Editan el libro que analiza y traduce las 55 lápidas romanas
extraídas en 2009 de la muralla leonesa Siete expertos concluyen que es el
«mayor hallazgo epigráfico» en su ámbito.
Estela de Restituta a su "inmejorable marido". Septiminius. DL- |
«Para Mansuetus, dulcísimo cónyuge, que murió a los cuarenta
y cinco años. Minutia lo hizo (este monumento) para su cónyuge, que se lo
merecía bien». O «a los dioses Manes. Modesta, madre, de cincuenta años y a
(mi) padre Attio de cincuenta y cinco años. La tierra les sea leve. Vicario (su
hijo), se ocupó de hacer este monumento con su dinero».
Son breves alegatos en favor del recuerdo, chispazos de ese
incesante afán humano por dejar constancia de su paso por esta tierra,
emocionantes reclamos de eternidad. Los dejaron escritos unos leoneses de hace
cosa de dos mil años en lápidas de piedra de toda forma y procedencia, estelas
que en 2009, durante las obras de restauración de los cubos 2 y 3 de la muralla
—el lienzo de las Clarisas—, comenzaron a aparecer en número creciente: estaban
‘embutidas’ en los muros, ya que habían sido reutilizadas en unas apresuradas y
formidables obras de recrecimiento y refuerzo del recinto legionense que
tuvieron lugar a finales del siglo III d.C.
El anuncio del hallazgo traspasó las fronteras leonesas dada
la variedad, antigüedad y cantidad de las mismas: se extrajeron hasta 52
lápidas dignas de ese nombre y 55 objetos con algún tipo de texto escrito en
ellos, una notabilísima fuente de información histórica en torno a los años que
van del siglo I a mediados del II. Y ahora acaba de salir de imprenta Historia
de una excavación horizontal, el libro que describe, analiza, transcribe,
traduce y contextualiza cada uno de estos descubrimientos: su coordinador es
Melquiades Ranilla y en él escriben, además del redactor del Plan Director de
la Muralla; Luis Grau, Ángel Palomino, Enrique Santamaría, Jorge
Sánchez-Lafuente, Luis Valdeón y Gema Vallejo.
«Es el mayor hallazgo epigráfico de estas características,
registrado en una muralla romana, en toda España», asegura Ranilla y lo
confirma Sánchez-Lafuente, profesor de Historia Antigua en la Universidad de
León. El primer de ellos resaltó lo «concienzudo» y «exhaustivo» de la obra,
donde queda consignado no sólo el estudio de cada una de estas piezas sino
también, por ejemplo, las delicadas labores que se emprendieron a finales de
2009 para extraer las lápidas sin fragmentarlas —y sin dañar tampoco la
muralla—, dejando en su lugar réplicas; o la interpretación, siempre a cargo de
especialistas, del tipo de latín empleado, de los nombres que aparecen, de las
advocaciones, de los motivos decorativos, de la esperanza de vida que dejan
traslucir... toda una serie de datos clave para averiguar aspectos de la vida
cotidiana imposibles de conocer de otro modo.
Bajaron de la montaña
Una de las lecturas más sugerentes es la que hace Jorge
Sánchez-Lafuente en cuanto a la onomástica reflejada en ellas. «Abundan los
nombres nativos que son propios, casi exclusivos, de la montaña leonesa, lo que
nos hace pensar en personas que bajaron de los valles a residir en la ciudad y
aquí se integraron y aculturaron», explica.
«La mayoría era gente humilde, que servía al ejército en la
cannaba», precisa, mientras que Melquíades Ranilla hace ver las «cuatro vidas»
de estos objetos, ya que la mayoría fueron elaborados, originalmente, como
material de construcción de edificios, luego se emplearon con fines funerarios,
después se usaron como ‘material de obra’ y ahora se encuentran custodiados en
el Museo de León.
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