Región editorial publica ‘Viajeras extranjeras en Castilla La Vieja y León. 1900-1935’, una compilación de los cuadernos de viaje de 24 europeas y americanas a principios del siglo XX.
CRISTINA FANJUL | LEÓN 02/03/2015
«¡León! Un nombre de memorias emocionantes. Nos lanzamos a la medianoche silenciosa de aquella otrora capital real cuyo reinado abarcaba desde el océano Atlántico hasta el Ródano tan sobrecogidas que ni siquiera un desvencijado ómnibus, ni un timador que trató de esconder su baúl tras nuestro honesto equipaje, lograron romper el hechizo». Así describía la norteamericana Katherine Lee Bates su llegada a León. Las palabras de esta viajera forman parte de la obra Viajeras extranjeras en Castilla La Vieja y León. 1900-1935, un brillante trabajo de documentación publicado por Región editorial. La obra recorre los paisajes descritos por 24 mujeres, antropólogas, fotógrafas, periodistas y etnógrafas europeas y norteamericanas que viajaron a provincias castellanas y a León en los años previos a la guerra civil.
Las escenas que describen muestran una ciudad anclada en un tiempo detenido, más cerca del siglo XIX que de la modernidad que ya había llegado a otras capitales españolas.
Sin embargo, y a pesar de que todas estas mujeres coinciden al describir León como un lugar detenido en épocas pretéritas, los calificativos siempre son positivos y desprenden una impresión de sorpresa formidable, tanto en lo relativo al carácter de la gente como cuanto a lo pintoresco de las costumbres: «La enorme plaza zumbaba como una colmena y relucía con colores cambiantes como un campo de mariposas»; «Atardecía según regresábamos. La enorme masa de San Marcos se alzaba enérgicamente contra el fulgor rojizo del cielo. El horizonte perfilaba las azuladas montañas azuladas»; «Me asomé por la ventanilla y contemplé León con pesar. La luna se había ocultado, pero las imponentes murallas romanas y la mole de la Catedral se recortaban sombrías sobre el cielo estrellado».
Dejando a un lado las descripciones de monumentos, lo que más llama la atención son los retratos de los tipos y los relatos acerca de la historia y tradiciones. Elisabeth Boyle O’Reylle, por ejemplo, narra de la siguiente manera su encuentro con un mendigo leonés: «Intentamos entrar en el museo, que se halla ahora en el convento, ya que contiene algunas tallas magníficas, pero un viejo mendigo nos dijo: Mañana, un mañana omnipresente tanto en León como en Andalucía, y en ese instante, aprovechando la ocasión como solamente puede hacerlo un mendigo español o italiano, apartó su capa vuelta como una túnica y sonriendo señaló la puerta de entrada: «Mañana, después de que hayan tomado chocolate en el desayuno, estará abierta para ustedes».
Georgiana Goddard King se refiere de esta manera a su experiencia en Sahagún: «La lenta degradación de Sahagún ha corrompido a casi toda la raza, y los niños escupen o tiran piedras a un extraño como lo harían a un perro extraviado; y la próspera hospitalidad de las mujeres no alcanza ni a compartir un asiento en la iglesia».
Por su parte, Katherine Lee Bates asegura que las gentes de León son «de los mejor de España y seguramente no podría haber otra gente más honesta, cortés y digna que esta».
La mayoría de las mujeres recogidas en esta brillante selección muestran su admiración ante la belleza de la Catedral, San Isidoro y San Marcos. La Pulchra es la que con mayor rigor es descrita por todas ellas, y a ella van dedicados la mayoría de los elogios. «Una catedral de cuento de hadas», «un sueño de catedral», «Una catedral más allá de cualquier pobre alabanza que yo pueda hacer»...
Una de las cosas más notables de las descripciones recogidas en el libro es que demuestran que todas estas mujeres conocían de manera profunda la cultura, la historia y las tradiciones de las provincias que visitaban. No eran turistas. Llegaban a su destino después de haber interiorizado el carácter del lugar. Lo demuestra, por ejemplo, Boyle O’Reylle, al referirse a los intentos de dividir administrativamente el país: «Esta tierra consigue zafarse de los esfuerzos por llevarla a una proporción geométrica. Nunca podrán borrarse sus trece inmemoriales divisiones, sus trece provincias históricas. Cada una es una entidad con costumbres y carácter imposibles de erradicar. Sus fronteras pueden parecer confusas sobre el mapa pero son coherentes con la sangre y la carne geográficas de valles y montañas o con la geografía psicológica de anteriores afiliaciones y conquistas...»
Dorothy Gilles se refiere a los maragatos, a los que denomina «descendiente de los moros godos», y asegura que estos se pusieron del lado de los infieles al tiempo que mantenían su propia religión. «Desde entonces han conservado su autonomía grupal. Viven en las montañas al sur de Astorga y se reúnen en la ciudad para celebrar sus fiestas y bailar en el mercado su ancestral danza tradicional, el canizo, el día de la celebración religiosa del Corpus (...) Son los mejores arrieros de España y su honradez es renombrada. Se los puede encontrar en cualquier carretera del norte dirigiendo sus largas reatas de mulas de carga y portando mercancías desde Gijón o La Coruña hasta León o incluso Madrid».
Madge Macbeth también conoce el terreno que pisa: «Y ahora, serás reconfortado con la suprema delicia que supone una visita a León, una vez capital de un orgulloso reino que se extendía desde el océano Atlántico hasta el Rin. La unión con Castilla debilitó su gloria y redujo sus límites conduciendo a la ciudad al olvido hasta que los comuneros hicieron de ella uno de sus principales centros de actividades. Pero incluso esta cuestionable distinción se desvaneció y la primera vez que visité León había poco que ver que hubiese avanzado desde la Edad Media»...
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