Foto: del Huerto 2.0 |
Micro-relato-
Toño Morala
Espigas de escanda…
La belleza se encuentra en lo más
sutil, en lo más desapercibido de la naturaleza; el resto, ya de por sí, se
muestra majestuoso ante los ojos de la vida. Al alba, junto al arrullo de las
palomas, y la frescura que dejó la noche, el campo en todo su esplendor se va
despertando entre el último ulular. Y en esa inmensa soledad, el hombre
solitario y observador, va encontrando aquellas pequeñas cosas que le redimen
el alma… aquella amanecida, encontró entre algunas espigas de escanda, una que le
llamó poderosamente la atención; se dejaba bambolear por la suave brisa. Tan
pronto se quedaba quieta, como parecía que bailaba sobre la tierra. Se le pasó
por la cabeza el cogerla y llevarla para casa, pero al momento desistió… era
más necesaria para la belleza en su suerte de tierra, que posada sobre un
jarrón en una mesa. Al día siguiente volvió al mismo sitio y la espiga de
escanda ya no estaba… el hombre se preguntaba qué podía haber pasado… de
repente volvió la mirada hacia otro lugar y la vio; era la misma… no podía ser,
no se explicaba cómo se pudo cambiar de lugar… Cuenta la leyenda, que por las
noches, en algunos lugares, las espigas de escanda con las que soñaban los niños del hambre de antaño, se acercaban
a las eras para ser mayadas… antes de ser pan.
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