Un libro y una muestra coordinados por Tomás Álvarez rescatan la memoria visual de la comarca con imágenes de gran valor etnográfico o poco divulgadas, como las que recogen la desaparición de Oliegos.
El embalse de Villameca inunda las casas de Oliegos, que aún siguen en pie, pero con sus tejados poco a poco derrumbándose. Año 1946.- Cortesía de Germán Suárez. |
e. gancedo | león 20/07/2014Lo dice el coordinador de esta obra, el veterano periodista Tomás Álvarez: las nuevas generaciones «carecen de los medios adecuados para identificar el valor real de estas imágenes; ni a los protagonistas de las mismas, ni el contenido que reflejan y la carga emocional que tienen». Por eso, considera que era del todo necesario «emprender este trabajo de salvamento». Se refiere Álvarez aLa Cepeda en blanco y negro, un ambicioso libro que combina imágenes antiguas relacionadas con esta comarca leonesa —fotos de gran valor etnográfico e histórico o poco divulgadas, como las que recogen la construcción del embalse de Villameca— con textos explicativos de diversos autores y que verá la luz este mes de agosto.
«La asociación Rey Ordoño I lleva tiempo recopilando imágenes antiguas de todos los lugares de la comarca —explica Tomás Álvarez—. El objetivo inmediato es realizar una gran exposición, en Villamejil, este verano; y el objetivo final, contribuir al salvamento de la memoria cepedana, digitalizando todos estos materiales». La muestra se presentará el próximo agosto y en ese mismo mes se dará a conocer también el libro que ha surgido en torno a ella. «Ha sido una tarea costosa por la labor de búsqueda, y también por los costes de reproducción de las fotos y de la edición del libro. Al final se ha conseguido gracias al apoyo de un buen número de cepedanos y de los socios de la asociación Rey Ordoño I, pero también con aportaciones de los ayuntamientos de Villamejil, Astorga y Magaz, así como de la Mancomunidad de la Cepeda y del Hotel Ciudad de Astorga», amplió Álvarez, escritor, periodista, director que fue de varios periódicos y hoy inquieto organizador de actividades culturales en su comarca natal —nació en Villamejil— y en toda la inmediata contorna.
En cuanto a los autores participantes, son más de veinte, todos de una u otra forma vinculados a la realidad cepedana: Isabel Cantón, Antonio García Alvarez, Germán Suárez Blanco, Rogelio Blanco, Ricardo Magaz, Ángel Casado, Ignacio Redondo, Juan José Domínguez, Saturio Aller, Rafael Paz, Gumersindo García Cabezas, Juan Carlos Campos, Victorina Alonso, Isabel García, Antonio Natal, Constantino Álvarez, Francisco Fernández Rubio, Armando Ramos, José Pedro Pedreira, Amando Álvarez, Santiago Somoza, José María García Álvarez, José Alberto Moráis Morán... aparte del propio Álvarez, quien ofrece una amplia relación de los temas que más han preocupado o afectado a la comarca en los últimos doscientos años.
Los temas son enormemente diversos. Está la demografía, la escuela, el habla, los juegos infantiles, la autoridad, las fiestas, la música, los mercados, los mineros, el agua, los mendigos, los viejos oficios, los embalses, el ferrocarril, las matanzas, el patrimonio perdido.... «Es una amplia incursión en la que participan desde gentes sencillas a expertos universitarios para proporcionar una información concreta de la Cepeda, pero que sirve también para reflejar un proceso de cambio que afectó a todo el noroeste de España», reflexiona.
Y todo ello ilustrado, en opinión del autor de novelas y títulos de divulgación como El canto del alcaraván o León: 3 días para acercarse al arte, «con unas fotografías extraordinarias. Franco y Arias Navarro en el embalse de Villameca, la infancia de nuestros intelectuales, las bodas, las comuniones, las fiestas, los accidentes ferroviarios... testimonios de un pasado muy distinto de la realidad actual».
Adiós a Montealegre
Aunque piensa Álvarez que en realidad se trata «de temas de gran interés». «Por poner un ejemplo, resulta alucinante el abandono y hundimiento del templo románico de San Juan de Montealegre. El tema lo desarrolla José Alberto Moráis y el libro incluye fotos del interior de aquel espacio perdido. Es algo que pone de manifiesto la indigencia intelectual de nuestros gobernantes, una indigencia que es palpable cada día». El escritor reflexiona en torno a esta dejadez: «Hace poco me enteré de que están planificando otorgar a Salamanca el título de Ciudad de la Literatura... cuando en la legislatura anterior era un tema que estaba trabajando el consistorio leonés. Otra batalla perdida por León. Otra derrota de estos gobernantes que no ven más allá del Bernesga y que hunden a León en la mediocridad».
Pero, ¿por qué los responsables de esta obra creen necesario echar la vista atrás, de vez en cuando, y contemplar lo que fuimos? «Sólo se progresa desde el conocimiento de nuestra propia esencia. Nuestra tierra ha sufrido un brutal proceso de aculturación y es necesario decirles a nuestros amigos y vecinos quiénes somos y a dónde vamos, o a dónde nos llevan». Álvarez no ahorra críticas cuando habla de la suerte de este viejo reino: «Sometida a una brutal extracción de mano de obra barata para alimentar la actividad de las urbes desarrolladas, la provincia de León ha sido esquilmada. Nos han borrado hasta la memoria. Y la propia Cepeda se identifica en la actualidad con un territorio que no se corresponde con la realidad histórica. No creo que sea una acción intencionada, sino fruto de la ignorancia, de la burrería».
Preguntado por las luces y sombras que produjo el tremendo cambio vivido en el agro leonés entre los años cincuenta y ochenta, cree el coordinador del libro La Cepeda en blanco y negro que «luces, muy pocas». Y se explica: «Nos quitaron los maestros y nos trajeron la televisión, así la gente deja de pensar en la cultura y se preocupa por Joselín de Ubrique o la Preysler. Nos quitaron los retablos de las iglesias para entregárselos a Erik el Belga. Nos atiborraron los montes de antenas para beneficio de la eléctricas… y nos subieron la luz; nos quitaron a los mayores para mover las fábricas de Bilbao, Barcelona o Valladolid, y se llevaron los niños para Astorga. A esta sociedad no le importan los pequeños lugares. No le importan porque los pobladores de las montañas consumen menos y van menos al centro comercial o al cine. A la industria y al comercio lo que les interesan son las grandes manadas humanas para venderles cultura capitalista y baratijas tecnológicas. Los pueblos no interesan. Hacen con nosotros lo mismo que los fenicios cuando llegaban a Iberia y entregaban a los naturales espejitos a cambio de estatuas de oro».
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