Autora: Marta Redondo
Les prometo que esta historia es tan cierta como aquella de la moza que entró de criada y salió de dueña. Me la contó una enfermera que contuvo a un hombre desolado la noche en que prorrumpió en el puesto de control de enfermería clamando que le devolvieran a su hembra el olor a mujer.
Días antes habían atendido a su pareja durante el alumbramiento de la criatura que ambos tenían en común. En vano el personal sanitario trataban de hacerle entrar en razón. Si no hubieran lavado de arriba abajo a aquella mujer a saber en qué condiciones habrían llegado el pobre bebé a este mundo. Pero al hombre no le había gustado el cambio. Estaba acostumbrado a aquella fragancia. Quería lo de siempre. Clamaba porque alguien volviera las cosas a su estado original. La memoria le apremiaba reclamando el patrimonio espiritual perdido. Quería el olor de su mujer, o tal vez lo que reclamara fuera su paz anterior, o la tranquilidad que tenía antes de que todo cambiara.
Siempre echamos de menos las cosas que se nos fueron. Sobre todo las que poblaron nuestra infancia. Esos recuerdos que tanto nos interpelan retrotrayéndonos a un tiempo pasado que –parafraseando a mi vecino opinante en este patio de columnas José María Giráldez– nos hicieron soñar de niños y que de algún modo parecen resistir, aunque no se sabe por cuánto tiempo.
Y de recuerdos, evocaciones y resistencias está repleto un lugar lleno de encanto y de valiosas reliquias históricas. Un espacio que les recomiendo visitar ahora que el tiempo veraniego se torna propicio para darle cancha a la cultura. Se trata del Museo Etnográfico Provincial de León, antiguo convento de San Agustín, sito en la villa de Mansilla de las Mulas. Además de una interesante exposición denominada contracrónicas, resumen de las mejores contraportadas de este periódico que ahora están ojeando con textos de Fulgencio Fernández y fotografías de Mauricio Peña, también alberga ahora otra efemérides dedicada al cine que incluye la proyección de cintas míticas en el delicioso marco de la capilla funeraria del señor de Villafañe, D. Fernando de Acuña, donde el noble ilustre caballero de la Orden De Santiago y capitán de los Tercios de Flandes reposó junto a sus dos mujeres.
Podrán visitar las veintisiete áreas del museo repartidas en tres plantas que abarcan desde la arquitectura tradicional a la indumentaria y joyería, la agricultura, los medios de transporte, el alimento, la producción textil, la medicina, el arte, la religiosidad popular o el ciclo de la vida. Conocerán algunas de las joyas que alberga tales como varias ediciones del libro ‘La Picara Justina’ cuyas andanzas transcurrieron en Mansilla. Podrán pisar un conservado pavimento enchinarrado, confeccionado por pequeñas piedras de río que, a modo de teselas, cubrían el suelo del convento. Se colarán en una cocina de antaño de aquellas en que al calor del puchero pendente de enormes pregancias, se cocían los más sabrosos filandones.
Recuperarán, en definitiva, algo del sabor y el olor de antaño, no se si de hombre, niño o mujer. Pero desde luego si serán el olor y el sabor de la tierrina leonesa.
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