EXTRACTO: DIARIO DE LEÓN DIGITAL
Quizá ninguna provincia española conserve el patrimonio de artesanía  viva como el que se cuece en tierras leonesas. En un recorrido por las  comarcas del Páramo, Maragatería y Jamuz, curtidores, tejedores,  herreros y alfareros se anclan en las viejas costumbres de tratar estos  oficios nobles, lejos de la maquinaria moderna, la electricidad y con  unas habilidades heredadas de generación en generación.
El Páramo, más concretamente Santa María, se remonta al siglo XIX en  la vieja curtiduría de Genaro González que heredó de su tatarabuelo, Don  Froilán Prieto González. Una mirada por una de sus ventanas parece  trasladarte lejos del mundo moderno, facilita la dosis necesaria de  tranquilidad y supone el mejor tratamiento contra el estrés. Quizá por  ello el último curtidor del Páramo y de la provincia, siempre tenga una  sonrisa para su trabajo.
En el Val de San Lorenzo a pocos kilómetros de Astorga, se levanta el  telar de Laurentino del Cabo, que armoniza a golpe de lanzadera el día a  día de su taller. Un experto en la lana que heredó el oficio de sus  antepasados y que sufre pensando que un día ya no se harán mantas como  las que él teje. De el Val a Valdespino de Somoza es un paseo, José Ares  el herrero de Valdespino, sigue haciendo navajas a golpe de yunque y  martillo, parece que su antigua fragua de pequeñas ventanas azules  quisiera guardar cada tañido de martillo. Al prender su vieja fragua con  su enorme fuelle accionado a mano, las llamas le recuerdan que han  pasado los años, muestra de ello es que su cuerpo tiene impregnada la  postura de quien ha trabajado y sigue haciéndolo día a día en la fragua.
Muy cerca de la Maragatería en Jiménez de Jamuz se conservan los  mejores alfareros de la provincia. El secreto de Constancio Peñín, una  coordinación absoluta de manos, pies y mente. El barro cobra vida en sus  manos que a vuelta de torno ha modelado la suya propia. Esta es nuestra  ruta de las artesanías con hermosos y venerables testimonios culturales  que debemos evitar que desaparezcan. En una ocasión alguien comentó que  «La sabiduría de cada generación es nuestra propia sangre. Así hay que  mirar las raíces y huellas del pasado».
Ellos son los auténticos cuatro fantásticos, lejos de la ficción son  capaces de acercar al visitante a un mundo desconocido que sin embargo  forma parte de nuestra cultura más básica. Los cuatro, con sus cuatro  oficios diferentes coinciden en una misma petición, si las diferentes  administraciones no tienden una mano a los artesanos, los pocos  alfareros, tejedores, herreros y curtidores que quedan en la provincia  como patrimonio vivo, irán desapareciendo con la muerte de estos últimos dinosaurios.









