martes, 13 de noviembre de 2012

COLABORACIÓN: LA FÁBRICA DE LUZ Y MOLINO DE VILLACELAMA.

Autor: Toño Morala.
lacronicadeleon.es
La Fábrica de Luz y Molino de Villacelama.
En este sur de León tan olvidado por casi todo el mundo, hubo grandes hombres y mujeres que trabajaron  mucho y duro. Gentes que tenían que sobrevivir a fuerza de trabajo y de explotar racionalmente la naturaleza viva. El agua y su fuerza, así como la imaginación, hicieron que empresas familiares se asentaran a las  orillas de los ríos y construyeran molinos de agua, aserraderos hidráulicos y fábricas de luz allá por principios del siglo pasado. Hoy nos ha llamado la atención la fábrica de luz y molino de Villacelama; una obra hidráulica que contaba con cinco rodeznos, varios para moler grano y otros combinados para mover el generador de corriente que llegó a dar suministro eléctrico a trece pueblos. Por la margen derecha del río Esla abastecía a Villaverde de Sandoval, Nogales y Mansilla Mayor, por la otra margen a Villacelama, Corbillos, Rebollar, Nava, Riego del Monte, Luengos, Gusendos, San Román, y hasta Grajalejo de las Matas. Líneas que había que separarlas en origen, que había que mantenerlas todos los días del año a pesar de los duros y fríos inviernos.

Seccionadores para dar corriente a las líneas.
Allá por finales del 1896, Catalina Cañón y Nemesio Llorente de Villamoros de Mansilla compraron el molino de Villacelama a sus antiguos dueños que heredaron de unos vasallos a los que había cedido el Almirante de Castilla todas las instalaciones; teniendo que arreglar varias infraestructuras y trabajando de lo lindo para sacar adelante la empresa agro-industrial. Ya en 1926 hay referencias de los boletines para cruzar ríos y carreteras que la fábrica de Villacelama pedía para instalar líneas de corriente eléctrica  para los pueblos. Al principio la luz era a 125 voltios y las buenas gentes tenían una bombilla de unas 15 bujías para toda la casa. No  hace falta imaginarse el duro trabajo de crear las líneas con postes cada cuarenta o cincuenta metros, hacer hoyos a barra y cazo de hasta metro y medio de  profundidad; no hace falta imaginarse con las duras heladas, romper la  primera capa de tierra. Después de colocados los postes, había que poner las líneas con cable de unos tres o cuatro milímetros de cobre; subir a los postes de hasta nueve metros de altura con los trepadores, un útil que ponía en los pies  el electricista… y para arriba; poner los aisladores de loza o cristal; atar bien atados los cables, tensarlos y tener la pericia de si era una zona de mucho viento, no tensarlos demasiado; y poner tirantes a los postes. Todo este trabajo en principio se hacía con carro y caballos, más tarde con furgonetas. Luego cada pueblo tenía su transformador y de ahí a las casas, iglesias, colegios… poner contadores, aquellos plomos para seguridad. Aquí juega un papel muy importante Joaquín García Lozano, el electricista de la fábrica de Luz de Villacelama, que aún vive y tiene más de noventa años. Siempre ha trabajado en esta empresa familiar desde aprendiz hasta que se jubiló; nadie mejor que Joaquín conocía las líneas y las trampillas técnicas para que no faltara luz a ningún pueblo en aquellos años.
               El generador de corriente Alemán para fabricar luz.
Cuenta que en una ocasión estaba arreglando un tendido eléctrico en un transformador, levantó las cuchillas, vino un gran rayo, se puenteo y la descarga fue tan terrible que le sacó de la caseta y le quemó parte del cuerpo. En otra ocasión, estaba en la escalera al final de un poste, y al bajar, se rompió un peldaño y cayó desde más de siete metros; unas costillas rotas y magulladuras…en otra ocasión, cuando estaba el poste casi derecho entre trócolas y roldanas para plomarlo, se le vino abajo y le cayó encima, una vida llena de sustos, pero ahí está.
 
Tolvas y elevador de harinas panificables.
También importante fue la molturación de piensos y harinas panificables. Trabajaban dos molineros y peones para descargar el grano y realizar las labores de manteniento y otros trabajos; uno de los últimos molineros fue Geminiano de Valduvieco y vecino de Mansilla de las Mulas, que además era un gran experto en picar la piedra. Ahora Doña Amelia González Llorente y su querida familia, nieta y herederos de Catalina y Nemesio, guardan con gran cariño y gran esfuerzo multitud de aperos de todo tipo, arreglan las instalaciones para que no se dañen, y además donan algunas piezas a museos de la provincia de León. Buenas gentes que se preocupan del patrimonio cultural y a los que hay que dar las gracias por ello.

4 comentarios:

  1. No conocía este molino y fábrica de luz y he nacido muy cerca de ese pueblo; darles las gracias por publicar estas cosas tan interesantes y que muchos teníamos que visitar. José Fernández.Oviedo.

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  2. Precioso articulo que refleja la sencillez de tiempos pasados, Andrea

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  3. Un gran adelanto para la epoca sin el que hubieramos podido llegar a los tiempos que corren. Esencial para poder sobrevivir. Jose

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  4. el pueblodeberia hacer una association para rehabilitar los edificios del passado

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