El ganado que ha subido a la Veiga el Palo tumbado sobre los pastos de este paraje, otros eligieron la sombra de una mina./ JULIO A. RUBIO |
Fulgencio Fernández | 14/06/2015
La Cabana la Vaquera es un precioso paraje lacianiego en el que aún se mantiene la vieja costumbre de ‘embranar’, subir ganado hasta las brañas en verano, aquello que practicaban los vaqueiros de alzada
Laciana sigue siendo otro mundo. Está en éste pero es otro. Basta con verlo y escucharlo, basta con darse cuenta de sus costumbres y sus palabras, basta con mirar la mina y el paisaje, uno decandente otro espectacular y, por desgracia, los dos muy olvidados.
Para quienes llegan de lejos resulta extraño, pero casi mágico, escuchar que de alguien que "están embranando" y quedarse con palabras y topónimos de los que están hablando: La Braña de La Vaquera, la Veiga el Palo, el agua fresca de la chauchina (laguna pequeña) o el Riomolín, merendar toucín y queso...
Y sorprende más subir a aquellos montes, impresionantes, que conviven con los restos del naufragio de la mina. Una imagen muy significativa, la metáfora de la realidad de los mundos de Laciana está en el mismo lugar. A muy pocos metros de donde vacas y caballos pastan tranquilamente en las praderas de la Veiga el Palo se encuentran las instalaciones de la Mina Escondida, del Grupo Viloria, donde apenas quedan unos pocos mineros pues no hace mucho que han sido despedidas las subcontratas que allí trabajaban. Pues allí, a la sombra de los restos del naufragio, buscan vacas y caballos refugio; es más, una de las vacas eligió uno de los cuartos abandonados para parir allí, para posar a su ternero sobre un lecho de carbón.
Y allí han vuelto a ‘embranar’ un año más los últimos vaqueiros. En la histórica Cabana de la Vaquera, llamada así porque no hace mucho la regentó durante años una recordada mujer, están ahora el joven matrimonio formado por Paco e Isabel, y su hija, que nada más que acaba el colegio vive feliz allí. Llevan en la cabana desde el año 2012. "Los pastos de esta veiga pertenecen a la Junta Vecinal de Caboalles de Arriba, que se los compraron en su día a los dueños, y ellos son los que los alquilan. No salen exactamente a subasta porque tampoco es que haya muchos interesados en ellos y lo que hacen es ofrecérselos a quien creen que puede tener interés. Como nosotros en aquel momento, 2012, estábamos en paro y nos gustaba todo este mundo de la ganadería, la ecología, etc, pensaron en que nos interesaría y, la verdad, estamos encantados, porque a mi mujer también le gusta y la niña está feliz aquí, es una especie de Heidi de verdad", explica Paco que, lógicamente, ya es para los lacianiegos Paco el de la Cabana la Vaquera.
La temporada de ‘embranar’ (subir a las brañas, parece evidente) comenzó el pasado 30 de mayo con una fiesta tradicional que se celebra en aquellos parajes. Una jornada en la que los grandes protagonistas son la caldereta, que Pedro entiende como nadie. Este berciano «hace a todo pues es minero en La Escondida, maestro de la caldereta y un apasionado de la ganadería. Él, y un reputado criador de mastines, Balta, son los grandes protagonistas de esta jornada en la que se acercan hasta el lugar gentes llegadas de toda la comarca, fundamentalmente de Asturias.
Y es que buena parte de los pastos de esta veiga están alquilados a asturianos y también a algunos ganaderos de la comarca. "Son gente muy curiosa, ganaderos antiguos, que disfrutan con el ganado, que mantienen un ambiente ganadero tradicional, paisanos muy agradables que comparten lo que tienen", explica Paco, de la Cabana La Vaquera, quien añade: "Tienen que ser un poco bohemios, como lo soy yo, y gustarte mucho porque la realidad es que es un trabajo un poco esclavo, pero agradecido".
Explica Paco que uno de los ‘espectáculos’ más llamativos de la vida en aquellos parajes es "cuando se juntan dos o tres de estos vaqueiros, extienden toda la comida que hay y se ponen a dar cuenta de ella sin preocuparse de lo que trajo cada uno o de lo que le dan al que pasa por allí".
