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e. gancedo | león 10/08/2013
Omaña bulle este verano de actividades culturales, conciertos y conferencias, y uno de los actos que ya se han consolidado y es esperado con mucho interés es el nombramiento del ‘Omañés del Año’, distinción que en este 2013 ha recaído en la lingüista Margarita Álvarez y cuya entrega tendrá lugar hoy a partir de las 19.00 al aire libre y en su pueblo natal, Paladín.
—¿Qué ha supuesto para usted haber sido elegida como ‘Omañesa del año’?
La filóloga omañesa Margarita Álvarez. dl |
—Pues una gran alegría que el Instituto de Estudios Omañeses me haya concedido ese galardón. Yo siempre me he sentido leonesa y omañesa (ahora más si cabe), a pesar de que desde los diez años he pasado mucho más tiempo en la ‘periferia de Omaña’, que llega hasta Madrid, pero sigo muy ligada a la tierrina y a ella vuelvo todos los años a descansar en contacto con el paisaje y el paisanaje, a observar a sus gentes y a aprender de ellas. Y estoy especialmente orgullosa de que por primera vez se haya reconocido a una mujer. Trataré de ser una digna representante de las mujeres omañesas que han trabajado de forma esforzada y silenciosa y que son las auténticas omañesas de todos los días, de todos los años.
—¿Qué valores a destacar cree que han venido teniendo las gentes de Omaña, y que hoy convendría reivindicar?
—Las gentes de Omaña han sido siempre gentes trabajadoras y de buen conforme, de gran fortaleza moral, austeras y honradas. Son también personas sencillas, de trato fácil y que acogen bien a los forasteros. Personas que han vivido en contacto con esta naturaleza privilegiada, que cambia al compás de las estaciones y que tienen una sabiduría y un sentido común notables, que han aprendido de la observación de todo lo que les rodea. Cualquiera de estas cualidades y todas juntas son valores positivos de los que anda escasa la sociedad actual...
—¿Qué me dice del habla omañesa? ¿Se mantendrá en el tiempo o las nuevas generaciones ya la han olvidado?
—El habla omañesa es muy rica, precisa y expresiva. Bastaría, por ejemplo, citar verbos que tienen que ver con el hecho de ensuciar: emporcar, embarbalar, encacinar, entafurriar, enfrisuelar, enfarruscar, entisnar, enrepegonar… y varios más. Y todos tienen una diferencia de matiz. En el último medio siglo, ese habla omañesa, que permanecía casi intacta durante centurias, ha sufrido grandes transformaciones, especialmente en el olvido progresivo de los nombres de los aperos agrícolas y faenas del campo. Y en los últimos años se están olvidando también palabras referidas a actividades y utensilios domésticos y a las relaciones humanas. Aunque aún siguen vivos bastantes palabras y giros propios del leonés occidental. Las nuevas generaciones han sido escolarizadas en castellano y no tienen conciencia de que el habla de Omaña es una modalidad idiomática, no una deformación del castellano. Por tanto, si no hacemos algo por seguir utilizándola, seguirá desapareciendo de forma progresiva e imparable.
—¿Qué palabras, términos o giros, aún en uso, le siguen sorprendiendo?
—Me gustan mucho las palabras más expresivas y onomatopéyicas: junjurir, jingrio, ajagüeiro, esparavanes, gayolas, licuelas… Expresiones que suenan a dulce: cuchiflitos… Expresiones como: coger el dos, coger el pendín, darse una rabiscada… En sin pocas más… Y otras muchas que recojo en mi libro sobre el habla de Omaña.
—Algo de eso pudo escucharse en su charla del miércoles, que ofreció junto al experto en toponimia José Luis Fuentes...
—Sí, analicé en ella cómo los vicios actuales del castellano urbano, como el archisilabismo, los excesivos eufemismos, los extranjerismos, los vicios del lenguaje político y periodístico… están desplazando nuestra preciosa fala omañesa. Aquí se utilizan correctamente los pronombres lo, la, le; no se confunde oír con escuchar, ni se baraja una posibilidad, simplemente porque una sola no se puede barajar. ¿Para qué necesitamos los omañeses superbueno si tenemos nuestro expresivo pistonudo?
—¿Está investigando algún nuevo aspecto del leonés, actualmente?
—Me gustaría hacer un estudio más extenso y profundo de la toponimia, pues las nuevas generaciones no conocen más que los topónimos que están en contacto con el asfalto de los pueblos y en pocos años muchos nombres se van a perder para siempre. Ahora estoy escribiendo un pequeño estudio sobre los disfemismos (insultos) que más se usan en nuestra tierra.
—En ese sentido, ¿qué necesita la comarca, cuáles son sus principales retos y necesidades más perentorias?
—Necesita que los omañeses se conciencien de que no hablan chapurriáu, ni una deformación del castellano, sino su propia habla, de la que deben sentirse orgullosos y no avergonzados. Es necesario que haya más iniciativas de recopilación del léxico y la topinimia, tanto de expertos como de aficionados. Necesita que se lleven actividades culturales a las aldeas, que se doten de servicios para que la gente pueda vivir en ellas y que no se despueblen. Instituciones como el IEO están trabajando con empeño para recopilar y difundir nuestra cultura con actividades como charlas, el Omafolk… Desde aquí invito a los omañeses a que se hagan socios, pues se necesita mucha gente que trabaje por Omaña para que esta guapa comarca siga manteniendo su identidad. En ello estamos empeñados muy omañeses
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