Ramo leonés, en el Museo Etnográfico. - ramiro |
A.G. VALENCIA
De Norte a Sur y de Este a Oeste, León rezuma tradiciones. Una tierra enraizada a un legado que quiere conservar. Y, precisamente, en esta tarea está embarcada desde hace ya casi una década la Asociación Raigañu. El cometido que se trae entre manos, y que promete continuar, es el de seguir catalogando los ramos tradicionales leoneses. Una tarea con la que comenzó hace ocho años, como explican Salvador, Rocío y Lolo, a raíz de un encargo para montar una exposición con estas singulares estructuras.
En todo este camino, Raigañu ha documentado ya unos 300 ramos leoneses, algunas son estructuras originales muy antiguas y otras, que en su momento se perdieron, son réplicas basadas en las imágenes, fotografías y en los recuerdos que conservan los más mayores de cada pueblo o rincón. Los datos que se van recopilando de la tradición oral le han valido a la asociación un puntal para ir dibujando un mapa de ramos leoneses tradicionales.
Cuentan que estas estructuras eran típicas todo el año, aunque quizá ahora el más popular sea el ramo que se coloca por Navidad. No obstante, aún se conservan los de quintos, de novia, de cantamisa, de acción de gracias... «Es una tradición muy leonesa que se estaba perdiendo», explican los miembros de Raigañu, que subrayan que a raíz del encargo que les hicieron se dieron cuenta de la enorme riqueza que hay en la provincia. «León será probablemente la zona más prolífera en estas estructuras y ni qué decir tiene en los cantos que acompañan los ramos», subrayan.
Lolo, Salvador y Rocío argumentan que a lo largo y ancho de la provincia hay ramos triangulares, con forma de rueda, muy típicos de la zona de Omaña, otros cúbicos —cuadrados y rectangulares— singulares de la Montaña, los hay vegetales, muy propios de la zona de El Bierzo, en forma de rastro, sobre todo en Maragatería, las margaritinas que representan el sol... y aunque cada uno es más propio de una zona también se dan en otras comarcas, aunque en menor abundancia. La lista puede ser enorme como también los cantos que acompañan a estas estructuras. Hay que tener en cuenta que cuando se sacaba, se ofrecía o se colocaba como elemento decorativo de la tradición, la costumbre implicaba cantar al ramo unas letras que podían repetirse o renovarse en función de los acontecimientos, incluyendo así nombres de familias, anécdotas, letras al Niño Jesús, la Nochebuena o enfermedades curadas. Todo en función del motivo del ramo.Junto a las estructuras y los cantos —con sus significativas letras que en muchos pueblos se siguen entonando—, la decoración de los ramos supone otro capítulo amplísimo, explican desde Raigañu. Alimentos, mantones, roscas, frutos, lazos... incluso hay estructuras muy antiguas talladas, que aunque en ocasiones se tapaban, buscaban darle un mayor realce.
Otro de los misterios que rodean a estas estructuras leonesas es su origen, quizá un punto más para sentirse atraídos por ellas. Nadie sabe exactamente en qué momento surgen, aunque los estudiosos hablan de que los ramos son una costumbre profana y precristiana, con los cuales se esperaba y honraba la llegada de los solsticios.
También es cierto que poco a poco la religión fue abrazando estas estructuras, dándoles un aura nuevo y ligándolas a la Navidad, las celebraciones eucarísticas, las festividades de patronos y vírgenes o a las romerías. «Como el origen parte del culto a la naturaleza muchos de los ramos tienen tallados pajarines, frutas, soles... en algunas aún se conservan, aunque ya estuvieran ligadas a la tradición cristiana», explican desde Raigañu, que en este periplo por toda la provincia para documentar los ramos han encontrado unos cuantos apuntes curiosos. La estructura original más antigua que han inventariado es de mediados del siglo XIX. Es un ramo que se conserva en el Museo de las Alhajas de La Bañeza y que pertenece a una familia oriunda de Posada y Torre de la Valduerna.
Réplica de un ramo en la zona de la Sobarriba. RAIGAÑU |
Cabe destacar, el ramo de mayor tamaño, o sin duda uno de los más grandes de cuantos se conservan en la provincia. Es el que se saca en Laguna de Negrillos. Está dedicado a la Virgen del Arrabal, mide tres metros y está decorado. Es una estructura que se maneja como un pendón, incluso cuenta con un remo para sortear el viento.
Con el paso de los siglos — explican Rocío, Lolo y Salvador— la tradición ha ido variando aunque la esencia se ha mantenido. «Los ramos se han sacado de las iglesias y han vuelto al pueblo, como en el origen. El pueblo es soberano y en la tradición manda», subrayan desde Raigañu, que confiesan que en la zona de Omaña hay auténticas obras de arte, una enorme proliferación. También el fin de la Guerra Civil supuso un incremento de estas estructuras. «Muchas familias las ofrecían por el hijo o el familiar que había sobrevivido a la contienda».
Los ramos sirvieron en su día para iluminar los propios templos con las velas. Muchos se han conservado ahí, en altillos o puertas en las iglesias sin que nadie supiera de ellos. Otros muchos se quemaron, pero lo que es claro es que es una tradición de la tierrina, que vuelve a ganar en auge y que lejos de la estructura más popularizada, el ramo triangular propio de la Navidad, hay otro largo elenco de formas que Raigañu con su trabajo se propone dar a conocer. Lo dicho, de Norte a Sur y de Este a Oeste.
Ramo en forma de rastro en Luyego. DL |
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