NOGAREJAS CUENTA CON EL CENTRO DE INTERPRETACIÓN DE LA RESINA, UN LUGAR CARGADO DE HISTORIA, DE PASADO Y AL QUE SE HA LIGADO UNA OPCIÓN DE FUTURO CON EL IMPULSO PARA RECUPERAR EL TRABAJO DE RESINERO
A finales del siglo XIX se confirmó la calidad de los pinos de Nogarejas y entonces fue cuando comenzó la extracción de la resina. - Ramiro |
A punto estaba de terminar el siglo XIX cuando se confirmó la calidad de los pinos de Nogarejas y comenzó su extracción. Un boom que marcó casi los cien años que estaban por llegar. Cientos de personas en el pueblo se dedicaban a la resina, los que también trabajaban en el campo lo completaban en los pinares, llegó a haber cinco bares en el pueblo, fábrica y unos cuantos trabajos indirectos ligados al oficio de resinero. Alfareros, carpinteros, herreros, restauradores o maestros. Un trabajo duro el de la resina que consiguió, sin embargo, que las generaciones posteriores pudieran estudiar, que el pueblo se llenará de vida o que tuviera las primeras aceras.
Precisamente homenajear a los antepasados, a la labor del resinero que extrae el alma de los pinos, y evitar que caiga en el olvido lo que un día fue el pueblo es lo que se pretende mantener vivo en el Centro de Interpretación de la Resina de Nogarejas, un museo acogedor como la localidad donde los lugareños hacen gala de sus singularidades. La resina, por su puesto, pero también de su lenguaje autóctono, su fauna y flora específica, y la grandeza de los recuerdos de niñez o de las mujeres ligados a los pinares.
El centro, cuya construcción también supuso el acondicionamiento de todo el entorno, da la bienvenida al visitante con un documental de Amando Casado y Jesús Palmero. Artistas que han plasmado la esencia del oficio y de la zona. En la película se trata de revivir lo que era el antiguo trabajo a través de entrevistas. En ellas los hombres van narrando el día a día de la profesión, sin olvidar que las condiciones climatológicas no importaban. «Era la ley de la supervivencia», explica Estrella Fuente Flórez, vocal de cultura de la junta vecinal y una de las impulsoras de esta iniciativa. «Es un oficio donde hay que aplicar la inteligencia al trabajo, requiere de esfuerzo físico pero también de mucho conocimiento y técnica».
Las mujeres jugaban en este modo de vida un papel determinante, recogían la miera en calderos que llevaban al hombro hasta los carros tirados por bueyes que trasladaban las cubas hasta la fábrica. «El museo viene a representar a la población de Nogarejas, campesina y de montaña pero con un enorme amor a la cultura».
El centro tiene un importante valor didáctico, desgrana la fauna y la flora del lugar y utilizando el lenguaje propio de la localidad. Se valoró cada especie y cada planta, el tomillo, la urz o la trucha del Eria, pasando por el aguilucho y las ardillas que asoman en los pinares. «Está enfocado a que institutos y universidades puedan hacer investigaciones in situ con una referencia muy clara». Es una importante labor que cuenta con un pre trabajo de documentación detallada. Los paneles dan prevalencia a los tesoros de la zona a los pies del Teleno. El agua y su utilidad tiene otra parte de protagonismo, así como los olores de la resina o todos los productos que salen de ella: cosméticos, barras de labios o material médico. En la memoria aún duele el incendio del 2012, por eso en el museo también se detalla cómo cuidar el monte y no se olvida de como ha evolucionado el oficio. Un repaso que hace a través de la modernización de las herramientas. Las más antiguas son donaciones de personas de la localidad. Un trabajo manual con una gran dosis de técnica. No todos saben hacer llorar a los pinos.
En la década de los 80 se cerró la fábrica de Nogarejas, una de las dos que había en toda España. Entonces comenzó el declive, la población comenzó a disminuir y los oficios nacidos al abrigo de la resina fueron desapareciendo. Sin embargo, al hilo de la creación del Centro de Interpretación la junta vecinal maduró la idea de recuperar el trabajo de resinero. No sin antes darle muchas vueltas decidió abrir una bolsa de empleo para este fin, que ahora da trabajo a dos personas contratadas por la pedanía y a otros cuatro autónomos que son los continuadores de un oficio centenario.
«Conservar el lenguaje es un tesoro», asegura Estrella, por eso se hace tanta incidencia en exponer lo autóctono con la denominación de la zona, desde los animales a los nombres de las herramientas. Este valor de lo propio también quiere exportarse por eso la junta vecinal sopesa nuevos proyectos.
El museo se abrió en el 2013 y próximamente se registrará en Diputación con el resto de colecciones. Además, se está trabajando en un folleto informativo con el material didáctico para colegios, institutos y universidades y se plantean rutas, con su epicentro en Nogarejas, para atraer turismo. En este sentido se baraja la posibilidad de hacer una de museos, visitando la resina, el chocolate de Castrocontrigo y las puntillas de Villar del Monte. Hay otras de valor ecológico como la de las Fuentes o los Molinos que ya se explotan, pero la joya de la corona llegaría hasta el lago de Sanabria, uniendo dos provincias y dos zonas con enorme potencial medioambiental. «Por la naturaleza, respeto y admiración», señala Fuente, enamorada de su pueblo y su museo, que durante los tres meses de verano recibió más de 700 visitantes. Un lujo.
Estrella Fuente Flórez, Marita Ramos Carracedo y Mari Luz Domínguez, son tres de las vocales de la junta vecinal. El impulsor del proyecto, como reconocen es Olivio Campo, el pedáneo del pueblo y alma mater del Centro de Interpretación. Las tres conocieron bien el oficio de resinero, la vida del pueblo y todo lo que surgió a su abrigo. Se les ve encantadas con el pasado de Nogarejas y también con su presente y futuro pues han creado una bolsa de trabajo para potenciar la profesión de la resina.
Una junta vecinal implicada con la resina y el pueblo.- |
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