- Y eso es lo que vienen a ver y a disfrutar las numerosas visitas que pasan por aquí en los cuatro meses que pasamos en la cabana, hasta finales de octubre, cuando hacemos otra fiesta para ‘desembranar’.
Otro mundo, Laciana. Txaciana.
Para quienes llegan de lejos resulta extraño, pero casi mágico, escuchar que de alguien que "están embranando" y quedarse con palabras y topónimos de los que están hablando: La Braña de La Vaquera, la Veiga el Palo, el agua fresca de la chauchina (laguna pequeña) o el Riomolín, merendar toucín y queso...
Y sorprende más subir a aquellos montes, impresionantes, que conviven con los restos del naufragio de la mina. Una imagen muy significativa, la metáfora de la realidad de los mundos de Laciana está en el mismo lugar. A muy pocos metros de donde vacas y caballos pastan tranquilamente en las praderas de la Veiga el Palo se encuentran las instalaciones de la Mina Escondida, del Grupo Viloria, donde apenas quedan unos pocos mineros pues no hace mucho que han sido despedidas las subcontratas que allí trabajaban. Pues allí, a la sombra de los restos del naufragio, buscan vacas y caballos refugio; es más, una de las vacas eligió uno de los cuartos abandonados para parir allí, para posar a su ternero sobre un lecho de carbón.
Y allí han vuelto a ‘embranar’ un año más los últimos vaqueiros. En la histórica Cabana de la Vaquera, llamada así porque no hace mucho la regentó durante años una recordada mujer, están ahora el joven matrimonio formado por Paco e Isabel, y su hija, que nada más que acaba el colegio vive feliz allí. Llevan en la cabana desde el año 2012. "Los pastos de esta veiga pertenecen a la Junta Vecinal de Caboalles de Arriba, que se los compraron en su día a los dueños, y ellos son los que los alquilan. No salen exactamente a subasta porque tampoco es que haya muchos interesados en ellos y lo que hacen es ofrecérselos a quien creen que puede tener interés. Como nosotros en aquel momento, 2012, estábamos en paro y nos gustaba todo este mundo de la ganadería, la ecología, etc, pensaron en que nos interesaría y, la verdad, estamos encantados, porque a mi mujer también le gusta y la niña está feliz aquí, es una especie de Heidi de verdad", explica Paco que, lógicamente, ya es para los lacianiegos Paco el de la Cabana la Vaquera.
La temporada de ‘embranar’ (subir a las brañas, parece evidente) comenzó el pasado 30 de mayo con una fiesta tradicional que se celebra en aquellos parajes. Una jornada en la que los grandes protagonistas son la caldereta, que Pedro entiende como nadie. Este berciano «hace a todo pues es minero en La Escondida, maestro de la caldereta y un apasionado de la ganadería. Él, y un reputado criador de mastines, Balta, son los grandes protagonistas de esta jornada en la que se acercan hasta el lugar gentes llegadas de toda la comarca, fundamentalmente de Asturias.
Y es que buena parte de los pastos de esta veiga están alquilados a asturianos y también a algunos ganaderos de la comarca. "Son gente muy curiosa, ganaderos antiguos, que disfrutan con el ganado, que mantienen un ambiente ganadero tradicional, paisanos muy agradables que comparten lo que tienen", explica Paco, de la Cabana La Vaquera, quien añade: "Tienen que ser un poco bohemios, como lo soy yo, y gustarte mucho porque la realidad es que es un trabajo un poco esclavo, pero agradecido".
Explica Paco que uno de los ‘espectáculos’ más llamativos de la vida en aquellos parajes es "cuando se juntan dos o tres de estos vaqueiros, extienden toda la comida que hay y se ponen a dar cuenta de ella sin preocuparse de lo que trajo cada uno o de lo que le dan al que pasa por allí".
- Y eso es lo que vienen a ver y a disfrutar las numerosas visitas que pasan por aquí en los cuatro meses que pasamos en la cabana, hasta finales de octubre, cuando hacemos otra fiesta para ‘desembranar’.
Otro mundo, Laciana. Txaciana.
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