viernes, 29 de junio de 2012

COLABORACIÓN: LOS PALOMARES EN EL SUR DE LEÓN


Palomar del Molino de los Curas
 en Mansilla de las Mulas
Fotos y documentación Irma Basarte.
Texto: Irma Basarte, Toño Morala.

      En el suave arrullar de la noche, entre el ulular del búho, las palomas duermen tranquilas en la gran casa del palomar. Una construcción de origen popular y alejado de los berrinches del viento sobre los  árboles en otoño y cerca del agua para el baño matutino. Una destreza de la arquitectura de la supervivencia encima de una tierra de barro y guijarros sobre la que el ser humano ha tenido que doblegarse y pacientemente mimetizarse en el sano oficio de la vida. En el sur de León, entre otros patrimonios, se construyeron  palomares de diversas formas  y tamaños, pero todos al servicio del hambre en tiempos no  muy lejanos, y que las familias más pudientes construían para ayudar al sustento. Cabe también comentar lo terrible de las enfermedades en la posguerra y de entre ellas la tuberculosis, que hizo estragos en las poblaciones más humildes; los palomares y la cría de pichones palió en buena manera el hambre y parte de las enfermedades de la miseria. Entre  secanos y barbechos, oteros de fraguados ocres, alejados unos de los otros, los palomares vigilan a los horizontes. De barro, adobe o tapial en los muros, teja y madera son los materiales básicos empleados en los palomares que dibujan formas distintas según la planta sea circular, cuadrada, rectangular o poligonal. En las paredes interiores anidan las palomas y el acceso sólo es posible a  través de pequeñas aberturas situadas en el tejado; troneras de diversos tipos engalanan las entradas a los palomares. Una puerta apenas permite la entrada de personas, para dejar alimento, agua, recolectar los pichones y retirar la palomina que se destina al abono de los campos. 
Palomar de Valderas
Lo primero que se tenía en cuenta a la hora de levantar un palomar era su situación, fuera o dentro del poblado, pero siempre orientado al mediodía para que el sol diera de lleno, algo al parecer imprescindible para las palomas. Con los huecos de paso para la entrada y salida de palomas; siempre protegidas de los vientos del norte y cuyo tamaño impida el acceso al interior de las aves rapaces, sobre todo del milano. Una vez más, el azar, un alia­do pocas veces ausente de las mejores creaciones populares, o tal vez esa grandeza inherente a las obras realizadas con sabiduría y humil­dad, hacen posible que allí donde, aparentemente, sólo se pretendió una solución a un problema material, pueden encontrarse valores estéticos de gran sencillez ,pero con una belleza a contemplar. De vez en cuando uno se asoma a la arquitectura de las tracerías, respiraderos de gran belleza y singularidad; esta decoración se concentra en los tapiales o remates de la cumbre, ale­ros y muros guardavientos, con gran variedad de figuras y filigranas. De la palo­mina ya hablaba el hidalgo del Lazarillo de Tormes: «tengo un palomar, que a no estar derribado como está, daría cada año más de doscientos palominos. Y otras cosas que me callo...».
Palomar en Santas Martas
 En el sur de León destacan los palomares de barro,  esa tierra que nuestros antepasados supieron trabajar con agua y paja,  para hacer el tapial y adobe que sirvieron para construir esos maravillosos palomares que han ido llegando a duras penas hasta nuestros días. Estas viejas construcciones  están a punto de extinguirse si no empezamos a valorarlas como es debido, tanto las instituciones como los propios dueños, tienen o tenemos que mentalizarnos que debemos  conservarlos si no queremos que vuelvan a la tierra de donde han salido, puesto que en la actualidad parece que todo lo que huela a pueblo está condenado a desaparecer y no debemos permitirlo, ya que los caminos para ir a nuestros palomares tienen que seguir siendo de tierra y no de asfalto, como se pretende. Cuando paséis cerca de un palomar observarlo con atención, ya que tal vez estéis contemplando los últimos palomares que quedan en pie en nuestra provincia. Salvarlos a todos puede resultar una utopía complicada, pero las utopías se consiguen hacer realidad siempre y cuando se luchen por ellas, pero nunca desde el sofá, desgraciadamente este siglo XXI los hará volver a la tierra si no se toman medidas urgentes. 

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