Nodriza en el mundo rural |
Autor: Toño Morala
Son algunos elementos los que obvian desde siempre una parte de la historia, la verdadera; esa que llevó a la sobrevivencia de los seres humanos; esa historia llena de vida y solidaridad donde la tribu fue capaz de salir adelante, para más tarde, aprovecharse de ella los de siempre. En algunos casos como el que hoy nos ocupa, gobiernos y mandamases han tratado de que no aparecieran en libros y legajos, esta parte que a más de uno le avergonzaría; sobre todo, aquellos que pagaron a amas de cría o nodrizas por amamantar a sus hijos para que sus mujeres no se perjudicaran por dar el pecho a sus proles; una parte vergonzante de la historia; la otra, la parte humana y solidaria, en muchos casos también se tapó, pues a base de guerras y otros intereses, la ciudadanía ha pasado a lo largo de los años un montón de penalidades, hambrunas, desolación y muerte.
Amas de cría de la
inclusa u hospicio.
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Y de esos capítulos, poco o nada se escribió; capítulos que utilizaban a las personas para intereses personales, y donde mucha culpa también la tuvo el clero y sus cábalas al lado siempre del poder. Casi siempre que se escribe sobre estas cosas, a uno le tienta y le tiembla el pensamiento; pero también, a veces, una sonrisa, arregla una parte de estas injusticias, pues también hubo mucha ayuda entre vecinos y familiares, y entre seres con mucho trabajo a cuestas, y con mucha dignidad sin saber ni lo que significaba; para qué; hay significados que están en la genética racional del ser humano, y que luego se van perdiendo a través de egoísmos e intereses por y para el poder. Y así pasó un tiempo, un largo tiempo lleno de zozobras y pálidas miradas al vacío, pero se llenaba con esa inmensa solidaridad de las mujeres; las mujeres que con todo podían para sacar adelante a sus hijos y a los de los demás, cuando por múltiples razones, algunas no podían amamantar a sus hijos. El inventario de razones sería numeroso, baste comentar algunos de los episodios por los que, o bien se les cortaba la leche por falta de alimento, o bien, por enfermedades terribles como la temida tuberculosis y otras; y si hablamos del miedo, tela.
Amamantar hijos
ajenos, altruismo y solidaridad en muchos casos.
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Cuando uno escucha las barbaridades a las que han hecho pasar a multitud de mujeres, a uno se le abren las carnes del alma y del corazón; como muestra comento aquella terrible desgracia cuando a unos buenos tratantes de ganado, en el camino les asaltaron los de la gorra roja en plena posguerra y les llevaron las cuatro vacas que habían comprado en una feria; del disgusto, a la mujer de uno de ellos se le cortó la leche, y tuvo que amamantar durante casi dos años a las dos criaturas, una buena vecina que también tenía sus propios problemas; hermanos de leche se les llamó, y esos lazos jamás se estropearon, jamás hubo ni un solo reproche; hoy, los hermanos de leche lo recuerdan como algo muy bonito, entrañable y duradero. En otras ocasiones, fueron enfermedades como la dolorosa mastitis, las que ultrajaron el sueño de amamantar a sus hijos; y vuelta otra vez a la solidaridad de vecinas y familiares.
Amas de cría en la
guerra civil española…
Foto: Kati Horna. 1937 |
También en aquellos dolorosos y terribles años, se morían miles de niños, y las mujeres donaban su leche a instituciones como la gota de leche, inclusas, hospitales… eran las llamadas nodrizas o amas de cría, en muchos casos pagadas con cuatro perronas y la salvación de no morirse de hambre; era la España de posguerra, la derrotada de la vida por la mala costumbre de algunos de querer tener poder y una efímera gloria.
También el estatus social de algunas familias en aquellos tiempos les permitía tener nodriza o amas de cría. Esto daba prestigio, además de que no era bien visto que, en aquel nivel social, la madre diera el pecho a su hijo. Venía a ser como una humillación, menuda estupidez… Después de la crianza del niño o la niña, les unía un grado de parentesco con los hijos de la nodriza y con ella misma. En aquellos tiempos la mortalidad infantil era grande, y por este motivo, casi siempre había amas de cría disponibles.
Fueron requeridas y famosas las nodrizas vascas y gallegas, las del valle de Pas en Cantabria para la crianza de los niños de la alta sociedad. Estas nodrizas eran vestidas con atuendo significativo de la función que ejercían. Estas nodrizas estaban muy bien alimentadas para que tuvieran leche en abundancia y poder alimentar bien a un niño o por circunstancias a dos. También existía la madre que había perdido a su hijo, por una parte, y la madre que no tenía leche para amamantarlo. En este caso, la madre natural dejaba en el domicilio de la primera a su hijo hasta que este podía comer. Había otros casos en que, perdido el hijo, iban a la inclusa y sacaban uno para poder amamantarlo, por el peligro que suponía en aquellos tiempos una mastitis y sus complicaciones. Pero el resultado de esta operación, en la mayoría de los casos, era la adopción del niño aunque tuviera otros si no era mucha la sobrecarga para alimentarlos.
