Aquellos bailes de
pueblo con orquestina o pandereta…
“ ¡¡Bailas...!!”, así comenzaron muchas
parejas en aquellos años de pocos bailes y muchos sueños y pájaros en la cabeza,
necesidades, de vestidos en blanco y negro y pantalón de raya al medio y
sacado del armario solo para estas
lides; de gomina y ondulados para los pelos de los más pudientes… y poco más,
que había que trabajar mucho y además no estaban los cuerpos ni las carteras
para fiestas, pero así y todo, las fiestas patronales de los pueblos, casi siempre
una vez al año, se hacían con lo que había y a bailar. Tan pronto unas
panderetas, como el chiflo y el tamboril, la gaita de folle. Más tarde, alguna
orquestina de acordeón, batería y saxofón, como la de la orquesta “Los
Rodríguez” de Mansilla de las Mulas.
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Rapaces enredando con los instrumentos para la foto de Carrizo de la Ribera. No son los músicos. |
El tinglado iba casi siempre
acompañado de “escopeta”, quiero decir… de aquellas damas que vigilaban a las
mozas más jóvenes, no fuera que algún mozo se sobrepasara en los intentos de
cortejar. Casi siempre era en verano cuando las fiestas de los pueblos se
realizaban; una pequeña comisión se encargaba de preparar lo imprescindible; o
sea, unas bombillas a 125 voltios cimbreantes para la plaza, un par de carreras
de sacos y de carretillas, el pañuelo… bolos… y el baile. Aquí sí que la
cuestión era prioritaria, sin baile parecía que no había fiestas.
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Baile en la plaza. |
El nerviosismo se apoderaba más
de las mozas que de los mozos, se peinaban mil veces el pelo, se miraban en el
espejo del aparador sin parar; su complicidad y risas alegraban las casas en
aquellos días, mientras que los mozos eran más de fútbol y de algún coche que ya llegaban a los pueblos,
sobre todo de los emigrantes. Los baldes de zinc estaban repletos de ropa de
cama y de vestir; los tendales, también llenos de ropa colgada. Había que tener
toda la casa limpia y cambiadas las sábanas
y demás, pues es fácil que llegaran parientes de otros pueblos y ciudades.
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Una jota a tiempo siempre es una victoria. |
Esos días hasta los abuelos y
abuelas bailaban, corría el vino por las mesas, las Farías, aquel ponche
“Caballero”, y para algunas mujeres, el anís “La Asturiana”. Las cocinas estaban
llenas de cazuelas de pereruela y de San Ignacio, aquellas rojas de porcelana de
pintinas en el interior; allí se guisaban los pollos y conejos de corral,
sacaban los escabechados de trucha o bardo; las pastas de manteca de cerdo… y
café de puchero a reventar.
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Fiestas de Santa María del Río en Noviembre de 1960 |
En las riberas, se cruzaban los
ríos en carro tirado por machos llenos de
mozos y mozas, y más tarde en el remolque del tractor; se pasaba casi mejor en el trayecto que en la
propia fiesta; menudas andanzas. Los ríos traían poca agua en aquellos años en
verano, así y todo hay miles de anécdotas que contar. Entre ellas, aquella que
iban los mozos y mozas a fiestas de un pueblo al otro lado del río; algo
espantó al caballo o mula, y cayeron dos mozas y un mozo al agua; las risas de
los demás atronaron a los dos pueblos. A volver a casa a cambiarse… pero… ¿y
qué te ponías…? algunos solo tenían esa ropa de domingo y fiestas. Pasado el
apuro, a bailar, y a olvidarse de los trabajos del campo, que en esa época es
cuando más trajín hay en las casas.
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Fiestas típicas muy antiguas en Prioro. |
Empezaban bailando mozas con
mozas o madres y abuelas… más tarde comenzaba el intento de ligar y bailar.
Cuidado que aquí sí había más que palabras; al parecer no era tan fácil… algunas
no las dejaban bailar las madres o tías… y otras no querían porque los mozos no eran suficientemente
guapos y esperaban a los de otros pueblos; en alguna ocasión, la rivalidad
entre pueblos hacía que alguno se desmadrara, pero al poco rato, todo volvía a
la normalidad.
