La sabiduría de los maestros canteros, sacando la piedra de la madre tierra. |
Toño Morala | 26/09/2016
¡Pero dejad… dejad que las piedras hablen… con tanta sabiduría! A San Miguel de Escalada. Qué inmensamente difícil es escribir sobre los maestros canteros, y no lo digo por no tener documentación, la hay y buena; lo difícil es conectar, unir la maestría de estas buenas gentes, de estos maestros que han ayudado y mucho a crear y mantener un patrimonio histórico e irrepetible a lo largo de cientos de años; lo verdaderamente difícil es hacer hablar a la piedras, en ese, su lenguaje de silencio y armonía, con esa rima que construye esa conexión con la arquitectura, con esa belleza suficiente para quedarse durante horas mirando y admirando estas grandes obras; esos añadidos a los sillares y unirlos con la levedad del uso o usos que muchos de estos edificios tuvieron; darles esas maravillosas formas inventadas por los maestros canteros, y que componían el arte dominando el mundo mágico de leyendas, dioses, diferentes religiones y multitud de alegorías para dejar su marca y dejar su maravillosa visión de la vida. Y tendríamos que intentar unir la historia con aquellas formas de trabajo tan duras y extremas tan mal pagadas la mayoría de veces y tan mal reconocidas,- en muchos casos no sale ningún nombre de aquellos maestros canteros, en todos los ámbitos históricos y antropológicos. La cultura, a veces, se olvida de los hombres que sacaron adelante grandes obras en piedra, solamente en piedra… imagino, o quiero imaginarme la de años que trabajaron en una sola obra, en un solo proyecto donde los arquitectos de antaño tenían que ser drásticos y buscar, aparte de la belleza, el objetivo de aquellos edificios tan magníficos… y además en tiempos donde casi todo era mano de obra y poco más; casi todo era a base de fuerza humana y animal. Ahí entra la gran misión de aquellos inventores para elevar piedras; pero la mano del hombre y su inteligencia natural fueron capaces de doblegar con gran aprovechamiento aquella piedra que la propia naturaleza puso en prácticamente toda la tierra, y donde se trabajó tan limpiamente, tan brillantemente. Piedra y pensamiento, pensamiento y piedra, y en el entremientras, miles de obras de arte repartidas por todas las partes habitadas por el ser humano.
Las marcas tenían, muchas veces, otro significado, aparte del evidente de firma
En cualquier sitio, si se fijan, encontrarán el valor magnífico de aquellos antepasados
¡Pero dejad… dejad que las piedras hablen… con tanta sabiduría! A San Miguel de Escalada. Qué inmensamente difícil es escribir sobre los maestros canteros, y no lo digo por no tener documentación, la hay y buena; lo difícil es conectar, unir la maestría de estas buenas gentes, de estos maestros que han ayudado y mucho a crear y mantener un patrimonio histórico e irrepetible a lo largo de cientos de años; lo verdaderamente difícil es hacer hablar a la piedras, en ese, su lenguaje de silencio y armonía, con esa rima que construye esa conexión con la arquitectura, con esa belleza suficiente para quedarse durante horas mirando y admirando estas grandes obras; esos añadidos a los sillares y unirlos con la levedad del uso o usos que muchos de estos edificios tuvieron; darles esas maravillosas formas inventadas por los maestros canteros, y que componían el arte dominando el mundo mágico de leyendas, dioses, diferentes religiones y multitud de alegorías para dejar su marca y dejar su maravillosa visión de la vida. Y tendríamos que intentar unir la historia con aquellas formas de trabajo tan duras y extremas tan mal pagadas la mayoría de veces y tan mal reconocidas,- en muchos casos no sale ningún nombre de aquellos maestros canteros, en todos los ámbitos históricos y antropológicos. La cultura, a veces, se olvida de los hombres que sacaron adelante grandes obras en piedra, solamente en piedra… imagino, o quiero imaginarme la de años que trabajaron en una sola obra, en un solo proyecto donde los arquitectos de antaño tenían que ser drásticos y buscar, aparte de la belleza, el objetivo de aquellos edificios tan magníficos… y además en tiempos donde casi todo era mano de obra y poco más; casi todo era a base de fuerza humana y animal. Ahí entra la gran misión de aquellos inventores para elevar piedras; pero la mano del hombre y su inteligencia natural fueron capaces de doblegar con gran aprovechamiento aquella piedra que la propia naturaleza puso en prácticamente toda la tierra, y donde se trabajó tan limpiamente, tan brillantemente. Piedra y pensamiento, pensamiento y piedra, y en el entremientras, miles de obras de arte repartidas por todas las partes habitadas por el ser humano.
