Murió ‘Nato’, de Boca de Huérgano, el último rabelista tradicional de León . Enlace entre los antiguos cultivadores de este instrumento y los jóvenes intérpretes, Fortunato Rodríguez cantaba y tocaba con el rabel titos, jotas, canciones pícaras... que son ahora memoria y legado.
e. gancedo | león 17/06/2012
Fortunato Rodríguez, ‘Nato’, con su inseparable rabel Son del cordel |
«San Xuan, San Xuan, San Xuan y la Madalena/ fueron juntos a melones/ y en el medio’l melonar/ San Xuan perdió los calzones...». Esta era una de las muchas canciones picarescas y divertivas que sabía y cantaba ‘Nato’, el músico montañés cuya muerte ha entristecido a los rabelistas de nueva hornada, a los jóvenes practicantes de un antiquísimo instrumento que desde hace unas décadas ha experimentado un curioso y esperanzador renacer en León.
Y precisamente el último eslabón de la tradición leonesa del rabel —esa que gozó de gran vitalidad sobre todo en la Montaña de Riaño, aunque hay referencias históricas de su uso en otras comarcas— era Fortunato Rodríguez, ‘Nato’, nacido en La Puerta pero que marchó a vivir a Boca de Huérgano, a ‘la villa’, cuando su pueblo quedó bajo las aguas del pantano. ‘Nato’ era un hombre muy afable y un gran conversador, y la afición le venía de su padre, rabelista que había aprendido a tocarlo cuando iba en el carro y cuidando las vacas, y por la noche en el escaño, dale que dale hasta que sacaba las canciones. «Oímos hablar de él en Las Salas y fuimos a verle. A su lado aprendimos muchas cosas, su técnica no era extraordinaria pero sí lo eran sus temas, jotas y canciones pícaras y festivas, algunas de ellas creaciones propias que hablaban de éste o aquel vecino del pueblo, como la que se refiere a uno que le decían Madrugo», cuenta Luis Santos, rabelista del grupo folk Son del Cordel y quien ha popularizado algunas de las canciones de ‘Nato’.
Los titos Este mandilín que me diste ayer, el romance de La loba parda, pero también La ronda va por la calle, El rabel está enojado, A la mar se van los ríos, Las ovejuelas, Teresina, Teresina y muchas otras cantaba este montañés, en ocasiones acompañado por su tía Modesta a la pandereta. La matanza del gocho, los días de fiesta y las hilas nocturnas eran ocasiones muy propicias para que Nato sacase su instrumento. «Era muy mañoso, hasta se hizo un rabel de madera de chopo, muy original», recuerda su pariente Leoncio, quien también informa cómo el rabelista había trabajado de joven en la Pegaso y después había vuelto a su valle natal, aunque de última vivía con una hija en Madrid. «Su mujer era de Riaño y aquí trabajaba un poco en lo que salía, por ejemplo en la fábrica de madreñas que había en el pueblo antaño», indica Leoncio. «Era muy habilidoso y se le daba todo, además, como habían quedado huérfanos y él era el mayor, pues tuvo que hacerse cargo de la familia muy pronto», añade. Vendía truchas por los pueblos, trabajaba la madera... y contaba muchas veces con pena que su padre había vendido su viejo rabel «por cinco duros».
El pasado mes de septiembre se celebró en ‘la villa’ un concierto a cargo de José Francisco Fernández Juárez, uno de los jóvenes rabelistas que con más entusiasmo han retomado esta tradición musical, y tocó ‘Nato’, y hubo mucha fiesta. «Y pensar que esa vez fue la última que lo vi... me acuerdo que le dije que se cuidara, porque hacía un año le había dado un infarto y habían tenido que llevarlo al hospital en helicóptero», cuenta Leoncio, quien ahora planea organizar un homenaje musical, con gran variedad de intérpretes, para que rindan tributo al viejo y querido ‘Nato’, un hombre alegre que llevó la alegría a los suyos.
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