domingo, 3 de febrero de 2013

NOTICIA: Antonio Alvarado: “Empecé de motril y de subir y bajar con el rebaño di en persona”


De una familia de 15 hermanos, fue a los frailes, luego pastor, minero y policía.
F. Fernández / Remolina
El típico ‘sonotone’ delata que puede tener algún problema de oído, que lo tiene, pero te puedes entender con él perfectamente, sin vocear, que no es hombre de voces sino de diálogo. Él añade otra dolencia. “Algunos días al levantarme me duele esta patona, eso es de cuando era luchador, que aunque caía más veces encima que debajo, algo siempre te toca”.

Es Antonio Alvarado Largo. Centenario, más bien camina hacia los 101 y con una lucidez envidiable. Vive en su pueblo, pasea por él y es uno de los personajes más conocidos y respetados de aquella montaña. “¿Cómo no me voy a acordar de cuando nací? El 8 de julio de 1912, aquí mismo, en Remolina”.

Bromea con que quienes tendrían más problemas para recordar las fechas de nacimiento de todos serían sus padres pues “éramos quince hermanos, por eso encontrarás Alvarados en el sitio más insospechado”.
“Al jubilarme compré mi primer coche”

Es prodigiosa su memoria. Recuerda que en aquellos tiempos Remolina era un lugar adelantado pues ya no tenía techos de paja, no le gustó mucho el maestro de su infancia, “que andaba a mil cosas” y hasta se acuerda de la copla que iba cantando cuando marchó de niño para un colegio de los Oblatos en el País Vasco. “Íbamos en el tren de vía estrecha y yo cantaba una copla que decía que “si yo fuera cazador, comparía una escopeta para cazar codornices de esas que gastan peineta”. Curiosamente la misma copla que me recordó ya hace muchos años para un reportaje de lucha leonesa, pues Alvarado fue uno de los grandes luchadores de esta montaña de Riaño pese a ser tierra de mucho y buenos deportistas, que él recuerda, igual que tiene frescos muchos corros. “Gané dos veces en Riaño y una tercera llegué a la final con Crescencio el de Prioro. Él pesaba más, yo era más ágil. Se plantó en el medio del corro y no fui capaz de tumbarle... pero él a mí tampoco. Había que aguantar tieso, que era mucho honor y allí se ganaban cien pesetas, bien lo sé yo de cuando salí campeón”. 

Vuelve a la infancia para recordar que “no cuajó la profesión de fraile”, dejó el colegio y empezó otra carrera, la de pastor. “Te suena raro lo de otra carrera, pero así funciona, hay que empezar por abajo, de motril, e ir subiendo. Y de motril empecé yo y subiendo y bajando, haciendo la trashumancia de aquí a Extremadura y al revés, pues di en persona. Como antes lo había sido mi abuelo, un rabadán del que me hablaron mucho las gentes que lo trataron”.
Pero era una profesión dura y se hablaba mucho de las minas de Sabero. Libró de la mili por excedente de cupo y pudo ser minero todavía bastante joven, pues en lo de pastor entró casi de niño.“Anduve los tres caminos que teníamos los mozos de Remolina: O al seminario, que fui; o pastor, que lo fui; o minero... Bueno, también emigraba mucha gente, entre ellos algún hermano mío”.

Y la guerra, ésa que marcó a toda su generación, también le tocó de cerca a él. Asturias, Aragón, Teruel... las batallas del Ebro y de Gandesa, nombres que están en la memoria de todos y que hicieron de aquel pastor y minero un veterano de guerra que eligió un nuevo camino, policía, con destinos como Bilbao (dos veces), Barcelona o Madrid.Muchos trabajos que le permiten una jubilación joven y una segunda vida, más tranquila.

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