martes, 10 de noviembre de 2015

NOTICIA: Las ‘tarjetas de visita’, o el mejor modo de conocer el siglo XIX

Una casona de Sahagún atesoraba una importante colección de estos recuerdos.

Los álbumes que contienen esta colección de "tarjetas de visita" están
cuidadosamente encuadernados y repujados - CUEVAS

diariodeleon.es
MARCELINO CUEVAS | LEÓN 09/11/2015
En la segunda mitad del siglo XIX corrían tiempos turbulentos para la España Imperial. Las colonias se evaporaban definitivamente. Los latifundistas del Nuevo Mundo veían con asombro y temor para sus bolsas bien forradas cómo se anunciaba la abolición de la esclavitud en Puerto Rico y, posiblemente, también en Cuba, ‘la perla del Caribe’. Mientras, Amadeo de Saboya se esfumaba, la República nacía con un estallido de optimismo que duraría poco —hasta que el general Pavía entró a caballo en las Cortes— e Isabel II intentaba volver a España después de abdicar en su hijo Alfonso. Los carlistas peleaban a muerte buscando el mejor puesto de salida en el muy probable regreso de la monarquía. Por su lado los obreros, como siempre, pedían salarios dignos y una jornada laboral humana.
 
En este confuso entorno llegó desde el libertino París el retrato fotográfico en tarjeta de visita, uno de los grandes fenómenos del arte fotográfico en sus primeros tiempos, en la segunda mitad del siglo XIX. Fue ésta, posiblemente, la mejor manera de hacer popular el retrato, aunque estuvo protagonizado, la cuestión económica de siempre, por los personajes de alta alcurnia, que son los que nos encontramos en sus imágenes. Eran las tarjetas pequeñas fotografías de estudio con unas dimensiones estándar de, exactamente, 8,75 por 6,25 centímetros.
 
Días pasados, visitando el leonés rastro de los sábados, encontramos en uno de sus puestos unos viejos álbumes que contenían una muy interesante colección de centenar y medio que estas decimonónicas fotografías. Aseguraron sus vendedores que procedían de una vetusta casa solariega de Sahagún, en la que durante siglos había vivido una importante familia que tenía también casa en la Corte madrileña. Seguramente este magnífico testimonio de una época durmió en silencio durante décadas en el cajón de una vieja cómoda que acabó siendo asesinada por la carcoma. Pero lo cierto es que han perdurado y que en ellas podemos conocer, de primera mano, cómo era la sociedad del momento.
 
Las tarjetas fueron patentadas en París por el fotógrafo André E. Disdéri en el año 1854, aunque hay constancia de que algún tiempo antes ya las realizaba en Marsella el también profesional de la fotografía Luis Dodero.
 
El proceso de realización de estas pequeñas fotografías era peculiar; incluía una cámara de varias lentes con cuatro u ocho objetivos independientes que permitían hacer hasta ocho imágenes iguales a la vez o individuales, con diferentes poses sobre un negativo de cristal. Se positivaban después sobre papel a la albúmina, papel de clara de huevo. Las copias, una vez separadas, eran sumamente delgadas y se pegaban sobre una cartulina de mayor cuerpo.
 
Delegación en Madrid
El inventor de las tarjetas puso en su momento un estudio en Madrid, del cual se conservan en esta colección muchas imágenes, tanto realizadas en la capital de España como en París. A partir de 1858-59 los fotógrafos españoles comenzaron a trabajar con el novedoso formato. Así, encontramos en esta colección, entre otros, a M. de Herbert, retratista de la Real Cámara; J. S. Rodríguez, también fotógrafo de la reina, que tenía su estudio en la Puerta del Sol madrileña; J. Laurent, ubicado en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, o G. Zarauza, que retrataba en las Ramblas barcelonesas.
 
Estas fotografías y su popularidad tentaron a los dirigentes de la mayoría de los países europeos y, así, encontramos retratos que fueron ampliamente difundidos con su consentimiento por los grandes profesionales de aquel momento, auténticos pioneros. En la colección procedente de Sahagún puede contemplarse una majestuosa pose de la entonces reina de España, Isabel II, con espectacular vestido blanco, realizada por J. Lauren que firmaba como fotógrafo de la reina. Una imagen heroica del italiano Garibaldi, sin firma, Un original retrato familiar de Napoleón II, que titulan ‘Los cuatro Napoleones’, y que corresponde al artista Jordá. Y otro, que atribuimos al pintor Fortuny, que fue realizado en Canarias por Pego.
 
A través de las tarjetas fotográficas podemos conocer un amplio repertorio del traje a mediados del siglo XIX, tanto femenino como masculino, y también de personajes con los más diferentes uniformes. Pero lo lamentable es que la gran mayoría de estas imágenes no tienen ninguna referencia. Son posiblemente personajes enormemente conocidos en aquel momento, o familiares y amigos que la familia conocía sobradamente, y por ello no se preocupaban de señalar sus nombres.

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