Doña Concha Casado delante de las reproducciones de las acuarelas de 1926 en el Museo de la Comunal de Val de San Lorenzo. JESÚS F. SALVADORES. |
El
testamento etnográfico de doña Concha es un cuaderno de deberes escrito en la
memoria de las personas que más la conocieron, trabajaron a su lado y la
acompañaron hasta sus últimos días en el retiro obligado de la residencia San
Juan Pablo II de León.
El "ti" Patas. MUSEO VAL DE SAN LORENZO |
Son
muchas las asignaturas pendientes que León tiene que aprobar tras la despedida
definitiva de la etnógrafa y filóloga el pasado día 22 de agosto. Uno de sus
grandes anhelos era traer a León, y más en concreto a Val de San Lorenzo, las acuarelas pintadas por estudiantes de la Escuela Madrileña de Cerámica de La Moncloa
durante la excursión pedagógica que
realizaron en el verano de 1926.
Ahora
que se cumplen 90 años de aquel episodio singular, surge una nueva oportunidad
de plantear la demanda al Gobierno municipal de la Villa y la Corte. El
Ayuntamiento de Val de San Lorenzo ya lo intentó sin éxito en dos ocasiones,
durante los mandatos de Ruiz Gallardón y Ana Botella, respectivamente. ¿Lo
aprobaría Manuela Carmena?
Concha
Casado Lobato (León. 1920-2016), la etnógrafa por antonomasia de León, quizás
no lo descartaría. Nunca miró el color político cuando se trataba de pedir para
conservar tradiciones o ejecutar proyectos.
Las
acuarelas de Val de San Lorenzo, unas 350, están olvidadas en el Museo de la Historia de Madrid. Unas
300 se pintaron en el pueblo y el resto en la escuela durante el curso
1926-1927 a partir de las fotografías que tomó el profesor Aniceto García Villar. Pero, como afirma Miguel Ángel Cordero, director de los
museos del Val y persona bien cercana a Concha Casado. «no hay nada expuesto. Está todo archivado en el Museo de la Historia
de Madrid».
Fue
la sabia y maestra quien alentó la búsqueda de alguna fórmula para que las
pinturas, que son un testimonio único de la vida en Maragatería hace casi un
siglo, se pudieran disfrutar y poner en valor en León. Una cesión sin que el
Ayuntamiento de Madrid pierda su propiedad es la fórmula que se ve más factible.
REENCUENTRO SENTIMENTAL
La idea de traer a León las acuarelas empezó a
gestarse cuando hace 15 años la Escuela Madrileña de Cerámica de La Moncloa
repitió la experiencia de sus antepasados en Val de San Lorenzo. Fue un
reencuentro sentimental, todavía vivían algunos de los vecinos que fueron
testigos de la estancia de 1926, y una nueva experiencia artística adaptada al
siglo XXI, con medios audiovisuales..
Sobre
la excursión pedagógica de 1926 escribe Alfonso García en el libro editado por
el Instituto Leonés de Cultura con motivo del reencuentro: «Era un proyecto
educativo de supuestos claros y a medio y largo plazo».
Maragata. MUSEO VAL DE SAN LORENZO |
Concha
Casado conoció este viaje y sus frutos en forma de acuarelas y fotografías en
los años 80, cuando era directora de departamento en el Centro Superior de
Investigaciones Científicas (CSIC). El material que atesoró la escuela
madrileña en la excursión a tierras maragatas y otros que realizó el centro
entre 1914 y 1928, sirvió de fuente documental para el libro ‘Tipos y trajes de Zamora, Salamanca y
León’ que publicó Caja Zamora en 1986 y del que son autores, además de la
etnógrafa leonesa, el ilustre Julio Caro
Baroja, Antonio Cea, Antonio Redoli y Francisco R. Pascual.
Concha
Casado hizo un análisis pormenorizado de las fotografías que Aniceto García
Villar tomó en agosto y septiembre de 1926 en el libro La Maragatería hace 75 años. Val de San Lorenzo en 1926. Le
impresionaron los retratos de Francisco Cordero, el ti Patas, labrador de Val
de San Lorenzo. «Aquí está representada la Maragatería pobre, la que ya hizo
huir hace siglos a los hombres de esta tierra, ingrata y querida, para ganarse
la vida por los caminos de España trajinando como arrieros. La tierra daba
poco, aunque se cuidaba con esmero», escribió.
Fueron
muchos los vecinos que posaron para los pintores por lo que las acuarelas
tienen el doble valor de ser un testimonio de la vida rural maragata, la
arquitectura popular, la fiesta e incluso el interior de las casas y la escuela
de aquellos años y también el retrato de muchas personas que forman parte de la
memoria del pueblo.
