sábado, 3 de febrero de 2018

NOTICIA: Esas cosas tan antiguas que conservan en La Sobarriba

TRADICIONES. Santa Brígida, la octava de San Tirso, es fiesta mayor en Villaseca de la Sobarriba, donde se suman las Candelas, el pan de la caridad, los huesos de Santo Tirso, el toque de ‘renuberu’, el cordero... La Sobarriba.


Fulgencio Fernández | 01/02/2018
La Sobarriba, ahí al lado de la capital, es otra historia cuando hablamos de tradiciones. Habrán perdido algunas, como todos, pero conservan muchas, como pocos.
Y hablando de tradiciones estos primeros días de febrero, y los últimos de enero, son asunto mayor, como va a quedar de manifiesto este sábado en Villaseca... de la Sobarriba.

¿Qué celebran? Pues mil cosas que tienen su fecha cercana y reúnen el sábado en uno: Santa Brígida, que es la octava de Santo Tirso; las Candelas... y todos los ritos que acompañan a la celebración. Santa Brígida se celebra cuando enero pasa a febrero (hoy) y sin descanso recibe a Las Candelas, una celebración religiosa que incluye ‘presentación’ de los niños, ‘pan de la Caridad’ a su salida, ‘fervudo y huesos de Santo Tirso’ al calor de la lumbre, y, finalmente, el famoso toque de ‘tentenube’, que tantas veces se escuchaba en sus campanas y en la de muchos pueblos vecinos. Y, para que no falte nada, el remate llega con cena del cordero que comparten los miembros de la Cofradía del Santo Cristo de la Expiración y el Silencio con los de La Sobarriba, hermanados en el Dainos y otras celebraciones de la Semana Santa Leonesa. Coman buena tierra de tradiciones el cordero se «lucha» a las chapas, entre selecciones de «Portillo arriba y Portillo abajo» tras la cena de hermandad que sigue a la Procesión del Silencio.


Una jornada más que completa y de larga historia.
Recuerda Nicolás Bartolomé Pérez sobre la primera de las celebraciones, Santa Brígida, que «el día uno de febrero y su víspera los mozos de las aldeas de las riberas y de las tierras llanas leonesas celebraban una fiesta de especiales características dedicada a Santa Brígida. En la actualidad las tradiciones referidas a ese día se han perdido pero hasta hace poco la celebración, ciertamente degradada ya, se mantuvo en forma de merienda de hermandad entre los mozos de los pueblos leoneses el primer día de febrero o el fin de semana más próximo a esa jornada». Recuerda que los mozos hacían una cuestación por todas las casas del pueblo y «terminada la misma los mozos subían por turnos a la torre de la iglesia donde voleaban las campanas durante toda la noche; con esta operación se impedía que los diablos que amasan la piedra pudieran trabajar y fabricar el pedrisco con el que destrozar las cosechas, ya que se creía que era durante la noche de Santa Brígida cuando esos diablos preparaban las tormentas. Si no se tocaban las campanas ese día se consideraba un mal presagio. El toque de campana empleado era el ‘tente nube’, usado también para deshacer la nube al acercarse las tormentas. Cuando se utilizaba este toque se repetía por lo bajo el siguiente conjuro: Tente nube, / tente tú, / que Dios puede / más que tú. // Tente nube, / tente palo, / que Dios puede / más que’l diablo».

No sonarán toda la noche pero sí se recuperó este toque de la mano del musicólogo leonés Héctor Luis Suárez Pérez, aunque en la primera edición tuviera que sufrir las iras de las divinidades en forma de nieve. 


La presentación de los niños.
Llegan después, el día 2, las Candelas o la Virgen de la Candelaria, ésa que Los Sabandeños nos hicieron creer que era exclusiva de Santa Cruz de Tenerife pero sus estrofas suenan también estos días en la Sobarriba, según nos recuerda el estudioso —y defensor de su tierra— Antonio Barreñada: «En Villaseca, uno de los pequeños pueblos de la Antigua Hermandad del Voto, se organiza de nuevo este fin de semana una celebración en la que se aúnan actos en los que es protagonista la Virgen-Luz, de hoguera y candela, con ‘la octava’ (’toda gran fiesta tiene su víspera y su octava’, dice don Fermín) de San Tirso (Santotirso en fórmula local), antiguo copatrono del pueblo y Santa Brígida, la irlandesa de las tormentas que aquí también tiene documentada, antigua y curiosa devoción, y alguna cosa más». 

