jueves, 23 de febrero de 2017

NOTICIA: Azabache, la joya de luto

El sector azabachero fue uno de los más pujantes en el medievo leonés; hoy es otro de esos grandes desconocidos, pero su realidad sigue estando ahí y su vigencia también, viene bien un viaje a su corazón negro... como el azabache.

Toño Morala | 20/02/2017

En alguna ocasión ya les he comentado que de guaje trabajé de aprendiz en una platería, allá con apenas cumplidos los 14 años y, en pantalón corto, íbamos a media hora de casa, todos los días y hasta los sábados de 9 a 13 h… el jornal era muy bajo, pero sí aprendías un montón de cosas; pues bien, en aquella pequeña empresa familiar, -éramos unos siete trabajadores-,se fabricaba un montón de bisutería en plata y alpaca; desde collares engarzados, rosarios, trofeos, llaveros, crucifijos varios, y un largo etc. El maestro platero era un buen paisano… mientras saliera material todo iba de maravilla, pero cuando se acercaban las navidades, los nervios le podían y todo eran prisas a todas horas; menudos líos de trabajo, y sobre todo, todo lo que tenía que ver con el azabache… en fin, que estaba de moda el azabache. En aquellos años, el hombre tenía a un buen número de familiares y otros añadidos, engarzando y trabajando el azabache en las casas; el que les escribe, era el encargado de llevar las cajas, el hilo de plata o alpaca, amén de otros materiales en una vieja bicicleta; dejaba el material en bruto y lo recogía en la siguiente entrega; había matrimonios que para esas fechas trabajaban durante varias horas diarias para sacar adelante las piezas. Con el paso del tiempo, éramos ya muy amigos, y muchas veces me invitaban a café con galletas; lo tomaba rápidamente, y a por el siguiente domicilio. Cuando llegaba al taller, lo primero que hacía era contar las piezas de cada casa, las apuntaba para luego a fin de mes, llevarles el dinero correspondiente por las piezas realizadas. El jefe siempre confiaba en mí; jamás ha faltado nunca nada. En el taller, existían unas estanterías con cajas de cartón gris muy duro que contenían las diferentes piedras; de las que más había eran cajas de diferentes medidas de bolas de azabache, tanto lisas como con muchas caras geométricas, también, en un apartado, se ponía el azabache en bruto para trabajar en las mesas de la platería. Generalmente, el azabache siempre venía manufacturado en sus cajas con las diversas referencias. También se apuntaba las salidas; de esa manera, el jefe, siempre sabía cuándo pedir material y de qué modelos. Teníamos un bombo donde metíamos las bolas de azabache con un tinglado para pulir - creo que era rojo inglés- para que brillaran como el charol. 

El azabache es un mineraloide de color negro brillante. Es una escasa variedad de carbón húmico formado en el periodo cretácico, por lo que se utiliza como piedra semipreciosa. Se originó a partir de troncos de árboles de las familias Araucaráceas y Protopináceas enterrados y sometidos a altas presiones. El nombre español azabache es una palabra de origen árabe. Es un material muy frágil, por lo que su extracción siempre ha sido artesanal, siendo de talla difícil cuando se intentan esculpir figuras con abundantes detalles y calados. Se trabaja con lima y torno, a navaja… adquiriendo mediante una pulimentación adecuada un brillo intenso que no decrece con el paso del tiempo. Sus joyas fueron muy apreciadas por los Egipcios, Fenicios, Etruscos, Romanos y los Vikingos, aunque la cuenta más antigua aparece en un colgante de azabache en la Cueva de las Caldas (Oviedo).

Es muy frágil, por lo que su extracción ha sido siempre artesanal, siendo de talla difícil  
Muy importante ha sido el sector azabachero leonés, y de él vamos a escribir. Sí, hay estudios muy serios y muy bien documentados al respecto. Ha sido uno de los oficios artesanales que, a lo largo del Medievo, vivió un mayor desarrollo en la ciudad de León y también en parte de la provincia; y parece ser que el Camino de Santiago y sus derivaciones tuvieron mucho que ver en todo esto. Y por esas rutas mercantiles del norte peninsular, en el espacio comercial astur-leonés es por donde se repartía, entre otros, el azabache. Las clases más poderosas eran los grandes compradores de estas piezas que se pusieron de moda desde la baja Edad Media hasta nuestros días.

