El antruejo de Velilla de la Reina, poblado de toros y guirrios, con sus enanos y su gomia, con la siembra de la cernada y el testamento del burro, volvió a confirmar al pueblo como oasis de la cultura popular.
Un guirrio y un toro, en plena acción en la plaza de la Veiga. El antruejo de Velilla es un relicario de antiguos rituales relacionados con la fertilidad. - MARCIANO PÉREZ |
e. gancedo | velilla de la reina 16/02/2015
Las pulsiones y las obsesiones más antiguas del hombre, las que lo desvelan y lo emocionan desde los albores de la civilización, volvieron a aflorar ayer de manera festiva, satírica y colorista en un rincón ubicado entre el Páramo y la Ribera. Velilla de la Reina, población considerada, y por varias razones, como un oasis de la cultura tradicional leonesa, volvió a enfundarse los trajes de toros y guirrios, los de la gomia, de la zampa, del oso, del pellejo, de los enanos, de la mula o del hombre de las tenazas para volver a desplegar el sugestivo y sorprendente espectáculo de uno de los más arcaicos carnavales peninsulares.
La cencerrada, la música y las danzas a cargo del grupo de pandereteras del pueblo y la exhibición de toros y guirrios de blanco en la plaza de la Veiga —con golpes de varas flexibles y volteo de mozas incluido— conformaron el eje central de los actos, siempre sobrevolados por el resto de personajes de esta fiesta declarada de Interés Turístico Provincial. Junto a un grupo de ‘madamitos’ de Cimanes del Tejar, con sus característicos tocados de colores, y el toro y el torero de los cercanos Alcoba y Sardonedo, el nutrido público disfrutó de la siembra de la cernada (ceniza, en leonés) —rito antiquísimo relacionado con la fertilidad y en su día estudiado por Caro Baroja en Maragatería—, con el reparto de orejas y fisuelos, con el toro de fuego y con las satíricas lectura del testamento del burro y la subasta de la vara de tocino.
Entre los asistentes había conocidos estudiosos de la tradición como Joaquín Alonso, David Álvarez Cárcamo o el músico y presentador de la Televisión Pública Asturiana Xosé Antón Ambás. Varios de ellos comentaban cómo la figura del guirrio está documentada en León desde el siglo XII y que los animales y rituales agrarios presentes en la fiesta reflejan la persistente obsesión humana por controlar su manejo y su producción desde los más lejanos tiempos neolíticos.
En torno a 150 personajes —no faltó el hojalatero ni el pellejero— desfilaron por las calles de una localidad que ya tiene asegurado —y de qué manera— el relevo generacional: 24 exultantes niños de entre 1 y 6 años, con raíces familiares en el pueblo, se colocaron estos días la mázcara de la tradición.
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