El RAMO LEONÉS es uno de los
representantes más significativos de la religiosidad popular leonesa formando
parte de la tradición y la identidad propias, gozando actualmente de una salud
envidiable gracias a la recuperación por parte de todos los leoneses que lo
reincorporan en sus hogares, oficios y comercios en la Navidad.
Los orígenes del Ramo se remontan
hasta momentos prehistóricos precristianos, donde el ramo o rama de árbol
tenían un carácter votivo como posible culto a la fertilidad de la naturaleza
acompañado a veces de frutos y del fuego u objetos encendidos (cordeles
engrasados o encerados, teas, etc.) También se le atribuye un culto
propiciatorio asociado a la solicitud de buenas cosechas.
Según Concha Casado el soporte
donde se llevaban las ofrendas fue en principio un ramo o rama de árbol, que
luego vino a significar la ofrenda misma (de hecho aún existen en la provincia
tradiciones relacionadas con la imposición del ramo en épocas primaverales y
estivales). Más tarde esta rama se sustituye paulatinamente por un armazón de
madera cubierto con adornos naturales y antrópicos.
Existen otros ramos además del de
la Navidad (como el de novia, de la
virgen, el de patrón/patrona, el de las mozas, el de misacantanos, etc.),
si bien su estructura y composición son similares. El Ramo Leonés se compone de
un soporte material, normalmente de madera (aunque existe alguno histórico
metálico) del que cuelgan ofrendas y adornos (así como otros elementos en torno
a él, sobre todo en su base una vez portado). Asociado a éstos se encuentra una
parte de oralidad muy importante: la literaria popular e incluso musical, asociando
textos y melodías a un complejo ceremonial que puede incluir asimismo danzas.
El soporte de los ramos podía ser
una rama vegetal, una vara de madera o los más evolucionados componer formas
geométricas o vegetales, en donde el más representado hoy es el armazón con
forma triangular, si bien existen más de doce tipos donde destacamos otros como
romboidal, circular de copa o de rueda, de margaritina (soporte labrado con un
símbolo solar asemejando una flor con muchos pétalos), de cola de pavo real o
medio sol, con forma de cubo, de cuadrado etc.
Se denomina “vestir el Ramo” a
adornarlo, lo que hace pensar que parte de la decoración sean telas como cintas
de seda, colonias, mantones bordados, puntillas, etc. Pendientes del ramo se
solían situar estampas de santos, medallas de devociones marianas. También
ramas verdes, flores, imitando en cierta forma la naturaleza primigenia de la
rama natural. También se suman las ofrendas que son las que se ofertan al
templo tales como las velas y cera, dispuestas de forma similar a los
tenebrarios de la Semana Santa. Según Alejandro Valderas, normalmente el número
de éstas es impar, aunque asimismo existen los pares de 12, representando los
meses del año.
La fruta también se utiliza como
ofrenda, habitualmente las relacionadas con el periodo invernal, normalmente
manzanas. Asimismo los frutos (del bosque tales como castañas, nueces,
avellanas, etc.) y derivados del pan como roscas, rosquillas, tortas, bollos,
etc.
El “Canto del Ramo” se
realiza el día de Nochebuena en la Misa del Gallo. El desarrollo de la ofrenda
comienza con las mozas pidiendo permiso al sacerdote para entrar en la iglesia
a cantar el Ramo. El canto normalmente hace referencia al relato evangélico del
Nacimiento y la Adoración a los pastores ante el altar. Después se describen
las ofrendas para finalizar con la despedida donde se felicita a los presentes.
En algunos pueblos se concluye el canto del Ramo con “dichos” o sátiras sobre los acontecimientos ocurridos a lo largo
de ese año.
Además del canto del Ramo en
Navidad, también se cantaban el Ramo
patronal sustituyendo las escenas evangélicas por la hagiografía del
santo. El ramo votivo se
ofrece por una promesa, se sustituye el núcleo navideño por el relato de un
hecho dramático autobiográfico.
Según Alejandro Valderas la
utilización del Ramo se extendería por las diócesis de León (provincias de
León, Palencia y Cantabria) y Astorga (provincias de León y Zamora). Casi un
20% de las localidades corresponderían a las vicarías de Oviedo (provincias de
León y Zamora), la zamorana de Alba y Aliste de la Archidiócesis de Santiago, a
la leonesa de la Orden de Santiago (Altobar, Campo de Villavidel) y los
territorios en los que un abad hacía las funciones episcopales (Peñalba, Montes
de Valdueza).
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