ALEJANDRO SANTOS FUENTES (MÁS QUE PÁJAROS S.L.) |
diariodeleon.es
Nadie cruza el puente de los Campos de Lugueros sin echar un ojo, especialmente ahora que ya se ve a las truchas fregar. Unos años sin pesca con muerte en los tramos libres y ya parece que se ven los frutos. Veo, al menos 6 truchas, tres de ellas hermosas, que compiten por la posición mientras limpian y ateclan su porción del lecho del río y no puedo evitar la sonrisa de la emoción de descubrirlas. Todas ellas, hembras. Volvieron las aguas a su curso, limpias y frías, oxigenadas en un lecho cambiante, justo lo que necesitan las truchas, que así, reciben la señal que marca el arranque de su estación reproductiva.
La freza, friega en la montaña, es la preparación para la fecundación externa de la trucha común Salmo trutta: las hembras golpean con la cola un trocito del lecho del río para limpiarlo de verdín, fieles año tras año al mismo sitio, un lecho de grava donde depositan miles de huevos que, acto seguido, son regados con el esperma de uno o varios machos. Unos pocos de esos alevines fruto de la fecundación, llegarán a adultos. León no tiene costa pero tiene muchas orillas, los ríos vertebran la geografía de la provincia, nombran las comarcas y los pueblos, conforman el paisaje y dan carácter a los valles, a las riberas y a las montañas. Más de 3000 km de orillas, más del doble de km que km de costa tiene Galicia entera y, en ellos, el pez de agua dulce por excelencia, la trucha común. Más de 3000 km de ríos trucheros, se dice pronto. Y en los puentes que comunican orillas en esos ríos, los paisanos buscándolas en las horas muertas de las mañanas soleadas.
Los puntos del lomo, negros, grandes y muchas veces rodeados de una areola más clarina nos ayudan a diferenciar a la autóctona, de la arco iris Onchorrynchus mykiss, traída de otras latitudes, con los puntos más pequeños, sin areola y con el lomo iridiscente que le da el nombre. En los cauces más fríos, rápidos y oxigenados, aguas arriba de esa línea que une riberas y montaña, sólo vamos a encontrar estas dos especies de peces soportando las corrientes.
En otros tiempos, no muy lejanos, las truchas fueron una de las principales fuentes de proteína que ayudó a sacar familias adelante en los pueblos de las orillas. Sólo con nombrarla, la trucha evoca pescatas épicas en la tradición oral de estos paisajes. La maña y el ingenio rondaban desde la pesca a mano en las calas o usando el tenedor, hasta el uso de butrones y nasas o los envenenamientos a base de una hierba cunetera, el gordolobo Verbascum pulverulentum , o lejía y electricidad, en los peores casos. Nada muy convencional y más bien alejado de la imagen de pescador de caña con todos los posibles accesorios. La presión pesquera fue alta en ese momento, y también años después cuando los pescadores estilo Jara y Sedal poblaban todos los recodos de los ríos. Hoy, nuestros ríos y nuestras truchas no se pueden permitir esa presión de pesca, los cambios en los cauces, en la temperatura del agua y los efectos de la sobreexplotación han mermado las poblaciones y no, los cormoranes y las nutrias, a los que es muy fácil echar la culpa para evitar nuestras propias responsabilidades. Como en muchos casos, las repoblaciones, y otras medidas de conservación intervencionistas no tienen el éxito que tiene la simple no intervención, la veda, en la recuperación de las poblaciones.
Aguas abajo, en Villabúrbula, ribera del Porma, un pescador sonríe mientras libera una trucha que pesó 2kg ante la mirada atenta y escondida de la nutria con la que comparte aguas y corrientes. Parece que algo está cambiando en los ríos de León, y parece que por ahora es un poco a mejor.
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