Con
estos ingredientes, no es extraño que doña Concha se empeñara en rescatar
semejante legado artístico para León. La vieja cocina con sus abregancias, los
potes de hierro, los escriños de paja y los jamones curándose al horno reflejadas
en una de las fotografías. Ya se han publicado dos tomos con ellas y queda otro
pendiente. El carro chillón y algo más
III está en espera. Es otro de los proyectos pendientes del testamento
etnográfico de doña Concha.
LIBERAR EL REGUERO DE VILLAR
Hace
25 años, se encontraron en Astorga Pilar
Ortega y Concha Casado. La pintora afincada en Truchillas con su marido y
también pintor Severino Carbajo,
exponía en la galería Rama. «Tú y yo tenemos mucho de que hablar», le dijo doña
Concha tras fijarse en algunos de sus dibujos a plumilla con paisajes y
detalles de la arquitectura tradicional de La Cabrera.
«Fue
estupendo conocerla. Nuestra vida ha sido diferente y muy enriquecedora», subraya
la pareja. A Pilar Ortega le animó a seguir parándose con su cuaderno de dibujo
ante las «maravillas» naturales y etnográficas de los pueblos cabreireses. Hizo
colecciones de corredores, chimeneas, hornos, molinos, palomares... detalles de
las cerraduras, de los pajares, de las lajas de cuarcita que dibujan cruces
sobre la pizarra.
«Concha
ha sido fundamental en nuestra vida personal y artística», admiten. Incluso
Severino Carbajo, reacio a pintar la tierra de sus antepasados, aceptó el reto
años después. «Tenemos el recuerdo de una gran mujer y de su honestidad y nos
quedamos con todo lo que nos ha enseñado», concluyen.
No
faltan notas en el cuaderno de deberes que dejó ‘escrito’ para La Cabrera.
Concha Casado tenía una debilidad especial por Villar del Monte y sufrió cuando la Diputación cubrió con cemento
el reguero que atraviesa el pueblo. «Liberar
el reguero de Villar del Monte en honor a doña Concha sería una gran obra»,
apuntan.
En
este pueblo han restaurado el molino, siguiendo la estela de las obras
emprendidas hace dos décadas con la Asociación
de Amigos del Patrimonio de La Cabrera que alentó la etnógrafa. Fue parte
de lo que su amigo y compañero de fatigas, el musicólogo Joaquín Díaz, define como «la batalla personal y sin tregua (de
Concha Casado) contra la desidia, contra el papanatismo, contra la inanidad y
contra la manía secular de arrinconar lo nuestro para ensalzar lo que se da en
otros pagos».
Pero
lejos de pensar en recuperar el sonido del agua, Villar del Monte, igual que
muchos pueblos, están amenazados por el cemento. De ello alerta otro de los
allegados de Concha Casado, el editor inglés Brian Jeffery, que restauró la casa rectoral de Villar del Monte,
protesta contra el proyecto que «va contra las futuras posibilidades económicas
y turísticas del pueblo».
Las
aceras de cemento, explica, devuelven la humedad del suelo a las casas, por lo
que pide que para las casas de piedra se utilicen materiales que no produzcan estos
efectos. Jeffery vive en una zona de Londres que está protegida
arquitectónicamente, es propietario de una casa rectoral del siglo XV en Devon
y durante muchos años ha sido socio de la Society for the Preservation of
Ancient Buildings de UK que es la asociación principal en Reino Unido para la
preservación y conservación de edificios de valor histórico, y participó en
cursos de restauración y conservación.
En
Villar del Monte, Nati Villoldo y su hija Puri, quien le
ayudó a ordenar su biblioteca antes de donarla al ILC, continúan su labor con
la restauración de varias viviendas convertidas en pequeños museos
etnográficos, aparte de la sede del Museo
del Encaje de Tordesillas. En los pajares tenía la ilusión de que se
abriera un alnergue para mantener los techos de teito, lo mismo que en Forna
(Encinedo) con otra casa restaurada con la idea de que durante el verano
acudieran escuelas de oficios a realizar tareas de restauración permanente. Una
escuela de verano para inspirar a estudiantes, como en Val de San Lorenzo, y
preservar los oficios tradicionales.
LA ESCUELA, SIEMPRE LA ESCUELA
«No creo que haya nadie con tanta
fuerza para mantener el legado, pero al menos la podemos tomar como ejemplo», admite Joaquín
Díaz. «El carácter y la ilusión de Concha son irrepetibles», afirma el
responsable de la Fundación Joaquín Díaz,
con sede en Urueña, de la que Casado fue patrona durante algunos años.
