El Museo de La Comunal y el Batán, en Val de San Lorenzo, siguen siendo testigos vivos del paso del tiempo y del devenir de un oficio manual que hoy mantiene posiciones. Pueblo maragato de antiguos arrieros y de artesanos. Museos que repasan una importante colección de fotos y maquinaría. Antigua, sí, pero aún hoy empleada por los maestros que siguen tejiendo vida entre la trama y las urdimbres de las mantas de siempre.
Tejiendo una vida.- |
diariodeleon.es
Una enorme puerta azul nos dice que hemos llegado. Un parada un vistazo y adelante. Es el Centro de Interpretación Textil La Comunal, un museo que transporta en el tiempo. Las enormes vigas, la luz y hasta el ambiente marcan el camino. Estamos en Val de San Lorenzo. La sala, en un edificio construido en los años 40 por la Sociedad Comunal de Artesanos, guía al curioso entre máquina y máquina explicando todo el proceso intermedio que aquí se llevaba a cabo. Hablamos de deshacer, cardar e hilar la lana.
Los antiguos telares se dan la mano con una colección única de fotografía, editada en dos publicaciones: El carro chillón y algo más I y El carro chillón y algo más II. Son imágenes tomadas en el verano del 26, cuando los alumnos de la Escuela de Cerámica de Madrid recalaron en la localidad. Las fotografías guardan una excelente calidad, al haberse conservado durante décadas sin ver la luz. Fueron descubiertas por Concha Casado. En ellas, se ve a los alumnos y profesores mimetizados con la vida y las gentes del pueblo. Gentes maragatas, antiguos arrieros, siempre artesanos. Es especialmente curiosa, una acuarela basada en una de esas instantáneas de Aniceto García Villar. Se trata de un trabajo, inacabado, del primer director de la Escuela, Francisco Alcántara. Cuentan que era amigo de Sorolla y que luz del pintor valenciano se aprecia en la acuarela del Val. También cuentan que Sorolla asesoraba de dónde podían realizarse los cursos de verano y se sabe que el artistas visitó Astorga, quien dice que en aquel viaje no quedará prendado de la Maragatería.
Entre la influencia de Sorolla, las fotos del 26 y los curiosos ventanales por donde entra la luz necesaria se suceden las máquinas que hablan de la evolución del oficio. Explica Miguel Ángel Cordero, conservador del museo, que tras cardar e hilar, marcar la trama y la urdimbre la pieza pasa a los telares. Y aquí La Comunal conserva un primer telar mecánico. La tecnología y los viejos usos se alían con la historia. Nos narra que José Cordero Geijo y su hijo, allá en el XIX —coincidiendo con una grave crisis en el sector— viajaron a Palencia para conocer in situ la técnica empleada allí en el textil. Seis meses les valieron para volver al Val y dejar la impronta de aquellos telares, que aún hoy se conservan.
La Comunal abraza ese proceso intermedio del trabajo de la lana. Por eso la visita comienza en el Batán, un lugar con encanto que nadie en el pueblo ni del oficio conoce así. Lo llaman Pisón, dice Cordero, por la técnica de pisar la lana húmeda en la Edad Media. Todavía hoy es empleado por artesanos y maestros y es el único, de cuantos hubo en el Val a orillas del rió, que se conserva en pie. Data del siglo XVIII y aquí es donde se lavan los vellones y se pisan. Después llega el trabajo intermedio para, al final, volver al Batán, curiosamente principio y fin de todo el proceso. La historia nos da la mano.
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