Nodrizas en 1925, se
notaba para quien trabajaban.
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También se miraba con lupa a las posibles nodrizas… tenían que tener el permiso del marido por escrito, y otras prebendas que tela marinera, encima… “Tan importantes como las condiciones físicas se juzgaban las morales a la hora de seleccionar ama. Teníase por artículo de fe el que con la leche tomaba el niño las virtudes y defectos de la que lo alimentaba. Dícese que lo que en la leche se mama, en la mortaja se derrama”; y ya de muy antiguo tenemos citas que atestiguan este cuidado. La picara Justina cuenta que… “Una ama ladrona crió con su leche a un emperador, y salió tan inclinado a hurtar que por satisfacer su inclinación hurtaba. Pero para remediar este daño pregonó el emperador que cuando se hallase faltar alguna hacienda, mueble alguno cortesano, la primera diligencia que hiciese la justicia fuese buscarle en su imperial palacio. Años después, El Donado Hablador Alonso aseguraba que la bárbara condición del emperador Nerón se debió a que la nodriza que lo amamantaba untábase con sangre los pechos antes de alimentarlo; a lo que responde el cura que con él dialoga… ¡También yo me acuerdo de haber leído una mala costumbre de un mozuelo a quien crió una lechona, que no tenía sosiego, ni cabía en sí… cada día se desnudaba y se metía en algún cenagal, costumbre que tomó de quien le dio la leche, cosa que causaba grande admiración a cuantos lo veían…!” Poco a poco se fue estableciendo una valoración de las amas según su procedencia; a la cabeza las pasiegas, y en general las santanderinas, después las vascas, asturianas, gallegas... también de la montaña leonesa hubo alguna.
Foto antigua, 1863, de la familia real de España, Isabel II, Francisco de Asís,
las infantas, el futuro rey Alfonso XII y dos nodrizas pasiegas en traje de verano.
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"Cuando los pechos se ponían malos y les subía la temperatura, el médico les abría, les sacaba la leche mala y aplicaba paños calientes. Si por el contrario el flujo de leche era escaso, acompañaban las comidas con cerveza o tomaban infusiones de hinojo. Evitaban el perejil y las comidas muy condimentadas. Normalmente no precisaban fajarse ni tomar ninguna medida especial en el destete. Daban de mamar dos años o dos años y medio y el final de la lactancia se hacía de manera progresiva." Comentario de Doña Manuela, que fue nodriza, de las últimas que van quedando vivas para contar estas cosas tan olvidadas.
A mediados del siglo XX empieza el ocaso de las amas de cría desplazadas por el biberón, que mandó al paro a muchas mujeres que eran el sostén familiar. El paso del tiempo puso un velo en su historia, pero no ha conseguido borrar la huella de aquellas mujeres que tuvieron que emigrar en busca de una vida mejor fuera de su entorno, dejando atrás, al cuidado de la familia, hijos casi recién paridos, pasando de una vida sencilla, llena de carencias, a ser testigos del lujo y bienestar de las familias más adineradas del país, aunque, eso sí, compartiendo con ellas la bonanza, porque las amas de cría eran una institución, respetadas y queridas, cuidadas como oro en paño.
Cartel divulgativo de
la República sobre
la atención a niños y madres.
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En agradecimiento, a la vuelta a su hogar, que solía ser al cabo de unos dos años, les preparaban baúles con ropa blanca, muy apreciada por su escasez y alto precio. Además, en el caso de la realeza, cuando las amas de cría terminaban su asistencia, se les concedían favores reales; las que tenían hijos varones solían pedir que fueran liberados de hacer el servicio militar. Un caso llamativo fue el de la nodriza que pidió y le fue concedida indulgencia para el médico de la localidad pasiega de Miera, acusado de un delito que, al parecer, no había cometido. Ser nodriza de un infante suponía el bienestar de toda la familia y, a veces, el de su entorno. Las amas Pasiegas poseían traje propio que las identificaba como originarias del Valle de Pas (Cantabria).
Y hay que recordar siempre la dura vida de los ancestros, aquellos que lo dieron todo para estar hoy nosotros aquí, contándolo en esta ocasión. Y recuerden… la esperanza es la nodriza de los pobres.
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