Finalmente, en el siglo XV, la ciudad de León experimenta un importante aumento poblacional que traerá consigo un cierto crecimiento urbanístico; y no solo de mercaderes, sino en la variedad de oficios artesanales presentes… sastres, carpinteros, plateros, azabacheros, etc. Martín Galindo realiza un breve análisis de la evolución experimentada en el espacio ocupado por dicho sector artesanal, tomando como base cronológica desde la Edad Media hasta finales del Antiguo Régimen. Analiza algunos de los objetos elaborados con azabache depositados en distintos museos tanto nacionales como internacionales. Unos años más tarde, dio a conocer también buena parte de la industria azabachera, pero referida al siglo XVI. De igual modo, Álvarez Álvarez señala a su vez, entre otras actividades artesanales, en el siglo XV al sector azabachero. 

Muy importante fue el sector azabachero leonés, sobre todo en el medievo
Este ramo se concentra en torno a las zonas consideradas de carácter industrial y comercial por excelencia en la ciudad tales como: el barrio de San Martín, la calle de la Rúa Mayor o el Santo Sepulcro. También, Ruíz de la Peña alude a una serie de materias primas y productos manufacturados de procedencia asturiana que circulaban hacia tierras leonesas, entre los que destaca el azabache. Desde el punto de vista arqueológico, contamos con el análisis pormenorizado de los objetos de azabache exhumados en las intervenciones desarrolladas en la iglesia de San Salvador de Palat del Rey a finales de la década de los ochenta del siglo XX, por el arqueólogo Miguel Hernández. Asimismo, en varias sepulturas de la décimo sexta centuria, cuentan en su mayoría con ajuares funerarios; destaca la presencia de objetos fabricados con este mineral: anillos, cuentas de collar, rosarios, etc. Todo ello fabricado en azabache, presumiblemente extraído en las activas minas del territorio comprendido entre Gijón y Ribadesella, en la zona de Oles. Por último, hay que dar algunos nombres de azabacheros famosos en aquella época. La primera mención conocida data del año 1371. En ella nos encontramos al azabachero Alfonso Martínez firmando como testigo del testamento de Teresa García, esposa del zapatero Martín Pérez, en el que dona varias propiedades al monasterio de Santa María de Carbajal. También, en 1382, la documentación catedralicia alude a otro azabachero de la urbe, Toribio Martínez, entre los signatarios de las mandas de Aldonza Martínez. Entre ellas destaca la petición de ser enterrado en el claustro de la catedral, así como la concesión de distintas cantidades de dinero a los monasterios de San Francisco, San Isidoro, San Claudio y Santo Domingo. Un año después, hallamos en los fondos de la parroquia de Santa María del Camino a Iohán Alfonso, azabachero de la ciudad, como testigo de las mandas testamentarias de Fernando Pérez, quien vivía cerca de Puerta Moneda y pide ser enterrado en la iglesia de Santa María del Camino. El padrón de 1594, apunta a una concentración del sector, junto a los mercaderes y mesoneros, en la calle la Rúa. Esta ubicación denota que, por estas fechas, aún sigue existiendo cierta actividad mercantil en esta parte de la urbe leonesa. Este padrón se refiere a un núcleo compacto de azabacheros que residen en las calles la Rúa Mayor y Tripería -actual Azabachería-. En la Rúa Mayor reside Juan Costales, entre el cerrajero Pedro Flamenco y otro sastre y, por otro, Pedro Fernández. Junto a estos, cita a Jacome Costales y a Domingo Blanco, ambos azabacheros, lo que viene a demostrar la concentración de estos artesanos en la zona. 

Los azabacheros eran los artesanos que elaboraban las conchas, imágenes e insignias con motivos santiaguistas, bordoncillos, amuletos como las higas y otro tipo de abalorios fabricados en azabache, en estaño, plomo o cobre, con los que los peregrinos decoraban el bordón, el sombrero y la esclavina, y en los que confiaban como protectores para su viaje o veían en ellos bondades curativas de raigambre secular, en particular, los fabricados con el negro y puro lignito, el azabache. También existían y existen un buen montón de artesanos del azabache en Santiago de Compostela. Y parece ser que la calidad de las minas de Asturias (en particular, de la zona de Villaviciosa), es la culpable de ese comercio del azabache por el norte; de ahí la certeza del gran número de azabacheros que son relativamente frecuentes en la ciudad de León en los siglos XVI y XVII y tan numerosos como los joyeros y plateros. Y si tienen algo que regalar, algo diferente, busquen en las tiendas especializadas, seguro que encuentran el detalle perfecto realizado por artesanos del azabache, la piedra negra de la magia que siempre mira hacia la vida… y nos regala belleza.

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