Míticos cines de nuestra Provincia…
Cartelería de
aquellas películas más
vistas en los años cincuenta,
sesenta y setenta.
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Colaboración: Toño Morala
Retales de olvido va dejando la memoria por el paso del tiempo; amén de esa mirada a lo lejos, que se bambolea sobre aquellas grandes pantallas de cine cuando éramos niños; luego las cosas han ido cambiando, la adolescencia, la juventud… Y esa injusticia del olvido, hace que muchos nombres que se abrazaron al cine en aquellos años y que salieron en los créditos, se hayan diluido como un azucarillo en aquellos cafés de la época. Algo parecido les ocurre y ocurrió a aquellos escribidores de historias y diálogos, los guionistas; componedores de risas, tristezas y lágrimas. Pero además, estas buenas gentes, -grandes en todos los sentidos-, trasladaban con su buen arte y hacer, aquellas emociones que te hacían sentir bien, regular, y también mal, dependiendo de la película y su trama. Y esa mezcla de sentimientos limpios, sensaciones, esa manera de recordar lo bueno y lo malo de una existencia y, que desde la niñez nos persigue en todo lugar y tiempo.
Los años pasan y la memoria y el recuerdo nos produce satisfacción, o por el contrario, desazón e incertidumbre. Unas veces tan llena de nostalgia, -la mayoría de veces-, y con esa sensación de no haber disfrutado por no tener la sabiduría y la experiencia suficientes; pero la inocencia natural, nos ha hecho, desde niños, recordar aquellas cosas que nos han dejado la placidez y aquellas sonrisas… como el cine. El cine, qué maravilla poder ver y escuchar aquellas películas de aventuras y otras… recuerdo que con seis o siete años, mi padre me llevó por primera vez al cine. Recuerdo aquella sensación de asombro y miedo a la vez… recuerdo aquella primera película de Tarzán en la selva,-era en blanco y negro- aquel grito fantástico para llamar a todos los animales, aquella manera de nadar de aquel impresionante actor Johnny Weissmüller; sin lugar a dudas, el mejor Tarzán de todas las épocas.
Recuerdo el cine de curas que por dos pesetas entrabas el domingo por la tarde, el nodo y su influencia… a la mitad cortaban, y todo los chavales al ambigú, que no lo era, era un pequeño mostrador donde una buena mujer te vendía cuatro chucherías y un vaso de gaseosa o butano… y qué bien sabía… sonaba el timbre y vuelta a la sala de aquellas butacas de madera sin almohadillar y, que además, si había alguna escena de besos, el curilla o monja, ponía la mano delante del proyector, y todo el mundo a chillar… éramos niños, pero no tontos. Y a la salida del cine, todos sonrientes, nos esperaban los padres para llegar a las casas y cenar y acostarnos entre sueños de galletas, y aquellas aventuras vividas en el cine.
Qué bien el poder recordar aquellas secuencias y qué bien el intentar emular, en aquellos años, a los míticos actores y actrices en aquella pantalla gigante… y con aquel color majestuoso que era ya el Technicolor. La memoria de lo afín, de aquellas tardes de domingo llenas de sonrisas inocentes, y caras insultantes de felicidad compartida. Y si recordamos, recordamos también las tardes de sesión continua ya de mozos; tardes para hacer cinéfilos a todo trapo; dónde íbamos a estar mejor y más calientes en invierno que en aquellas salas de cine, rodeados de la pandilla; más adelante, ya de novios, pues también se iba al cine… quizás en aquellos años de tanta represión, para estar solos bien acompañados y poder darse unos besos castos y… en verano también se iba mucho al cine, y en algunas ciudades y pueblos grandes, también ponían películas al aire libre, era el cine de verano.
Antes de entrar en materia, si les parece, hacemos un repaso de algunos de aquellos míticos cines de nuestra Provincia; donde llegaban las latas con las películas en tren, y luego en carros de llanta y tirados a mano o con caballerías, las repartían los carretilleros que estaban afuera en las estaciones. Pesaban lo suyo; el fondo era de madera, y sobre ella, una fuerte lona en forma de saca y cierre como el de los macutos de la mili, guardaba celosamente las latas y los carteles bien doblados para poner en las viejas carteleras de los cines. En León capital fueron grandes los cines Trianón, el Emperador, el Crucero, el Pasaje, el Abella, cine Mary, entre otros… el de los Capuchinos, recientemente reinaugurado. En Ponferrada el cine Edesa, el Bergidum, cine Mora, el Sil, el Adriano. En La Bañeza, el California… y otros muchos diseminados por cabeceras de comarca a lo largo y ancho de nuestra Provincia.
Carlos Saura, Cría cuervos,
¡Ay, Carmela!