Nadie
tiene dudas sobre otro de los mandatos del testamento social de Concha Casado.
Proteger a los artesanos y a las artesanías. Aparte de la labor que se hace en
ferias con solera, como la de Val de San Lorenzo, otra de sus ideas que acaba
de cumplir 17 años, la de Lorenzana, donde el taller de niños lleva también su
nombre, la etnógrafa repitió en vida que «la
valoración de las artesanías tiene que hacerse desde escuelas y medios de comunicación».
Concha
Casado creía en la escuela sobre todas las cosas. Su vocación didáctica le
venía de joven. Cuentan sus sobrinas Tere y Rosi que a ellas les enseñó a hacer
lectura comprensiva con el ABC y daba instrucciones a su maestra de clases
particulares sobre los métodos a emplear. Las dos, con apenas cinco años,
acompañaron a su tía en el viaje a Truchas para hacer la tesis doctoral que
titularía El habla de la Cabrera Alta. Nunca
olvidarán que el coche de línea iba custodiado por un agente armado. También
recuerdan que algunos vecinos, al verla con la cámara de fotos, «pensaban que era una espía de los maquis».
Concha
Casado emprendió su trabajo con la escuela en los años 80, cuando se instaló en
León tras jubilarse en el CSIC como investigadora. «Ya había comentado en
alguna ocasión a sus allegados su intención de retirarse a León para poder
desarrollar desde allí una actividad social y divulgativa, pero las buenas
intenciones de los jubilados suelen quedar habitualmente en eso, en buenas
intenciones. En este caso la excepción confirmó la regla», comenta Joaquín Díaz
en el escrito homenaje que publicó la fundación tras el fallecimiento de la
etnógrafa y filóloga leonesa.
Aparte de patearse los pueblos en busca
de los vestigios de la indumentaria y las costumbres leonesas, empezó a
trabajar con el Centro de Profesores de León (CEP) en la formación del
profesorado. La escuela rural fue
una fuente de inspiración y recuperación de la tradición oral y de la cultura
popular. Así fue como se empezó a rescatar el ramo leonés, que ahora se ha
hecho tan popular en Navidad.
No era amiga de las reinterpretaciones. Pero al final aceptó que la gente hiciera suyo a su
manera el ramo tradicional, siempre que hubiera quien se ocupara de preservar
la tradición en la inmensa variedad que se presenta en las diferentes comarcas
leonesas. Celebró que las aulas corales municipales cantaran el ramo navideño
en la plaza de San Marcelo, en la semana previa a Navidad. Fue antológica la
exposición que realizó en el Ayuntamiento de León con la ayuda de Senén Bernardo, otro de sus íntimos.
«Creía
en la escuela como un medio para traer el progreso que llega a los pueblos
cuando son cultos y para ello hay que partir de conocer y apreciar la cultura
propia», comenta Carmen Fernández,
profesora de Historia que colaboró con
Concha Casado en aquellos años en el CEP. En el Museo Etnográfico, donde se
conserva su biblioteca personal con
fines de investigación y objetos de su vida y obra, como las medallas de la
provincia y de Castilla y León, hay una vitrina con los recuerdos que recibió
en algunos de los centros escolares donde fue homenajeada por su labor.
Concha Casado, en 2008, cuando fue homenajeada en Villar del Monte con el gaitero Moisés Liébana y los danzantes de Corporales. RAMIRO |
«El legado de Concha Casado nos
involucra a todos», afirma José Ramón Ortiz, director del Museo
Etnográfico Provincial de Mansilla, recordando que cuando el periodista
Javier Pérez Andrés le pidió una dedicatoria para un libro que le regaló «le
puso tareas».
Entre
los artesanos, aparte del Alfar Museo,
Val de San Lorenzo y todos los que
cultivaban la talla en madera, cestería, bordados, etcétera... tenía
predilección por la fábrica de curtidos
que se conserva en Santa María del
Páramo, de la familia González, abierta en 1887. Hace 25 años escribió un
artículo sobre este taller en El Filandón del Diario de León, del que fue
asidua colaboradora. «Los curtidos
tuvieron cierta importancia en León, puesto que había 22 fábricas, cuatro de
ellas en la capital y el resto en la provincia», comentaba. La de Santa
María del Páramo, apuntaba entonces, «es como una reliquia que quiere
transformarse sin morir. Ojalá alguien, dentro de otros cien años, pueda seguir
escribiendo su historia». Ojalá.
Como
dice desde La Cuesta Iván Martínez Lobo,
uno de sus jóvenes admiradores, que no son pocos, «eilla pechóu los sous
güeyos, pero abrióu los de toda una xeneración».
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