Autor: Toño Morala
Aquel domingo había amanecido con niebla y algo de esa fina lluvia; la familia salía por la puerta camino de la Iglesia. Ese era el momento para que el gato anduviera a sus anchas; a su paso chirriaba la puerta de la despensa dónde se guardaban un montón de cosas y útiles para la casa. Tan pronto una lata llena de betunes y cepillos para el calzado en la estantería de la derecha, como una lata de galletas cerrada a cal y canto en el altillo de la izquierda. Sobre una hemina vuelta el garrafón de vino; al fondo las tinajas con la matanza en manteca de cerdo; a la madre se le había olvidado cerrar la puerta y poner la aldabilla.
De la viga colgada estaba la fresquera, donde las viandas, el queso, los escabeches...se conservaban en perfectas condiciones. La puerta tenía un pequeño pasador que la cerraba y el gato sabía que allí no se debía de hurgar. En la cocina, el pomo de la puerta estaba desgastado de tanto uso, mientras el resbalón se había encasquillado y no cerraba.
El reloj dejaba pasar el tiempo con su tic tac cansino y aburrido, mientras en la hornilla una olla mediana de agua, se dejaba acariciar por un tenue fuego ceniza.
Mantener la olla con agua caliente era bueno para todo.
En la panera, un saco de garbanzos, medio de lentejas, y medio de arrocinas, acompañaban a los carriegos y útiles de labranza. Ahí, a la madre no se le había olvidado trancar.
Así y todo, un palitroque sujetaba la puerta para más seguridad, y el bocarón que daba a la calle,
lo cruzaban dos palos de negrillo y sobre ellos un montón de telares...si robaban en la panera, la familia pasaba hambre. En el sobrado todavía quedaban uvas de buen ver.
El portalón se cerraba desde dentro del corral; la manilla exterior era de madera y giraba para dejar caer el pestillo sobre la espera. A los lados, dos anillas servían para atar a las bestias.
Ayer habían cocido pan las mujeres de la casa, y sobre la masera tapada, descansaba el urmiento fermentando lentamente para la próxima masada.
El abuelo me trae en brazos y ante la puerta, me deja sonar el picaporte. El sonido es grave y pesado; la llave grande gira y se abre la casa. Es la hora de comer.
La importancia de lo cotidiano en nuestras vidas...entre aldabillas, picaportes y manillas.
Marzo de 2011-Toño Morala.
Ya te atreves con todo Toño, en este breve relato
ResponderEliminarnos haces revivir tiempos antiguos y muy queridos
y masticar recuerdos que se hacen muy vivos. Bravo. Un saludo.
JOSEVILLAMAR
Relato muy entrañable.
ResponderEliminar