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La juventud también contaba para el baile y la fiesta |
Las mujeres bebían gaseosa o
Mirinda, y ya los mozos empezaban a tomar los primeros combinados, o
sea, cubalibres de ron con cola, eso sí, era todo garrafón del bueno, aquí sí
que no había tonterías, o tomabas aquello, o te tirabas a la Mirinda sin
más…Alguno se ponía cargante, pero todo de broma, la gente era sana y
dicharachera. Algunos recordarán alguna melopea de quitar el hipo… como aquella
del bueno de Antón que siempre andaba en
moto, y llevaba de lado a su mujer… bailaban y bailaban, y en el
entremientras, el bueno de Antón bebía combinados de aquellos, al terminar la
fiesta ya casi de madrugada, volvían a casa y como dios; pero en aquella
ocasión en una curva perdió a su buena mujer, y no se dio ni cuenta, cuando
llegó la mujer a casa… el bueno de Antón estaba tumbado en el escaño con jergón
de lana y rayas… Imagino la bronca que llevó cuando despertó de la pequeña
melopea.
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Bailando en la fiesta del pueblo. |
Pero todo era de otra manera más
inocente y todo el pueblo ayudaba a crear unas fiestas sencillas y humildes,
pero llenas de risas y buenas intenciones. Tan pronto los mozos iban por las casas pidiendo roscas y
vino, como las mozas limpiaban la
iglesia y ponían guapa a la virgen de turno, o al santo en cuestión. Aquí el
santoral siempre ha llevado las de ganar, y no hay santo que no tenga su
fiesta, ni virgen que no salga a hombros por las calles y plazas. Algunos y
algunas que se criaron entre Pinto y Valdemoro, quiero decir, entre el pueblo y
la ciudad; cuando llegaban las fiestas ardían los preparativos… que si las
madres con las compras de última hora para hacer el arroz con pollo, la
ensaladilla rusa con mayonesa de expertas cocineras y huevos de pita en condiciones…
los huevos rellenos de atún y buena gracia; las rosquillas de palo o de sartén
con sabor a anís… y que el manazas de turno metía la suya en la bandeja y
terminaba como el rosario de la aurora con la madre y abuela.
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La gente se divertía como podía, a pesar de la pobreza y miseria de algunos pueblos. |
El abuelo andaba a lo suyo… que
si cabruñar la guadaña para los días
siguientes, que si daba una vuelta por la cuadra a mirar que todo fuera bien,
pues con tanto jaleo, igual alguien aprovechaba para robar el medio cerdo, o
las alubias y garbanzos de la tenada. La guardia civil iba a lo suyo… y lo suyo
era a ver quién les invitaba a café y copa, e incluso a comer; estos
generalmente lo hacían (y en los pueblos grandes), acompañados de algunos de
los caciques de turno, algún alcalde, el cura, el médico, el industrial venido
a más…y algunos más. Se acuerdan de aquellos “yeperos” que algunas orquestinas
traían consigo, no eran cantantes, ni nada parecido; en otras ocasiones se
sumaba algún mozo del pueblo… era el típico tipo que subiendo y bajando el puño
cerrado desde más arriba de la cabeza hasta los hombros, y retorciéndoselos…
decía o soltaba un alarido…¡Yeeepaaaa…!
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Con tres panderetas y voz...a bailar. |
El día uno de febrero y su
víspera los mozos de las aldeas de las riberas y de las tierras llanas leonesas
celebraban una fiesta de especiales características dedicada a
Santa Brígida.
En la actualidad las tradiciones referidas a ese día se han perdido, pero hasta
hace poco la celebración, ciertamente degradada ya, se mantuvo en forma de
merienda de hermandad entre los mozos de los pueblos leoneses el primer día de
febrero o el fin de semana más próximo a esa jornada.
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Pareja de baile en Carrizo de la Ribera. |
En tierra leonesa, donde en cada
pueblo hay o había una sociedad de mozos perfectamente organizada, y en la que
entraba todo varón a los quince años mediante el pago de vino para los miembros
anteriores, al mozo que por sus condiciones elegían por jefe le llamaban «rey».
En
Sahagún, «rey de mozos» (por alusión a costumbres especiales de determinada
época del año); en
Oseja de Sajambre, Riaño y Rodiezmo le llaman «alcalde de
mozos», y en
Mansilla de las Mulas, «mozo mayor». Sociedades semejantes, que
congregadas en determinados días de fiesta celebran comilonas, que se encargan
de que ningún forastero haga el amor a las chicas del lugar antes de pagar
prenda (una cantidad de vino), tienen adscrita una serie de ritos y han de
cumplir varias funciones misteriosas, y la elección de «rey» se efectúa el día
de Reyes, a primeros de año o en fecha próxima. En fin, todo un
lujo en aquellos tiempos los bailes de
nuestros pueblos… luego ya vino aquello de… “¿Estudias o trabajas…?”
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