El viento y la lluvia condicionan el programa de la romería de san Froilán, que volvió a resultar un éxito de fieles.
Desfile de carros engalanados a la llegada a la plaza del santuario, una de las estampas referentes de la romería a la Virgen del Camino.- bruno moreno |
L. URDIALES | REDACCIÓN 06/10/2015
Los pendones son como el fuego. Indomables con
viento a más de veinte kilómetros por hora. Ese condimento climatológico frenó
por segundo día consecutivo el pase de los estandartes leoneses, santo y seña
de la tradición, que aglutinan en esta época del año el punto álgido de su
razón de ser. No hubo desfile en La Virgen del Camino porque el día de San
Froilán, que es a los pendoneros lo que san Patricio en Irlanda, amaneció gris
y ventolero. Tema menor el primero para los carreteros ataviados con media alta
que tiraron de yugo e ijada para sostener la emoción del público camino del
santuario mariano de la patrona de León, donde no faltaron los fieles por
miles. La lluvia tampoco es suficiente para ahogar esa tradición que tiene como
divisa la costumbre de mercadear con avellanas como sinónimo de gracia divina
contra los pecados mortales por intermediación del santo Froilán y aguardar el
turno para tocar la nariz del patrono de la diócesis en la esfinge que decora
la fachada lateral del santuario. Sobre estos dos puntales se sostiene la
romería con mayor capacidad de convocatoria de cuantas se celebran en la
provincia. A primera hora de la mañana, y a pesar de la lluvia incesante, los
autocares con fieles a San Froilán llegados de diversos puntos de la provincia
leonesa y de Asturias, ya delataban desde el aparcamiento de la carretera de
Fresno que la romería volvía a ser un éxito si se medía por muchedumbre. Eso es
La Virgen del Camino en san Froilán. Un río de gente en torno a un mercado que
creció al lado de una devoción, con un punto esencial en el recuento de
asistentes: la misa en honor al patrono de la diócesis leonesa, que por segunda
vez en la era moderna del santuario se celebró bajo techo para evitar la
inclemencia meteorológica. El obispo de León, Julián López, recordó la esencia
del evento y llamó la atención en la homilía sobre la crisis de fe que acecha a
la sociedad. Fe necesaria para mantener viva una tradición religiosa como esta
de san Froilán. que definió como «expresión máxima del alma del pueblo leonés»,
sustento de nobleza y confianza. La misa de san Froilán dejó pequeño el
interior del santuario mariano, atestado de fieles, a la cabecera con las
corporaciones municipales de León, Valverde de la Virgen y la de los
Ayuntamientos del Voto, Valdefresno y Villaturiel, así como un rosario de
autoridades civiles y militares.
Con los pendones arriados, los carros
engalanados concitaron la expectación del público, concentrado en los chaflanes
de la plaza del santuario y a lo largo de la avenida central de la localidad
para presenciar el impacto generacional que supone en la era del 3.0 vehículos
de tracción animal que no tienen sustento económico ni social más allá de
mantener el acervo cultural de una sociedad que subsistió gracias al sector
primario. Así llegaron hasta aquí las gentes de las Tierras de León, capaces de
suscitar interés fuera del entorno por costumbres que ahora se ensalzan como
legado cultural. Sesenta mil personas conmemoraron este año en el zoco de La
Virgen entre rachas de lluvias, platos suculentos de morcilla y viandas,
expositores interminables cargados de avellanas, que limpian las culpas a razón
de seis euros el kilo, la esencia de León.
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