Por la puerta de su casa, en Santa María del Páramo (León), entran las pieles de vaca sobre las que él trabaja, curte con sus manos y transforma hasta obtener planchas de cuero que asegura que tienen una “gran calidad”. Genaro González ha vivido y crecido entre curtidores y mantiene una profesión familiar que inició su tatarabuelo, Froilán González, hace ya 125 años. Desde entonces, el negocio ha ido pasando de padres a hijos hasta llegar a él, que representa a la quinta generación de curtidores. Ahora, mantiene viva una profesión artesana que afirma que ya sólo él practica en toda la provincia de León y que teme que termine también con él.Todos los recuerdos de su infancia están ligados al cuero, a los procesos de curtición y a los olores característicos del tratamiento. A los 14 años ya decidió que éste iba a ser su oficio y desde entonces trabajó mano a mano con su padre, que falleció hace poco más de un mes, y del que asegura que aprendió “todo” lo que sabe. Sin embargo, indica que la situación económica se lo está poniendo “muy difícil”, más todavía si se tiene en cuenta que “en este negocio la crisis ya empezó con la mecanización del campo”. De los 14 trabajadores que llegó a tener esta pequeña fábrica familiar ha pasado a llevar el negocio él sólo, aunque reconoce que de vez en cuando cuenta con la ayuda de sus hermanos, que se dedican a la agricultura y la ganadería. Así, en una época que subraya que es “mala para todos”, gracias al cuero y a una lista de “clientes de toda la vida” va sacando para mantenerse, “pagar la seguridad social y poco más”. No es un trabajo para grandes lujos, pero asegura que se ha hecho a la profesión y quiere mantenerla “mientras pueda”. Por eso, apunta que seguirá “tirando” mientras vaya sacando un poco de dinero para sus cosas. Eso sí, reconoce que es un trabajo “duro” y “precario” y, pese a su empeño en que la tradición familiar “no desaparezca”, teme que al final esto acabará ocurriendo. Y es que Genaro no tiene hijos y no se muestra demasiado convencido de que sus sobrinos quieran continuar con el negocio.Por eso, intenta buscar también “otras vías” o salidas mediante diferentes visitas a su fábrica familiar. De este modo espera dar a conocer su trabajo y “que la gente vea cómo es la profesión y que las cosas se pueden hacer de forma diferente a la de las grandes fábricas”.Este artesano curtidor mantiene vivos los procesos tradicionales y prácticamente la misma manera de trabajar que se utilizaba cuando en Santa María del Páramo había incluso “cinco fábricas dedicadas a curtir pieles”. Ahora, es el único que mantiene la profesión en la provincia y, según dice, su producción se destina principalmente fuera de ella, “a Andalucía y la zona de Levante”. Sus pieles se demandan para la hípica, para enganches de caballos y para “cosas más bastas y para las que se necesita un cuero más fuerte y resistente”, asegura. La mayoría de los clientes a los que suministra indica que “no quieren otra piel”, porque el engrase que él utiliza y su trabajo “no lo encuentran en otro lado”. Esto le ha valido para firmar, por ejemplo, el cuero que utiliza el artesano guarnicionero de Sevilla que confecciona los enganches del tiro de mulillas de la Real Maestranza.En cuanto a su modo de trabajar, lo habitual es que lo haga “sobre pedido” y “sin stock”. Por eso, afirma que necesita “una cierta antelación” porque el proceso de curtición “no es sencillo y lleva su tiempo”. Además, señala que ahora se enfrenta también a “un problema muy grave”, y es que asegura que “las pieles de vaca cada vez se encuentran peor”. El motivo de esto se encuentra en “los mercados asiáticos” que, según dice, “nos están barriendo y comprando absolutamente todo” aprovechando que “la piel española es de una alta calidad”. Así, reconoce que cada vez es más complicado hacer frente a unos gastos cada vez mayores y seguir teniendo un negocio rentable, ya que aunque apunta que “la gente quiere y valora lo bueno, no se puede competir en el precio”. Pese a esto, asegura que continuará luchando por mantener su pequeña fábrica y la manera de trabajar heredada y que se ha transmitido de unos a otros en su familia durante los últimos 125 años.
