domingo, 9 de agosto de 2015

NOTICIA: 'Teitadores', de los que ya no queda

Diana Martínez | 09/08/2015 lanuevacronica

Los cuentos han propiciado el falso mito de la fragilidad de las casas de paja. El lobo sopló y sopló y la casa y los sueños del cerdito pequeño y vago, que a penas había dedicado unos minutos a construir su refugio, volaban por los aires. Cuentos. Nada que ver con la realidad de los teitadores, experimentados obreros en construir y reparar esos tejados de paja capaces de proteger de tormentas y lobos feroces.

Jorge López es uno de los últimos teitadores de Ancares, uno de los que casi ya no quedan. Natural de Villafeile, en el municipio berciano de Balboa, aprendió el oficio de construir y reparar los llamados teitos (techos de paja) viéndolo desde niño. Y el trabajo no se hace en un momento, ni se lo lleva un soplido.

Jorge vivía en una palloza, una de esas casas de piedra redondeadas u ovaladas con tejado de paja, construcción rural típica de zonas de montaña del Bierzo, Asturias y Galicia.
Acostumbrado ya a que la burocracia camine a un ritmo bien distinto al de los crudos inviernos en la montaña, el Consistorio prevé ya desde hace unos años, todo lo necesario para que cada verano, puedan hacerse las reparaciones necesarias en los techos de las cabañas, que recrean las viviendas de los asentamientos celtas o astures que existieron en la ladera de la montaña donde todavía se pueden apreciar, en el yacimiento original del castro, restos de hasta 16 edificaciones en buen estado de conservación.

El cultivo del centeno para la paja de los teitos se la encargan a un vecino de la localidad de San Pedro de Paradela, el primer pueblo en la subida al valle de Fornela. «Este año la paja no parece tan buena como la del año pasado. Depende mucho de cómo venga el tiempo y esta vez es más fina», apunta el alcalde.

Ajeno a burocracias, Jorge el teitador, con la ayuda de un amigo que hace las veces de pinche, va colocando los hazes de paja en la cubierta vegetal de la cabaña-museo.
 
Pero Jorge tampoco se considera un experto ni un especialista en nada. «Yo hago el trabajo», dice. «Pero esto no lo hace cualquiera», le preguntan, «algún secreto tendrá el oficio» comentan los curiosos. «Que yo sepa, el secreto es hacerlo cuando no llueva, que quede más bonito o más feo, eso ya no es tan importante», apostilla el teitador de Villafeile.

En este caso, a Jorge el ‘teito’ de la cabaña del castro le está quedando muy bonito, aunque para él lo importante sólo sea «que la capa quede bien gruesa» y bien prieta para que la cubierta cumpla con su cometido.

Va retirando la paja vieja y enjutando y raseando con la pala o paleta los nuevos atadillos. «Esto lo que sí podemos decir es que es un trabajo totalmente artesano. Aquí no hay máquina ninguna».

Sólo las manos y la paciencia del maestro teitador, que ha visto como el paso de las décadas se dejaba por el camino el oficio de muchos de sus convecinos. «Ahora techos de paja ya casi no hay», reconoce. Aunque aún quedan en varios lugares esos símbolos de la arquitectura popular como son las pallozas, aunque ninguna tenga ya el uso ancestral de vivienda. Son casas museo, puntos de interés etnográfico o instalaciones conservados por amor a la tradición. Y mientras existan, año tras año seguirá haciendo falta el trabajo del teitador.

No hay comentarios:

Publicar un comentario