Óscar Fierro encontró en el antiguo lagar de la casa de su bisabuela, en Bustillo del Páramo, dos cardas y un huso que cambiaron su vida. A partir de ahí, rescató el antiguo oficio de los hilanderos tras recorrer muchos rincones en busca de conocimiento y ahora dedica buena parte de su tiempo al curioso (y casi olvidado) arte de hacer ovillos.
Óscar Fierro, en el patio de su casa de Bustillo del Páramo. RAMIRO |
ANA GIL|LEÓN01/09/19
Todo comenzó en la antigua bodega de la casa de su bisabuela materna, María. Óscar Fierro ha recorrido desde que era niño todos los rincones del pueblo de su madre, Bustillo del Páramo. Allí pasaba los veranos y allí, en un recoveco de la vivienda familiar, encontró unas cardas y un huso que, sin saberlo, cambiarían su vida. Aquel curioso hallazgo le zambulló de lleno en el oficio de hilandero, al que ahora dedica buena parte de su tiempo y que se ha convertido, junto con su otra gran pasión, la música, en su medio de vida. «Mi bisabuela tenía dos ovejas y con su lana se hacía calcetines y alguna que otra prenda para pasar el invierno», explica Fierro. Un día, ordenando trastos en el lagar (el lugar en el que antiguamente se pisaba la uva), encontró aquellas dos herramientas que todavía utiliza y que atesora con enorme cariño.
Su bisabuela murió en 2013. Nunca la vio hilando, pero gracias a ella descubrió todo un universo que lo atrapó desde el principio: la artesanía del hilado. «Heredé sus utensilios, aunque no su conocimiento», apunta Fierro. Así, empezó a sacar lanas de los antiguos colchones y fue dando los primeros pasos. «No sabía nada, así que empecé a preguntar a unos y a otros, a viajar y a rastrear internet». Conoció así los secretos para poder lavar la lana en una corriente de agua. Recorrió lavaderos, conoció a gente que hilaba y cardaba y fue adentrándose a un oficio que le cautivó y a cuyo estudio ha dedicado los últimos cinco veranos.
Fierro, con las cardas. RAMIRO |
Una vez que tuvo claros los pasos, se puso manos a la obra. «Quise hacer un gorro y ahí empezó todo el tinglado», confiesa. Comenzó a ir a ferias para mostrar lo que había aprendido y los entresijos de un oficio casi olvidado que él se ha propuesto recuperar. «La primera vez, tiré una manta en el suelo y me puse a hilar en un pueblo de Alicante. Se llenó de gente y entonces vi que aquello suscitaba interés», relata este leonés afincado en Alicante desde los once años.
Uno de los primeros pasos es lavar la lana y secarla. RAMIRO |
Óscar Fierro es músico, pero ahora se siente más hilandero, pues esa herencia de sus antepasados se está convirtiendo en su profesión. A Bustillo del Páramo le une la casa familiar, que iban a vender pero que al final se han quedado. Son muchos los recuerdos que quedan entre sus paredes. Aquí también ha encontrado hijuelas y quiñones y aquí se refugia para hilar. «Antes tardaba un mes e hacer un ovillo, ahora lo hago en dos días», afirma.
Lavar, escarmenar, cardar, peinar, hilar, enmadejar, devanar, ovillar, teñir o tejer. Todo esto lo hace minuciosamente. Ahora está conociendo de primera mano el proceso de tintes con elementos naturales y el año que viene le tocará el turno al arte de tejer.
Uno de los artilugios que utiliza para hilar. RAMIRO |
Aquel gorro que se propuso hacer en un principio nunca lo terminó, pero si ha hecho un tapabocas de pastor teñido con hojas de eucalipto. Una prenda ahora en desuso pero con mucha historia y mano de obra detrás. Una especie de manta que utilizaban los pastores para hacer frente al frío invierno y que puede utilizarse de distintas maneras. Pero también bufandas y muchos ovillos.
Dedica buena parte del año, de mayo a octubre, a ir de feria en feria, enseñando eso que ha aprendido. León, Alicante, Asturias o Cantabria han sido algunos de sus destinos. Desde su puesto, conoce a gente de todo tipo que se interesa por lo que hace. «Las reacciones son de los más diverso. La gente mayor te cuenta sus añoranzas, mientras que para los niños lo que hago es algo de ciencia ficción, algo mágico, les entusiasma».
La lana es la materia prima. RAMIRO |
Su próximo objetivo es enseñar el proceso de hilado a los más pequeños, siempre con el fin de que el oficio no se pierda. Así, participará en la semana de los oficios de una escuela Waldorf y su intención es ir extendiendo esta idea a otros centros escolares. «Sería genial poder vivir de esto, pero sin dejar la música», asegura.
Su proyecto, Hilandomamut, está muy ligado a León. Aquí empezó todo, pero también aquí está la mejor materia prima: la lana de la oveja merina. Además, muchas historias humanas que han ido dando forma a lo que empezó siendo una simple ilusión.
Su familia, aunque perpleja al principio, le apoya en esta nueva y curiosa andadura. «Vaya tinglado que has montado con las cardas y el huso de la bisabuela», le recuerda siempre su madre.
Hoy hemos conocido el proyecto de Óscar en una feria de artesanos en Alicante y nos ha encantado la demostración y las explicaciones que nos ha dado. Se nota que le apasiona y así nos lo ha transmitido, y eso que hemos llegado casi cerrando la feria... Bravo por recuperar el oficio de hilar y por querer enseñarlo. Y gracias por deleitarnos también con la viola de roda o zanfoña.
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