El Instituto Leonés de Cultura edita un completo libro sobre la labor fotográfica de Acacio Díaz Valdés
e. gancedo | león 02/12/2012
Grupo de mujeres y chicas de la familia de Emeterio Díez (Sahagún), en 1935 |
«Mi padre no era fotógrafo de galería, su galería... era la calle. Las bodas y bautizos, los quintos, las fiestas y las romerías de los pueblos, las procesiones, los momentos señalados y la vida común de la gente normal y corriente, eso era lo que él retrataba y lo que más feliz le hacía». Así define Acacio Díaz Alonso, veterano corresponsal del Diario en la comarca de Sahagún, a su padre, todo un clásico de la fotografía en la villa terracampina sobre cuyo legado el Instituto Leonés de Cultura acaba de editar un libro de gran formato que se dará a conocer próximamente.
Así, Acacio Díaz Valdés: un testimonio gráfico de Sahagún hace el número cuatro de la colección Memoria gráfica de León, que está reuniendo a pioneros de la imagen en nuestras comarcas, y en sus páginas se da cita no sólo abundante información personal sobre Díaz Valdés sino también una nutrida selección de fotografías, la mayor parte tomadas por él en la villa y su contorna, en especial en pueblos de la ribera del Cea (su esposa, Catalina Alonso, era de Villaverde de Arcayos), pero también imágenes muy antiguas, de autor desconocido, que fue recopilando personalmente.
Acacio Díaz Valdés (1918-1987) nació en la localidad montañesa de Las Salas, cerca de Riaño, en el molino en el que trabajaban los abuelos —con orígenes a orillas del Cea— al frente del cual habían quedado por haber marchado el dueño, un tiempo, a buscar fortuna a América. Molineros de profesión pero sin molino fijo, la familia iba buscando labor de ribera en ribera: «Trabajaron en Cistierna, luego en el molino de La Riba y más tarde en el de Santa María del Río», cuenta el corresponsal de este periódico. Pero el periplo continuó porque la saga crecía con el casamiento de nuestro protagonista en Villaverde y el posterior establecimiento en Cea, donde nacería Acacio Díaz Alonso, y finalmente ya en Sahagún. Los tiempos eran difíciles y para salir adelante el joven padre de familia se veía obligado a agudizar el ingenio. «Era ebanista, hacía bargueños, muebles, ventanas, de todo», pero también encontró la manera de «fabricar fideos» y hasta tocaba el acordeón. En los años cuarenta, el cambio de las antiguas ‘cédulas de identificación’ por los modernos carnets de identidad, con fotografía incluida, le sugirió una idea con futuro. Pero, ¿cómo hacerse con una de esas máquinas? «Pintó una caja de negro, le puso un trapo y marchó a Joara a retratar a los vecinos, cobrándoles las fotos. Luego, con ese dinero, fue a León y compró la máquina. Y después regresó y echó un bando explicando que por ‘motivos oficiales’ se debían repetir las fotos, que esa vez ya hizo con carrete y todo», explica su hijo, quien también alude a la participación del padre en la guerra, como voluntario con 17 años: «Cuando la batalla del Ebro, le hirieron e ingresaron en Zaragoza. Como decían que le iban a amputar las piernas, se escapó y se vino andando desde allí a Sahagún», narra.
«Recto, humano y solidario», así define el periodista y fotógrafo a Acacio padre, pero también de «notario de toda una comarca» a quien ahora se brinda un muy justo homenaje.
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