Y ahí entra el curioso rito de ‘la presentación de los niños’, sobre el que el ya citado Barreñada nos recuerda que «Hasta épocas no tan alejadas la madre no asistía al bautizo del hijo, que solía celebrarse de manera inmediata al nacimiento. La primera vez que ella llevaba en sus brazos al fruto de su vientre era, tras pasar la ‘cuarentena’, en esa propia presentación de su hijo/a y purificación propia en el templo, en la parroquia. La Iglesia ha mantenido y defiende la vigencia de estos rituales.

Lo hace en este pequeño pueblo, llevando ante al altar a los pequeños nacidos en el año, siempre que los haya, que, desgraciadamente, en estos tiempos, no es siempre. En esta ocasión, sí, y está contento por ello don Fermín, el último Arcipreste de La Sobarriba».


El patrón de las mancaduras.
A la cita festiva en la Sobarriba también acude Santo Tirso, curioso patrón que lo es de las mancaduras —por aquello de que fuera martirizado aserrándole el cuerpo— y que es un resistente en diversos lugares de nuestra provincia, especialmente del campo. A él estuvo dedicada la iglesia primitiva (después ermita y finalmente cementerio) del pueblo de Villaseca, en el alto de su castro, mirando al de San Cornelio del vecino Valdefresno. «Por mucho tiempo cohabitaron en Villaseca las fiestas de San Tirso (la de invierno) y San Miguel (la de primavera), con sus dos bandos o feligresías, con el consiguiente enfrentamiento entre ellos. Se resolvió la cosa con la salomónica intervención de la Virgen del Rosario, a la que se llevó la fiesta unificada del pueblo, pero se siguen reconociendo, como herencia irrenunciable, los de Santo Tirso y los de San Miguel. “Santo Tirso de arañón/ agarró la perdiz por el rabo/ y a la mona por la oreja/ y dijo:/ ¡Santo Tirso, deja, deja/ y tira de la oreja!”.

El domingo fue Santo Tirso y a la cita del sábado acude su octava. «A pie de hoguera, donde al dulce y caliente ‘fervudo’ acompañarán también dulces ‘huesos de Santirso’, recordando, de alguna manera, cómo en duros tiempos de posguerra se formaban, a pie de la Casina del Pueblo, largas filas de necesitados llegados al lugar para remediar hambres o escasez con la ‘Olla de los Pobres’, en la que se amecían cazuelinas de lo poco que hubiera en cada casa, tampoco muy nutridas de manjares, aunque no faltaran los tesoros de los varales», nos recuerda Barreñada.

Y con esta ‘vena’ solidaria tiene que ver otra de las celebraciones que Villavente acoge este día, el Pan de los Pobres. «La mirada sobre los humildes está en una práctica que desde los altos de La Sobarriba ha bajado a la Semana Santa leonesa, merced a labores e ilusiones compartidas por los de la Tierra y los hermanos de la Cofradía del santo Cristo de la Expiración y el Silencio, los del Dainos en abreviado: el reparto del Pan de la Caridad».

Esta vieja tradición mantiene su presencia en la actualidad «llevando a ofrecer a la misa una hogaza para sustento semanal del párroco y otra, hecha cachines por la afilada navaja del algún abuelo, a la par que en el altar avanza el sacrificio del pan y el vino, para reparto entre todos los asistentes a la salida de la celebración. Es otra manera de ‘comunión’ no sacramental, pero sí muy significativa de una manera de vida común, comunal, aún, felizmente, no extinguida». 

Al menos en La Sobarriba, como tantas otras cosas, por suerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario