miércoles, 9 de julio de 2014

COLABORACIÓN: NUESTRAS ABUELAS…LAS DE LA SONRISA ETERNA

Autor: Toño Morala
 
La mirada paciente de una vida al servicio
de los suyos y de los otros.
 
Escribir sobre las abuelas, las  nuestras, las de todos y todas, aquellas bonachonas que casi siempre tenían una sonrisa a pie de moquero cuando las velas asomaban por nuestra pequeña nariz; las que tenían el regazo siempre a punto para que recalaran en él las lágrimas de la discordia o el mal entendido con los padres o hermanos. Las mismas que sabían que no te gustaban  las berzas y las aderezaba con un poco de aceite a escondidas de los demás; las que lavaban la ropa a mano, a deshora y siempre atareadas hasta ser las últimas en irse para la cama, y las primeras en levantarse a preparar aquellos desayunos de tazón migado de pan y leche, y prender antes las económicas o las hornillas.


Siempre atareadas... siempre haciendo cosas. 


Aquellas que de vez en cuando lloraban sin tener casi motivo para nuestras entendederas, y que sufrían lo indecible y en silencio cuando alguna desgracia acaecía en la familia o vecinos. Las mismas que nunca compraban ropa y se la compraban a los nietos y  nietas por alguna festividad como el domingo de Ramos, o en algún cumpleaños. Las que te daban la mano o eran alcahuetas de las trastadas que hacíamos por los corrales o la casa, y que ella tapaba sin darle importancia, y además llevaban la bronca de la madre o padre, o incluso de los dos a la vez. Aquellas que tejían a mano bufandas y jerséis de lana para los duros inviernos que se pasaban en las escuelas de la pobreza.
La abuela y su croché.
 Las que habían pasado una guerra civil insoportable y una posguerra aún peor por hambre, enfermedades   e injusticias de todo tipo. Pero al final…ahí estuvieron siempre a la orilla de las necesidades de hijos y nietos, y jamás abrieron la boca, y la queja huía de sus labios casi siempre.
Olvido, la del cesto, minera.
 Algunos las recordamos llenas de arrugas por una vida  dura de pasar calamidades de todo tipo…las recordamos sonriendo cuando nos bañaban en aquellos baldes de zinc y que pesábamos menos que una amapola por junio… ¡ay estos niños…hay que darles más de comer que están en los huesos…!, de ahí vino aquella moda de hacer aquellas mezclas de todo tipo de huevos con todo en crudo; los ponches… menudas arcadas.
Segadoras
Y así fue pasando un tiempo lleno de vida austera, pero también había alguna que otra alegría. Recuerdo cuando al padre se le ocurrió comprar un Gordini de segunda mano y a la primera que montó fue a la abuela y la llevó a dar una vuelta y venía asustada y desencajada de lo que corría aquel bicho infernal. O en aquella otra ocasión que a la madre se le ocurrió teñir el pelo blanco de la abuela, y le daba vergüenza salir a la calle. O aquella primera televisión en blanco y negro y que decía le levantaba dolor de cabeza; ¡claro… era porque se movía la pantalla y le hacía daño en sus gastados ojos…! y así, también pasaba las tardes con el dedal en el corazón y zurciendo calcetines con el huevo de madera, calzoncillos, ensanchando pantalones viejos, o dándoles más largo según iban creciendo los chavales.
Grupo de abuelas en Villalmbroz
Y ya más cerca, las abuelas llevan a los guajes al colegio, les recogen, les dan la comida de taper que les dejan  los padres, pero de vez en cuando les dan de comer garbanzos, alubias, patatas con carne, pescados azules frescos….o sea, comidas de cuchara y manos limpias, y los chavales se relamen. También llega la hora de jubilarse de los trabajos del campo, de las fábricas, de las oficinas…pero la jubilación del trabajo de la casa y los nietos y nietas, ahí sí que no hay jubilación que valga; a seguir tirando del carro a todas horas y encima en muchos casos, también tienen que tirar de los hijos y sus parejas. 

Hay un apartado que no podemos olvidar y que por justicia y memoria hay que recordar; fueron las abuelas de la República que tuvieron un papel  esencial en la defensa   de la democracia  y de la libertad. Se la jugaron muchas veces; se la jugaban cuando  muchas se presentaron el día de las elecciones  del 16  de Febrero de 1936 como interventoras del Frente Popular, se la jugaron en la Revolución de 1934, apoyando a los mineros revolucionarios; en el frente de combate como milicianas. Se la jugaron en los talleres de costura cosiendo ropa de invierno para los milicianos que estaban en los Puertos. 
Abuelas republicanas
Sembrando los campos y cuidando el ganado. En el reparto de los alimentos, escasos alimentos, que llegaban desde los comités de Abastecimiento. Como maestras bajo los bombardeos de los fascistas con los niños en las escuelas para que olvidaran que estaban en guerra. En las cocinas comunitarias. En la fortificación de trincheras. En la organización municipal participando como miembros del Consejo Municipal. En el Socorro Rojo Internacional, recaudando cuanto se pudiera para aliviar el hambre y las necesidades del pueblo. Organizando las Cantinas Escolares. Y en tareas de vigilancia y seguridad en la retaguardia porque los hombres estaban en el frente de combate. Se la jugaron miles de abuelas  que posteriormente fueron represaliadas. El aceite de ricino, el corte de pelo al cero para mayor humillación. La ruina económica arrebatando violentamente cuanto tenían  (robos de enseres y de pertenencias de la familia en que el hombre había sido asesinado o desaparecido), o la incautación aparentemente legal, los engaños y las trapacerías con un sistema de préstamos que les dejaban sin nada para sus hijos  y nietos.
La imagen lo dice todo... deshauciados por las bombas, la
abuela se hace cargo de todo.
Ellas levantaron esta España, ellas, mujeres de negro, mujeres de delantal limpio y moño bajo, de alpargatas raídas y manos agrietadas con eterno olor a lejía. Ellas merecen todo el color, todo el reconocimiento, todos los homenajes. Ellas que acaban sus días como  sus vidas; solas, en silencio, sin una mano que sepa recompensar tanta entrega. Abuelas anónimas a las que tanto debemos. Se nos van muriendo las madres y las abuelas y se llevan con ellas su memoria. Y de ese modo no quedará nada que contar de primera mano, salvo raras excepciones. Urge que cada cual haga un archivo de la memoria  de las mujeres de su familia especialmente la de las abuelas, pues de ese modo podremos poco a poco reconstruir toda una época en que tuvieron que vivir tiempos muy duros…esas abuelas, las nuestras…las de la sonrisa eterna.

En Carrizo de la Ribera; las abuelas de la dignidad y
el duro trabajo.


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