Una vieja fotografía tomada desde la escombrera
permite descubrir cómo era la ciudad hace medio siglo y vislumbrar los cambios
que se avecinaban.
Ponferrada desde la montaña de carbón. - COL. GRANERO |
CARLOS
FIDALGO
03/04/2016
03/04/2016
Al final de Ponferrada estaba el Camino Negro. Un
bosque de eucaliptos plantados por la Minero con la idea, muy pronto
abandonada, de usar la madera para postear las galerías de las minas. Y la
montaña de carbón.
La enorme escombrera dejaba su huella en la ciudad.
Visible desde todas partes, como hoy le pasa al rascacielos de La Rosaleda, era
una presencia rotunda, una sombra que se alargó durante ochenta años hasta
entrado el siglo XXI. Y desde allí, en lo más alto de la colina artificial que
llegó a acumular más de diez millones de metros cúbicos de escombro, alguien,
seguramente por encargo de la propia Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP),
tomó la doble fotografía que reproducen estas páginas.
Un parpadeo, y de nuevo el tiempo se detiene en una
imagen que retrata una ciudad que ya no existe desde un lugar que ha
desaparecido. Manuel García Granero, apoderado de la MSP y fotógrafo
aficionado, guardó durante años una copia de la doble imagen tomada desde la
montaña negra en la misma caja de cartón donde su hija María Isabel García
Tejeiro ha descubierto otras escenas de la vieja Ciudad del Dólar ya publicadas
por este periódico. Pero en este caso, parece evidente que la imagen es obra de
un autor desconocido. Así lo creen Carlos Rodríguez y Jorge Morán, administradores
del grupo de Facebook que desde hace un lustro escarba en la memoria
fotográfica de Ponferrada. «La MSP solía contratar a empresas foráneas para
hacer estudios de todo tipo y esta fotografía parece obra de un profesional»,
opina Rodríguez mientras localiza en la doble imagen los edificios y las calles
que permiten ponerle fecha. Sobresale, en la plaza de Lazúrtegui, el edificio
Uría recién construido y las torres de la iglesia de San Pedro en lo que hoy es
la avenida de Pérez Colino. Se distinguen la Escuela Sindical, hoy Instituto de
Enseñanza Secundaria Virgen de la Encina, la iglesia y el colegio de San
Ignacio, y en primer plano el colegio Espíritu Santo, todos señalizados a mano
con buena caligrafía. Faltan años para que edifiquen el ambulatorio de Pico
Tuerto y la Escuela Hogar. Para que la ciudad cuente con un nuevo puente sobre
el río Sil que hoy lleva el nombre de Celso López Gavela. El Polígono de las
Huertas es un descampado donde algunos vecinos plantan cultivos de
subsistencia, a la espera de que el desarrollo urbano de los años setenta
traiga los edificios de viviendas, la Casa de la Cultura, los juzgados, la
Comisaría de Policía, el instituto Álvaro de Mendaña, el colegio de La Puebla,
hoy convertido en un gueto gitano. La doble imagen, por tanto, tomada un día
gris a finales del invierno —se adivina la nieve en los Montes Aquilianos—
dataría de los primeros años sesenta, y parece lógico pensar, por los trazos de
las futuras calles, que quien encargó la foto pensaba en el desarrollo
urbanístico de la zona.
El Camino Negro o Camino de la MSP, donde iban a
jugar los niños, es hoy la avenida de La Libertad. Los eucaliptos, que apenas
se usaron para postear, han desaparecido. En su lugar han construido las pistas
del estadio Colomán Trabado, el pabellón y el estadio del Toralín, el rocódromo
y las piscinas climatizadas. Y donde durante ochenta años se elevaron toneladas
de carbón, sólo queda una explanada que se llena de feriantes cada mes de
septiembre con las fiestas de la Encina y el eco de un proyecto ambicioso —el
Parque de la Juventud, lo llamaron a finales de siglo— que se desinfló con la
burbuja inmobiliaria. Pero esa sería otra fotografía.
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