, Mamá cumple 100 años, La caza…
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Recuerdo el cine de curas que por dos pesetas entrabas el domingo por la tarde, el nodo y su influencia… a la mitad cortaban, y todo los chavales al ambigú, que no lo era, era un pequeño mostrador donde una buena mujer te vendía cuatro chucherías y un vaso de gaseosa o butano… y qué bien sabía… sonaba el timbre y vuelta a la sala de aquellas butacas de madera sin almohadillar y, que además, si había alguna escena de besos, el curilla o monja, ponía la mano delante del proyector, y todo el mundo a chillar… éramos niños, pero no tontos. Y a la salida del cine, todos sonrientes, nos esperaban los padres para llegar a las casas y cenar y acostarnos entre sueños de galletas, y aquellas aventuras vividas en el cine.
“Amanece que no es
poco”, de José Luis Cuerda.
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Antes de entrar en materia, si les parece, hacemos un repaso de algunos de aquellos míticos cines de nuestra Provincia; donde llegaban las latas con las películas en tren, y luego en carros de llanta y tirados a mano o con caballerías, las repartían los carretilleros que estaban afuera en las estaciones. Pesaban lo suyo; el fondo era de madera, y sobre ella, una fuerte lona en forma de saca y cierre como el de los macutos de la mili, guardaba celosamente las latas y los carteles bien doblados para poner en las viejas carteleras de los cines. En León capital fueron grandes los cines Trianón, el Emperador, el Crucero, el Pasaje, el Abella, cine Mary, entre otros… el de los Capuchinos, recientemente reinaugurado. En Ponferrada el cine Edesa, el Bergidum, cine Mora, el Sil, el Adriano. En La Bañeza, el California… y otros muchos diseminados por cabeceras de comarca a lo largo y ancho de nuestra Provincia.
Míticos cines de parte de la provincia de León…
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El gran Juan Antonio
Velasco. Cartelistadel cine Emperador, entre otras cosas.
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Y ahora sí, vamos a intentar escribir sobre el cine español, aquel que se hacía con grandes dosis de imaginación y pocas perras, y que tanto gustaba en aquellos años. Las primeras exhibiciones cinematográficas en España tuvieron lugar en Madrid en mayo de 1896. Desde ese año, muchos fueron quienes explotaron el nuevo invento por toda la Península: Charles Kalb, Eduardo Moreno, Eduardo Gimeno, Antonio de la Rosa, Juan Minuesa, Alexandre de Azevedo, Joseph Sellier... A Alexandre Promio se deben las primeras cintas rodadas en España en Barcelona y Madrid, en junio de 1896, para la casa Lumière. Eduardo Jimeno Correas, sí bien fue un pionero importante, no llegó a rodar películas hasta el año 1899. Había adquirido un aparato Lumière en julio de 1897 y sólo se conocen rodajes dos años más tarde, como el tan celebrado y famoso “Salida de la misa de doce de la Iglesia del Pilar de Zaragoza”. También rodó otra película a la cual se le ha dado el nombre de “Los saludos”.
En 1914, Barcelona es el centro de la industria cinematográfica del país. Se inicia el predominio de las llamadas “españoladas”, que exageraban el carácter español, y que se rodaron hasta la década de 1980. En 1930, Buñuel y Dalí estrenaban “Un perro andaluz”. En la década de los años cincuenta nacen dos importantes festivales de cine en España: el 21 de septiembre de 1953 nace el Festival de Cine de San Sebastián sin sufrir ninguna interrupción desde entonces, y en 1956 tiene lugar la primera Semana Internacional de Cine de Valladolid o Seminci.
Por su parte, Marcelino pan y vino (1955) de Ladislao Vajda es la primera película española en obtener el reconocimiento de la crítica y del público a nivel mundial, llegando a ganar el premio Oso de Plata de mejor director en el Festival de cine de Berlín, y desataría una moda de niños actores, de la que formarían parte las películas protagonizadas con gran éxito por Joselito, Marisol, Rocío Dúrcal y Pili y Mili…
"¡Bienvenido,
Mr. Marshall!" de Berlanga.
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Por su parte, Marcelino pan y vino (1955) de Ladislao Vajda es la primera película española en obtener el reconocimiento de la crítica y del público a nivel mundial, llegando a ganar el premio Oso de Plata de mejor director en el Festival de cine de Berlín, y desataría una moda de niños actores, de la que formarían parte las películas protagonizadas con gran éxito por Joselito, Marisol, Rocío Dúrcal y Pili y Mili…
Viridiana, Tristana,
Un perro andaluz,
Ese obscuro objeto de deseo… Luis Buñuel.
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El viaje a ninguna
parte, El extraño viaje,
El mar y el tiempo… Fernando Fernán Gómez.
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Respecto a Juan Antonio Bardem, tras su enorme éxito cosechado sobre todo durante la década anterior, durante los años 60 también creó films que destacaron y que dejaron ver sus características primordiales. Uno de ellos fue “Nunca para Nada” (1963), film que la censura española prohibió en las salas de cine de nuestro país; recordemos que Bardem fue uno de los directores españoles que más sufrió la censura estatal.
Juan Antonio Barden, Calle mayor,
Muerte de un ciclista…
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Fotograma de la película de Berlanga,
“El Verdugo”
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Luis Berlanga, El
verdugo,
¡Bienvenido Mister Marshall!, Plácido…
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