Intentaremos hacer este pequeño reconocimiento muy generalizado y muy planetario, pues como saben hay obras en todo el planeta llenas de una belleza magnífica y donde, muchos de aquellos maestros canteros, no dejaron su marca personal, ni muchos de aquellos pasaron a la historia, apenas unos cuantos salen en ella, y de forma muy casual. Se imaginan el duro trabajo de aquellos hombres con el cincel y la maza como herramientas casi únicas para labrar aquellas piedras del silencio, aquel ritmo acompasado, aquellas noches de cansancio y sueño para, al día siguiente, venga a seguir dándole a la maza y seguir realizando milímetro a milímetro, sutilmente, como si la vida les fuera en ello, y como si supieran que su trabajo callado fuera uno de los más importantes en la vida y existencia del ser humano; pocas cosas han dejado tanta huella en la historia como estas grandes obras de arte esculpidas y labradas en piedra; es como si los maestros canteros fueran resignadamente sabedores de su impronta e importante labor, de su maestría en ese oficio peculiar que era darle vida a las piedras olvidadas.
Muchos de los canteros y de los ‘Magíster muri’ tenían una firma o marca de cantero, como forma de identificarse como autor de la obra, ya sea de la construcción en sí, o de la talla de la piedra en cuestión. Como muchos de los signos usados por el hombre, estas marcas de cantero, tenían, a veces, otro significado, aparte del evidente. Así la firma segunda representa el ‘abacus’, un bastón de mango en espiral, usado tanto por los ‘magíster muri’, como por el ‘Gran Maestre del Temple’; las marcas son algunas de las representadas en iglesias, casi siempre relacionadas con el Temple. En relación con la Masonería, el ‘francmasón’ es en origen el ‘escultor de piedra franca’, es decir el escultor de la piedra que puede ser tallada y esculpida. Antes que los arquitectos se formaran en las Universidades, los antiguos gremios de masones o albañiles, constituían entidades reconocidas oficialmente, con derechos políticos y poseían la doctrina secreta del arte de la construcción. Los miembros de estos gremios viajaban libremente por Europa, manteniendo entre ellos estrechos lazos fraternales y de hospitalidad. Cuando el neófito solicitaba el ingreso, recibía un signo o marca de cantero, que debía reproducir en todos sus trabajos, y que era su marca de honor. Uno de los documentos más antiguos que hace referencia a tales marcas o signos de cantero de laBauhütte se encuentra en la Hüttenordnung (Ordenanza de Logia) de Röchlitz de 1462. Allí se menciona la ceremonia solemne en la que el Maestro transfiere o "comunica el signo" al oficial junto con una serie de enseñanzas alusivas, advirtiéndole de que carece del derecho a modificar su signo o a transferirlo a otro cantero. Marcas de las canteras de procedencia de la piedra. En algunas regiones la forma específica de organización del trabajo originó la costumbre de marcar las piedras en bruto que salían de las canteras para distinguirlas de las sacadas de otros yacimientos y poder calcular fielmente su número y precio. Por tanto, estas marcas de los canteros sacadores (marcas de cantería) no deben ser confundidas con los signos grabados en la piedra por los maestros canteros que trabajaban a pie de obra (marcas de canteros). Las marcas o signaturas personales o del taller para identificar el trabajo concluido han sido un sistema universalmente empleado.
Las encontramos en todas las culturas y civilizaciones para identificar la autoría (por ejemplo, la alfarería), la propiedad del objeto marcado (la ganadería) o representar las denominadas marcas dinásticas o signos de familia. El precedente inmediato de las marcas de los canteros medievales se encuentra en los signos lapidarios romanos y singularmente en los utilizados durante laEdad Media en Bizancio. Estas marcas singulares todavía se conservan en la mayor parte de los edificios del Imperio romano de Oriente; en el teatro de Nicea, en el de Aezani, el acueducto de Éfeso, en la muralla de Salónica construido con el expolio de las ruinas de una antigua construcción, etc. Igualmente se localizan en las piedras de la cisterna de las Mil y Una Columnas de Constantinopla, o en Santa Sofía, en San Sergio, en la iglesia de San Juan, etc. También se han hallado sobre las caras talladas de piedras destinadas a desaparecer bajo el revoco o tras el repaso definitivo de los paramentos, lo que confirma que eran marcas de los canteros para poder ajustar su salario. En la Europa medieval, este fenómeno se generalizó por imitación de los escudos de armas de las casas nobiliarias (que daría lugar al desarrollo de la ciencia heráldica), expandiéndose a las corporaciones de oficios (herreros, armeros, talladores de madera, grabadores, impresores, fabricantes de papel, pintores, etc.). Y como muestra, independientemente de marcas en la Catedral de León, San Isidoro…. Cada medio día del año, la luz del sol incide lateralmente en el zócalo exterior de la capilla de San Fructuoso, pequeño recinto románico adosado al pórtico de la iglesia mozárabe de San Miguel de Escalada. Y por cualquier sitio que vayan, si se fijan, encontrarán el valor magnífico de aquellos antepasados, maestros canteros, que dejaron su impronta, y muchas veces sin firmar, en las piedras de la vida, esas con las que muchos tropezamos día a día en esa belleza tan inmensa y tan llena de silencio; es el silencio del paso de los años en la maestría de aquellos maestros canteros… ¡Pero dejad, dejad que las piedras hablen con tanta sabiduría…!
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