Alija del Infantado recrea una boda antigua con sus gentes engalanadas y disfrutando de las rondas y esponsales para hacer un guiño a las costumbres.
Niños y mayores participan en la recreación.- a.valencia |
A.g. valencia | alija 08/03/2015
No siempre cualquier tiempo pasado fue mejor, aunque muchas veces echar la vista atrás es un viaje por las tradiciones. Por eso, los vecinos de Alija del Infantado, capitaneados por los miembros del grupo El Hilandón, han buceado durante este fin de semana en los baúles del ayer para dar vida a una de las costumbres que durante décadas marcó el sí quiero de los alixanos. La boda tradicional engalanó el pueblo, que bailó al ritmo de las rondas y se emocionó con la recreación de los esponsales.
Ella, la novia, vestida de negro con todos los detalle del traje regional de fiesta. Enjoyada con imponentes collaradas y sintiéndose protagonista. Él a la espera en la recreación, acompañado por su séquito y guiñando a los hombres de antaño. En pleno siglo XXI, ayer Alija supo quedarse con lo mejor de su pasado. No faltaron las pastas ni el moscatel, como está escrito en la costumbre, y desde niños a mayores se sumaron al rito. Quizá vivir las tradiciones desde la infancia te haga amarlas.
Las plazas de la villa fueron protagonistas de la singular boda. El viernes el novio y sus invitados rondaron a la futura ‘esposa’, sin olvidarse de la madrina ni del padrino, que ayer tampoco faltaron en la recreación. Hace, al menos, dos décadas que no se celebra una boda real a la antigua usanza en el pueblo, y ya van diez años del último simulacro. Ahora, se espera que pueda tener continuidad, porque para muchos mantener las tradiciones vivas implica que los pueblos sigan existiendo.
Bajo palio la ‘pareja’ llegó a la iglesia, donde el cura, también de los de antaño, esperaba a la puerta para iniciar la boda. Con ellos una comitiva de niñas, con las alianzas y las arras, y un grupo de pandereteras y músicos, acompañaron con cánticos populares el camino hasta el templo.
Un ‘monaguillo’ y una ceremonia en un peculiar latín, bajo la mirada de todo el pueblo que siguió curioso al séquito, guiaron el intercambio de alianzas, que se produjo acompañado del sí quiero, que es lo único, junto a los vitoreados ¡Viva los novios!, que no ha cambiado con los años. A la cita en el altar acudieron vecinos de las comarcas cercanas vestidos también con sus trajes tradicionales. Desde el norte de Zamora a Maragatería o Coyanza, Alija fue el punto de encuentro para escribir, entre todos, un nuevo capítulo de la historia de la villa del viejo Reino de León.
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