frecuencia y necesita estiércol, abono orgánico. La preparación del mimbre precisa de un cuidado especial. Se corta el mimbre y se descorteza con el pelador. Luego se pone al sol durante uno o dos días. Una vez seco, se selecciona por tamaños en manojos y se conserva en una habitación donde no haya correspondencia (corrientes de aire). El mimbre francés, que es erguido, duro y no echa hijuelos, una vez cortado, es enterrado; más tarde se pela y se selecciona por tallas. El mimbre americano es cocido o escaldado y luego, pelado; a continuación se pone al sol durante dos o tres días para que adquiera color. Otros cesteros no escaldan el mimbre americano, sino que lo tienen “a remojo” durante varios días.
Algunos artesanos para que el mimbre francés quede más claro lo tratan con azufre. El zaragatillo, saciña o sarga es un arbusto de la familia de las verbenáceas. Crece silvestre en las orillas de los ríos; su rama es más delgada y menuda que la de la mimbrera de cultivo; cuando está verde tiene un color avinagrado oscuro; debe ser podado para que vuelva a crecer, pero no conviene hacerlo en creciente, sino en menguante porque podría echar hijuelos. La sabiduría popular es la gran riqueza del ser humano, y seguimos… La zarza es un arbusto de tallos sarmentosos y con pinchos cuyo fruto es la zarzamora; sus ramas se utilizan para tejer la paja de centeno de los escriños. Algunos cesteros, que son también cañiceros, combinan en algunas piezas la caña y el mimbre y otros materiales. Para la elaboración de cestas y cañizos, se divide la caña en sentido longitudinal en tiras por medio de rajadores de mayor tamaño que los empleados para el mimbre, denominados abrecañas. Las ramas finas del chopo blanco o verguillas se utilizan como material sustitutivo del mimbre. También los gitanos, grandes artesanos cesteros o canasteros, de los mejores; que andaban ambulantes, y a las orillas de los ríos trajinaban con diversos materiales, y se servían a menudo de las ramas de este árbol que ellos denominan chopo ciencuerdas. Bonito nombre este final del chopo blanco. Y aquí viene uno de los materiales de la memoria intemporal… Los tallos del centeno son empleados, convenientemente humedecidos, para hacer escriños; la paja es tejida con tiras de mimbre o bien con láminas de zarza. No se suele emplear la paja de trigo para hacer cestas porque es menos flexible que el centeno.
Y podríamos seguir escribiendo sobre algunos materiales más que la naturaleza sabia y segura, reparte por allende las tierras del mundo sin pedir nada a cambio; algunas tribus y poblados utilizan y se van pasando el aprendizaje de la cestería desde hace milenios, de padres a hijos y de esa manera no se pierde la tradición y la cultura de la sobrevivencia pura, humilde, sencilla y acertada. Las herramientas utilizadas por los cesteros son de una pobreza tal, que apenas con una navaja y cuatro cosinas más… y además fabricadas por ellos mismos, resuelven su bonito trabajo lleno de paciencia y sapiencia. La razón o justa razón es una especie de punzón o cuña de madera resistente (boj, enebro, olivo, carrasca, etc.) que utilizan los cesteros para regularizar el tejido. Prácticamente todos ellos la consideran herramienta básica. El corquete es una cuchilla de punta curva y mango de madera que utilizan los vendimiadores para cortar los racimos y que usan también los cesteros para puntear o sacar punta a los mimbres. Parecido al corquete es el ganifete, que sólo se distingue de aquel en que se cierra como una navaja. Garrotillo es un palo o punzón puntiagudo y corvo, de material duro, que se usa para anudar el vencejo con objeto de no lastimarse los dedos cuando se atan los haces de mies. En cestería se utiliza para apretar el tejido. El pelador, consiste en un trozo de mimbre grueso doblado y usado en forma de tenaza, que se aplica a cada una de las ramas para levantar la piel; se maneja, pues, con la mano. Algunos cesteros emplean también peladores hechos por ellos mismos con un trozo de metal.
Actualmente los cesteros que trabajan de modo más permanente van sustituyendo el pelador manual por máquinas que cumplen su misma función, pero con una gran rapidez. Pelacañas, lezna, abrecañas y moldes… entre otras, son herramientas imprescindibles para hacer un buen cesto y un buen acabado. Escriños, terreras, anganillas, cuévanos… cestas de mil maneras y formas… a recordar aquella que llevaban los diferentes trabajadores, desde los hombres y mujeres del campo, hasta los mineros; muchos la recordaran, era de mimbre, con tapa y asa, de forma rectangular y con dos cierres metálicos. Algunos las vimos amarradas en el portabultos de bicicletas y motos. Otra pieza de interés e importante eran aquellos andadores para que los bebés aprendieran a caminar sin romperse la nariz… eran de mimbre y muy bonitos. Y como no escribir sobre lo nuestro, esas comarcas tan llenas de artesanos y que también trabajaron y algunos siguen trabajando la cestería con gran sabiduría. La cestería en el mundo rural constituía rara vez un trabajo de plena dedicación; lo normal era que la persona más habilidosa de la familia hiciese sus propios cestos: de mimbre, castaño o avellano, principalmente.
No obstante, hay pueblos que se destacaron por esta labor, como pueden ser, en el oeste de la provincia, Villar de Acero, Porquerizas y Tejeira, que a finales del siglo XVIII se dedicaban a hacer unos cestos de avellano de gran aceptación en el Bierzo, o Aira da Pedra que, a mediados del XIX, elaboraban cestos para la recolección de la uva en toda la región. Todavía hoy quedan buenos cesteros en la zona: en Burbia, San Juan de Paluezas, Santa Marina del Sil, y otros lugares bercianos. En Santa Marina del Sil viene celebrándose hace una decena de años un concurso de cestería tradicional. Los pueblos de la comarca de Valdeón también han trabajado la cestería de avellano. Y en Vegacervera se ha iniciado hace un par de años otro concurso de cestería de las riberas altas del Torio y del Bernesga, de mimbre sin pelar, tosco y verdoso. En las riberas del Órbigo (en el pueblo de Sardonedo) siguen haciéndose aquellos barriles de mimbre pelado o de palera. Y hay que escribir sobre la Cestería Velasco, la única que queda en León; cerca de un siglo vendiendo todo tipo de fabricados en múltiples materiales naturales; tienda que empezó el abuelo Jesús Velasco y su mujer Dolores Álvarez allá por 1920, luego la llevó Florentina Velasco fallecida hace un par de años, y ahora la lleva su hija que no quiere que pongamos su nombre… dice que no necesita publicidad, y que nadie se ha acordado de ellos durante todos estos años… ahí queda la cosa… y recuerden que un buen sombrero de paja de centeno nos salva del sol, a veces traicionero… y que pena que ya no haya casi caballerías para ponerles las angarillas de esparto hechas a mano por los artesanos cesteros.
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