El célebre burgalés Saturnino Calleja recorrió San Isidoro, la Catedral y San Marcos en su viaje a la ciudad. «¡Tienes más cuento que Calleja!» fue una expresión que se popularizó por la abundante colección de cuentos económicos infantiles, de 5 a 10 céntimos a finales del siglo XIX y a principios del XX.
El burgalés Saturnino Calleja (1853-1915) compró a su padre, Fernando, en
1879, el negocio madrileño de librería y encuadernación que él convertiría en la
popular Ediciones Calleja, que llegó a ser la más notable en España,
Hispanoamérica y Filipinas.
Siguiendo las entonces más modernas tendencias pedagógicas europeas, llenó
los textos de hermosas ilustraciones que repartió por las míseras escuelas de
los pueblos de España. Textos que, al margen de Andersen, Grimm y otros –los
niños españoles los conocieron gracias a sus colecciones- fueron creados por
escritores anónimos asalariados, algunos importantes (José Muñoz Escámez, Juan
Ramón Jiménez, Jesús Sánchez Tena…), bajo la dirección de Salvador
Bartolozzi.
Su labor, sin embargo, a pesar de la enorme importancia que tuvo, no quedó
ahí, sino que abrió el abanico a los libros de texto y pedagogía, literatura
clásica, diccionarios, atlas, medicina, derecho…
En este contexto globalizador, Saturnino Calleja escribió Un viaje por
España, en que aborda, con 257 grabados como complemento, y según reza el
subtítulo, «Las regiones: su formación, su riqueza, sus costumbres, su
historia». La obra apareció después de su muerte, aunque el tiempo le haya
premiado con numerosas ediciones hasta nuestros días.
La datación cronológica del viaje de Saturnino Calleja y sus amigos se concreta, aunque sin precisión exacta, al visitar la catedral, que «tenía su interior lleno de andamiajes». Con un par de fotografías –conjunto exterior, vidrieras-, describe múltiples aspectos de Nuestra Señora de Regla, pero incide en su carácter distintivo, que «consiste en lo ligero, sutil y aéreo de su fábrica, en la que quizás no haya iglesia gótica que la supere». Ya en el capítulo de Burgos, y al comparar ambas catedrales, tentación a la que, al parecer, nadie se sustrae, dice que la leonesa, por haberse edificado en menos tiempo, tiene «más unidad en el estilo».
De San Isidoro lo que más llama la atención a los viajeros es la capilla de
Santa Catalina, donde «están los sepulcros de multitud de reyes, reinas e
infantes leoneses, profanados, como todo el edificio, por la soldadesca del
general Soult en la guerra de la Independencia. El techo, a que no alcanzaron
sus tropas, es interesantísimo por sus figuras al fresco, que, como obra de
fines del siglo XII y primera mitad del XIII, son las más antiguas de
España».
No hay fotografías de San Marcos, sobre el que concluye con una curiosidad el texto: «La sillería del coro de su iglesia, obra muy hermosa del siglo XVI, de Guillermo Doncel, fue lamentablemente estropeada en 1723 al pretender restaurarla».
Este fue el recorrido por las tres joyas leonesas de Saturnino Calleja Fernández, uno de los grandes innovadores del mundo editorial español. Le esperaba después Burgos, su propia tierra, pues Quintanadueñas siente el orgullo de ser el lugar de su nacimiento.
No hay fotografías de San Marcos, sobre el que concluye con una curiosidad el texto: «La sillería del coro de su iglesia, obra muy hermosa del siglo XVI, de Guillermo Doncel, fue lamentablemente estropeada en 1723 al pretender restaurarla».
Este fue el recorrido por las tres joyas leonesas de Saturnino Calleja Fernández, uno de los grandes innovadores del mundo editorial español. Le esperaba después Burgos, su propia tierra, pues Quintanadueñas siente el orgullo de ser el lugar de su nacimiento.
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