El comercio de toda la vida está en peligro de extinción, amenazado por la exigencia de un consumidor con prisa. Visitamos diferentes zonas de la ciudad para buscar la realidad de comercios típicos, algunos muy cercanos al siglo de vida, y que regentan negocios de hasta cuartas generaciones. Su apuesta: el trato, la experiencia. Su única salida: la especialización.
Mercería Derlys. El Crucero. |
El trato, la complicidad entre cliente y tendero, el saber de lo que se habla. El comercio tradicional deja en la compra un regusto a cercanía, a veces dentro de una atmósfera un poco rancia cuando traspasamos la puerta de establecimientos anticuados, o vemos caras ajadas que siguen luchando por mantener a flote su pequeño imperio. Muchas veces no es cuestión de calidad, porque las grandes superficies también se guardan las espaldas al comercializar con buen género, tal y como muchos de los supervivientes de negocios tradicionales aseguran -dejando a un lado el mercado oriental-. El secreto es la especialización, aunque tampoco se puede competir con la experiencia, con el mimo de las manos que han aprendido un oficio desde que la memoria les alcanza, que lo han heredado, que han cuidado con amor el pan familiar.
Cestería Álvarez. Barrio Húmedo. |
Pero lo cierto es que estos pequeños náufragos del comercio de otros tiempos están en peligro de extinción. La crisis económica, los avances tecnológicos, el cambio de demanda en gustos, en ocio y en cuanto a la manera de ganarse la vida, hace que los grandes almacenes y el comercio electrónico satisfagan las necesidades de un consumidor que exige cada vez más rapidez, que tiene prisa y no busca la especialización si no el ahorro de tiempo, y de dinero. Pero la fugacidad de las cosas tiene un precio alto. Cambiar productos manufacturados naturalmente o con un solo intermediario por otros fabricados en cadena y vendidos al por mayor está provocando la desaparición de tiendas, incluso de oficios, y de piezas clave en barrios tradicionales que se quedan sin el motor económico que les da vida.
Visitamos diferentes zonas de la ciudad para buscar la realidad de estos sobrevivientes, algunos muy cercanos al siglo de vida, y que regentan negocios de hasta cuartas generaciones.
Negocios de toda la vida y con toda una vida a las espaldas.
Mercería Derlys. El Crucero |
Derlys es una mercería de las tradicionales, de las que venden lazo y cremallera por metros. Está ubicada en el barrio de El Crucero, y su dueña actual lleva más de 30 años al frente. Ella a su vez tomó el testigo de un señor Argentino que cumplió en ella 40 años de actividad antes de traspasarla, y el responsable del nombre del negocio, bautizado así para que se llamara igual que su hija. "Es muy difícil mantener este negocio. Compra poca gente, y vendiendo un botón o un metro de lazo es difícil sostener los gastos", explica la dueña. "Todo se debe a que la gente ha cambiado de hábitos; antes había sastres, costureras y modistas y las personas se hacían la ropa. Ahora no. Ahora la gente gasta más para manualidades", añade. A pesar de que asegura que "poco a poco se está saliendo de la crisis", y de que lucha y trabaja cada día para seguir adelante, no espera que sus hijas se hagan cargo de la mercería. "Si funcionase como cuando yo empecé no me importaría que siguieran aquí, pero ahora no hay negocio", sentencia contundente.
Librería Valderas. Santo Domingo. León |
En pleno centro de León, en Gran Vía de San Marcos un pequeño local repleto de libros levanta la Librería Valderas desde el año 1936, cuando Juan María Valderas la inauguró. Sus dueñas actuales, las hermanas María Isabel y Virginia, llevan más de 30 años trabajando y admiten que en el último trimestre han visto mejorar las cifras de su negocio. "Gracias a la ubicación de la librería, y teniendo en cuenta la crisis que ha afectado a la economía en general, nuestro negocio siempre ha funcionado. Aunque somos conscientes de que la demanda de libros está decreciendo con el paso del tiempo. Los jóvenes no sueltan el móvil. Es una pena, pero en unos años sólo quedarán librerías especializadas", explica María Isabel. "Es una actividad que lleva todas las horas del mundo, porque aunque el local es pequeño siempre hay muchos albaranes y facturas que hacer. Aunque es un trabajo precioso", apunta con una sonrisa entrañable. Para poder seguir en el mercado, las dos hermanas del negocio familiar han actualizado su actividad. "Las facturas electrónicas facilitan el trabajo, pero para mí siempre ha sido más bonito el trato directo con las editoriales, por ejemplo, como hacíamos antes. No obstante el cambio no ha sido drástico, y hay que saber evolucionar".