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domingo, 18 de marzo de 2012
Genaro González, el último curtidor de pieles leonés
Por la puerta de su casa, en Santa María del Páramo (León), entran las pieles de vaca sobre las que él trabaja, curte con sus manos y transforma hasta obtener planchas de cuero que asegura que tienen una “gran calidad”. Genaro González ha vivido y crecido entre curtidores y mantiene una profesión familiar que inició su tatarabuelo, Froilán González, hace ya 125 años. Desde entonces, el negocio ha ido pasando de padres a hijos hasta llegar a él, que representa a la quinta generación de curtidores. Ahora, mantiene viva una profesión artesana que afirma que ya sólo él practica en toda la provincia de León y que teme que termine también con él.Todos los recuerdos de su infancia están ligados al cuero, a los procesos de curtición y a los olores característicos del tratamiento. A los 14 años ya decidió que éste iba a ser su oficio y desde entonces trabajó mano a mano con su padre, que falleció hace poco más de un mes, y del que asegura que aprendió “todo” lo que sabe. Sin embargo, indica que la situación económica se lo está poniendo “muy difícil”, más todavía si se tiene en cuenta que “en este negocio la crisis ya empezó con la mecanización del campo”. De los 14 trabajadores que llegó a tener esta pequeña fábrica familiar ha pasado a llevar el negocio él sólo, aunque reconoce que de vez en cuando cuenta con la ayuda de sus hermanos, que se dedican a la agricultura y la ganadería. Así, en una época que subraya que es “mala para todos”, gracias al cuero y a una lista de “clientes de toda la vida” va sacando para mantenerse, “pagar la seguridad social y poco más”. No es un trabajo para grandes lujos, pero asegura que se ha hecho a la profesión y quiere mantenerla “mientras pueda”. Por eso, apunta que seguirá “tirando” mientras vaya sacando un poco de dinero para sus cosas. Eso sí, reconoce que es un trabajo “duro” y “precario” y, pese a su empeño en que la tradición familiar “no desaparezca”, teme que al final esto acabará ocurriendo. Y es que Genaro no tiene hijos y no se muestra demasiado convencido de que sus sobrinos quieran continuar con el negocio.Por eso, intenta buscar también “otras vías” o salidas mediante diferentes visitas a su fábrica familiar. De este modo espera dar a conocer su trabajo y “que la gente vea cómo es la profesión y que las cosas se pueden hacer de forma diferente a la de las grandes fábricas”.Este artesano curtidor mantiene vivos los procesos tradicionales y prácticamente la misma manera de trabajar que se utilizaba cuando en Santa María del Páramo había incluso “cinco fábricas dedicadas a curtir pieles”. Ahora, es el único que mantiene la profesión en la provincia y, según dice, su producción se destina principalmente fuera de ella, “a Andalucía y la zona de Levante”. Sus pieles se demandan para la hípica, para enganches de caballos y para “cosas más bastas y para las que se necesita un cuero más fuerte y resistente”, asegura. La mayoría de los clientes a los que suministra indica que “no quieren otra piel”, porque el engrase que él utiliza y su trabajo “no lo encuentran en otro lado”. Esto le ha valido para firmar, por ejemplo, el cuero que utiliza el artesano guarnicionero de Sevilla que confecciona los enganches del tiro de mulillas de la Real Maestranza.En cuanto a su modo de trabajar, lo habitual es que lo haga “sobre pedido” y “sin stock”. Por eso, afirma que necesita “una cierta antelación” porque el proceso de curtición “no es sencillo y lleva su tiempo”. Además, señala que ahora se enfrenta también a “un problema muy grave”, y es que asegura que “las pieles de vaca cada vez se encuentran peor”. El motivo de esto se encuentra en “los mercados asiáticos” que, según dice, “nos están barriendo y comprando absolutamente todo” aprovechando que “la piel española es de una alta calidad”. Así, reconoce que cada vez es más complicado hacer frente a unos gastos cada vez mayores y seguir teniendo un negocio rentable, ya que aunque apunta que “la gente quiere y valora lo bueno, no se puede competir en el precio”. Pese a esto, asegura que continuará luchando por mantener su pequeña fábrica y la manera de trabajar heredada y que se ha transmitido de unos a otros en su familia durante los últimos 125 años.
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