Tripicallería - Pimentón Nieto de Froilán Blanco. Barrio Húmedo. |
Froilán Blanco fundó laTripicallería del Barrio Húmedo en el año 1948 y a día de hoy su nieto, tras heredar el negocio de manos de su padre Cristóbal, sigue al pie de la tienda que vende todo tipo de productos relacionados con el mundo de la matanza y los útiles para los artesanos del embutido, desde la tripa y el pimentón hasta la cuerda que ata los chorizos, la morcilla, el lomo o el salchichón. "Es un negocio tradicional, y muy especializado, pero cada vez hay menos demanda. También se trata de una venta muy estacional, de la gente que hace matanza, que cada vez es menos", apunta la tercera generación.
Madreñas de Labrador. Barrio Húmedo. |
Sin abandonar el corazón del Barrio Húmedo, pasando la Plaza Mayor llegamos hasta Labradores, una tienda de calzado que en origen se dedicaba casi exclusivamente a la venta de madreñas, aperos de labranza y todo tipo de enseres para el campo y ganado. Aunque todavía encontramos dentro del negocio madreñas, Avelino, dueño y regente de Labradores desde 1977, asegura que al caer prácticamente en desuso, han tenido que adaptar su oferta. Y así, de las madreñas han pasado a abarcar calzado y zapatillas, de los utensilios dedicados al ganado han abierto mercado al mundo de la equitación, del campo han dado paso a satisfacer la afición que hay por la montaña con botas de trekking y otros artículos como ropa especializada dejando un poco de lado los buzos que antes vendían por miles. Labradores se fundó a principios del siglo pasado, entre el año 18 y el 20.
Labradores. Barrio Húmedo. |
La familia de Avelino no fue quien fundó la tienda, pero tomó el traspaso y desde su abuelo ahora ya se cuentan cuatro generaciones al frente de este espacio repleto de tradición. "Se hunde el barco, pero nosotros estamos agarrados a la escotilla", bromea Avelino, un vendedor con gran habilidad comercial, pero que no esconde la decadencia de la zona y donde cuenta haber visto cerrar la puerta de muchos de sus compañeros de calle. Acompañado de su hija desde hace tres años, Laura, que tras finalizar sus estudios ha decidido apostar por el negocio familiar, Avelino también reconoce que los días de mercado en la Plaza Mayor –miércoles y sábado-, las ventas dan un respiro al balance del mes.
Ferretería - droguería El Ejido. Barrio El Ejido. |
Caminando hasta El Egido, de frente a la bolera del barrio, encontramos la Ferretería – Droguería El Egido, desde hace 40 años. Fue fundada por el padre y tío de quien lleva ahora las riendas del negocio familiar. Se trata de una ferretería de "las de toda la vida" con "productos de toda la vida", "la clientela de toda la vida" y que sigue sin informatizarse, usando 'boli y papel'.
Zapatería Blanco. Barrio San Mamés. |
Ciriaco Blanco es zapaterodesde los 14 años, cuando se hizo aprendiz. No heredó el negocio de ningún familiar, pero tras abandonar su Aguilar de Campoo natal, desde el año 1965, cose, remienda y repara calzado en San Mamés en compañía de su mujer y de su hijo.
Material eléctrico y ferretería. Pinilla. |
En la zona de Pinilla, donde todavía es fácil encontrar establecimientos de ultramarinos y mucho pequeño comercio tradicional, Santi mantiene su tienda de Material eléctrico y ferretería. Él mismo emprendió su negocio, hace 25 años, y ya tienen apalabrado un traspaso a otro chico cuando se jubile. Aunque ha pasado mejores épocas, por ejemplo durante el boom de la construcción, se mantiene con la clientela habitual del barrio y algunos colegios y locales que le compran el material. "La diferencia entre este tipo de tiendas y las grandes superficies es el trato. También la calidad del producto" explica Santi que siempre trata de ayudar a la gente, asesora, explica y dibuja muchas veces como tienen que colocar las piezas que vende, incluso se acerca a su casa si es necesario. Además, la tienda de Santi ofrece un pequeño patrocinio a un equipo de rally 'Redondo Competición'.
Tripicallería. Pimentón Nieto de Froilán Blanco Barrio Húmedo. |
Diferentes negocios, pero con alma y suelo común en este 'León moderno' que se nos escapa de las manos, y donde muchos, consumidores y comerciantes, se irán para no volver.
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